sábado, 19 de diciembre de 2015

Caridad o justicia social

Quienes creemos en la igualdad de los seres humanos independientemente de su poder adquisitivo, tenemos alguna dificultad para interpretar el significado de la caridad -esa donación graciable, según la disposición del donante- somos más partidarios de la justicia social, aquella que recaba de cada cual según sus posibilidades y proporciona a cada quien según sus necesidades.
Las religiones suelen aprovechar las fiestas de navidad para hacer sus caridades entre los pobres. Está bien visto, forma parte de los usos sociales, que en estos días se piense “en los que no tienen” y las buenas gentes se sientan en la obligación de darles algo de lo que sobra.
También hay quien, empujado por sus convicciones religiosas o sociales -o ambas-, se dedica a atender a los menos favorecidos durante todo el año, incluso quien reivindica una mayor igualdad cuando se presenta la ocasión. Es el caso del Padre Ángel, fundador de la asociación Mensajeros de la Paz, que extiende su actividad entre mayores, jóvenes, inmigrantes y, en general, entre personas que se desenvuelven en los márgenes de la sociedad.
Desde marzo de este año, el Padre Ángel es el párroco de la iglesia de San Antón de Madrid, situada en la calle Hortaleza, frente a la sede de UGT. San Antón es una iglesia muy popular entre los madrileños porque cada año, con ocasión de su fiesta, concita una peculiar manifestación en la que miles de personas acuden con sus mascotas a recibir la bendición del santo. Ahora, el párroco y los Mensajeros han convertido la iglesia en un centro abierto 24 horas. No es el único cambio.
Hace unos días, paseábamos por la calle Hortaleza, terminando las compras navideñas, y al pasar por San Antón recordé haber visto en Twitter la foto de un inquietante belén, el belén del refugiado, decía la fotografía, que lo ubicaba en esta parroquia. Entramos.
Y sí, allí está, a la izquierda, según se entra, bajo la imagen del Cristo de los Niños, del siglo XVII. Un portal de belén en la que el niño es Aylan Kurdi, el pequeño kurdo ahogado en la costa turca cuando trataba de encontrar refugio en Europa, después de abandonar Siria.
Cuando entramos, el Padre Ángel está oficiando la misa. Esperamos a que termine el oficio religioso para hacer algunas fotos y así vemos que en el rito de la paz el párroco baja del altar para dar la mano a todos los asistentes. En las primera filas está un alto cargo de la Administración de Justicia -cuyo nombre omitiré puesto que se trata de un acto privado-; delante de nosotros, un hombre de edad con aspecto de no pasar por su mejor momento. El Padre Ángel le abraza con afecto. A nosotros nos da la mano.
Cuando termina la misa la gente va saliendo lentamente, el párroco atiende a algunas personas que se dirigen a él. Nosotros hacemos las fotos y nos vamos con la certeza de que San Antón es una parroquia atípica. No sólo porque permanezca abierta las 24 horas sino porque en verdad es un centro de socorros mutuos.
Nada que ver con la imagen que se tiene de una parroquia convencional. Para empezar, a los pies de los altares laterales hay una mesa camilla con dos o tres sillones, una especie de cuarto de estar en la que los sacerdotes departen con quienes acuden a ellos. Lo hemos visto esta mañana. Luego, la iglesia ofrece distintos servicios: un lugar para el cambio de pañales, un desfibrilador, carga de móviles y de sillas de ruedas, agua fresca, desayunos...
A la cabeza de un Niño Jesús, un cartel informa: Si eres madre o vas a serlo y necesitas ayuda, llama al 900649198. Deja lo que puedas. Pide lo que necesites, reza otro. A la salida, una máquina expendedora, del tipo de las de cigarrillos, ofrece la posibilidad de hacer aportaciones de uno a diez euros para comprar artículos de primera necesidad. Cuando introduces el dinero sale una cajita de cartón con el nombre del producto que has elegido. Junto a la máquina, una cesta contiene las cajas expendidas.
Esta mañana, hemos hecho una inmersión navideña con la Pubilla. Nos hemos dirigido, en primer lugar, al Centro Conde Duque, donde se anuncia “La Navideña Feria Internacional de las Culturas”, que resulta ser un conglomerado de casetas en las que se ofrecen productos de varios países junto con actuaciones dirigidas principalmente a los pequeños. La feria está bien pero hay que rebuscar mucho para encontrar algo que tenga que ver con lo que se entiende por el espíritu navideño. Rebuscamos y encontramos unos adornos de Georgia que van a unirse al arsenal ornamental de la familia.
Tras el chute consumista, llevamos a la Pubilla a la iglesia de San Antón. Parece menos impactada que nosotros así que el colega le explica que estas no son las pautas habituales de una parroquia. Así eran las primeras comunidades cristianas, una manera de compartir, una forma de comunismo, le explica.
La Pubilla me mira, buscando mi opinión. Yo es que soy más partidaria de las soluciones laicas, le digo. Una buena política tributaria para sostener unos buenos servicios. Y a lo mejor el Padre Ángel resultaba un buen ministros de Asuntos Sociales, quién sabe.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Del viva la Pepa al vivan las caenas

Fue don Antonio Machado quien dejó escrito lo de las dos Españas, una de las cuales ha de helarte el corazón, pero esa dualidad tan hispana de defender algo y su contrario viene de antiguo. Y así, tan español es el catedrático y político don José Antonio Labordeta como el registrador y político don Mariano Rajoy, tan distintos entre sí.
En 1812, las Cortes de Cádiz aprobaron una Constitución liberal, progresista para su época en el sentido de que contemplaba derechos que ya se disfrutaban más allá de los Pirineos. Como se aprobó el 19 de marzo, fiesta de San José, la sal gaditana la bautizó como la Pepa. El viva la Pepa se convirtió en una profesión de fe democrática ciudadana.
Desde 1808 los reyes y su prole permanecían en Francia bajo la tutela de Napoleón, en una actitud de sumisión que habla bastante del carácter de Carlos IV y de su hijo Fernando VII.
En 1813, Fernando VII volvió a España como el rey Deseado. Antes de llegar a palacio, un grupo de españoles -que habían sido abandonados a su suerte por los monarcas a la entrada del ejército francés en 1808- desató los caballos que arrastraban la carroza y ellos mismos tiraron de ella al grito de “vivan las caenas”.
El rey restauró el absolutismo, derogó la Constitución y comenzó la persecución de los liberales. En 1820 se produjo un pronunciamiento militar que dio paso al trienio liberal en el que se restableció la Constitución gaditana. Pero el rey, mientras parecía acatar la Constitución, conspiraba para volver al absolutismo, lo que consiguió en 1823 mediante la intervención de la expedición armada francesa conocida como los Cien Mil Hijos de San Luis. Los absolutistas popularizaron la proclama “vivan las caenas y mueran los negros”, en la que los negros eran los liberales.
Nos enfrentamos este mes a una elección decisiva, como todas las que han de seleccionar a quienes deben gobernar durante los cuatro próximos años un país que está desangrándose en su juventud -obligada a aceptar unas condiciones laborales de explotación o a exiliarse-, y en sus mayores, muchos de ellos obligados a sostener a los hijos y nietos en paro y sin subsidios. Un país que ve amenazados los servicios sociales que no han sido desmantelados, como los relativos a la dependencia, y, que en los últimos años ha vivido un retroceso en las leyes que protegían la libertad ciudadana, caso de la ley mordaza.
No han sido buenos los últimos cuatro años para la mayoría de los ciudadanos. No lo han sido para los trabajadores, que han perdido el empleo o el poder adquisitivo de sus salarios o ambos; no lo han sido para los pensionistas, que han visto cómo sus pensiones se rebajaban de facto al suspenderse el Pacto de Toledo y al introducirse el copago farmacéutico; no lo han sido para los estudiantes, que han visto reducidas sus becas. No lo han sido para la gente decente, que han visto cómo prosperaban la corrupción y los corruptos.
En verdad, la legislatura que acaba solo ha sido buena para quienes se dedican a la ingeniería financiera, para quienes presiden las grandes corporaciones y para Bárcenas, que ha salido de la cárcel con todos sus dineros y nadie sabe cuándo será juzgado.
Así y todo, las encuestas apuntan a un nuevo triunfo del partido que ha causado un roto considerable en millones de españoles y que aún alardea de su destreza. Ni la desfachatez con que tiró por la borda su programa para hacer lo contrario de lo que había prometido, ni su indiferencia al dolor de las miles de familias desalojadas de su trabajo y de sus viviendas, ni su desfachatez ante la corrupción parecen importarles a esos millones de personas que se disponen a votarlos en vez de botarlos.
Es el eco de ese “vivan las caenas” cíclico, tan español. Ese eco tan desalentador para quienes creemos que la política es el mecanismo para cambiar el mundo.