lunes, 23 de mayo de 2016

Andrea se come el pollo

Que no, Andrea Levy, que salir hoy a dar la cara sobre si la fianza que el juez de la Audiencia Nacional ha impuesto al PP por el manejo de la caja B es una sanción, una multa o un aval no es competencia de la vicesecretaria de Estudios y Programas. Lo de hoy era una reto para gente con cuajo, para el responsable, no para un mandao, mandada en tu caso.  

Si en vez de tener treinta y pocos años como tú tienes -y las perspectivas enteritas de hacer una carrera política modelo Soraya- tuvieras sesenta y tantos y disfrutarás de una jubilación ganada a pulso, te hubieras plantado ante el jefe y le hubieras dicho, sin perder esa sonrisa de escualo que se os pone a veces, Mariano, este pollo es tuyo y te lo comes tú.

Pero eres joven y ambiciosa, cualidades de desigual textura, como ya irás aprendiendo, y te ha tocado salir a repartir ruedas de molino entre la prensa que, loado sea Alá, ha desarrollado buenas tragaderas y a estas alturas os compra cualquier mensaje. Has compuesto el gesto de chica lista y has aplicado el principio de que no hay mejor defensa que un buen ataque. Así que has esbozado la teoría de que todo es falso menos unos hilillos de plastilina y enseguida has pasado al fondo de la cuestión,  esto es, ojocuidao con Venezuela y, peor aún, con Pedro Sánchez. 

Dicen que los jóvenes del PP estáis hartos de tanto pringue que han dejado los mayores por los rincones de Génova, 13. Que queréis limpiar el local para que no os salpique.  No te digo yo que no, pero hay una cosa más verdad que tu juventud, tan tierna, y tus ambiciones, tan lícitas. Los ciudadanos, por muy atontados que parezcamos, nos merecemos un respeto. Nos merecemos que alguien se haga responsable de tanta corrupción y tanto mamoneo en el PP. Nos merecemos que alguien salga y diga: yo soy el responsable y aquí tienen ustedes mi dimisión. Como ya voy siendo muy mayor, creo firmemente que, para que la derecha pudiera ser creíble, el Partido Popular debería disolverse y fundarse de nuevo, con gente decente, que estoy segura que la hay. Lo que no nos merecemos es que nos insulten a la cara. Creo que no, Andrea, nena.

Dicen las encuestas que tenéis las elecciones a pedir de boca y a lo mejor dicen verdad pero una cosa te digo. No sé cómo será el cargo con el que sueñas, no sé qué te habrán prometido hoy para que salgas a la palestra con esos bríos dispuesta a comerte el pollo en público, pero acuérdate de lo que te digo: te va a costar mucho hacer la digestión.  

viernes, 20 de mayo de 2016

Nuestros mártires

El 23 de abril se celebraba en la catedral de Burgos una ceremonia solemne: la beatificación de cinco hombres asesinados hace 79 años, que han pasado así a ser venerados como los Mártires burgaleses.
¿Quienes son estos mártires? El primero de ellos, Valentín Palencia, había nacido en Burgos, en 1871, en una familia humilde, su padre era zapatero, su madre, portera en una casa de la Flora, en cuya buhardilla vivían. Estudió en el seminario de San Jerónimo como externo por carecer de medios económicos y fue ordenado sacerdote en 1895. Al año siguiente se le encomendó la parroquia de Susinos del Páramo, donde permaneció dos años.
Sus inquietudes, sin embargo, estaban en la promoción cultural y profesional de los jóvenes carentes de recursos, así que enseguida pasa a ser director, capellán y profesor del Patronato de San José para la enseñanza y educación de niños pobres, donde llegó a atender a un centenar de niños, 40 de ellos internos, y financió un comedor de invierno. Esa generosidad y trabajo le hizo famoso en su época y fue reconocida por el gobierno de Primo de Rivera que, en 1925, le concedió la Cruz de la Beneficencia.
Su ilusión era crear una escuela profesional para dar formación y un oficio a los niños acogidos pero, a falta de recursos, creo un pequeño taller donde, además de instrucción escolar se impartían clases de dibujo, teatro o música. Formó un coro y una banda de música que actuaba en conciertos y procesiones.
En verano, a los niños que no tenían adonde ir los llevaba a la playa de Suances, acompañados de un grupo de músicos del Patronado. Y allí les pilló el levantamiento militar en 1936. Primero la iglesia donde celebraba los oficios religiosos fue convertida en garaje, luego le fue prohibido celebrar la misa, que siguió oficiando clandestinamente, a la vez que atendía a los enfermos y llevaba la comunión a las monjas trinitarias del pueblo. Así, hasta que un alumno lo denunció ante el Frente Popular de Torrelavega. Fue detenido con seis jóvenes, cuatro de los cuales se ofrecieron a acompañarle: Donato Rodríguez, Germán García, Emilio Huidobro y Zacarías Cuesta. Los cinco fueron fusilados en el monte de Tramalón de Ruilova en enero de 1937.
Estremece conocer las circunstancias de estos asesinatos, la estupidez de los asesinos, que privaba a la sociedad de una persona generosa, dedicada precisamente a los más desfavorecidos. Estremece pensar cuántos hombres y mujeres perdieron la vida, nada más que por la brutalidad y la irracionalidad de quienes despreciaban a la justicia y carecían de otras razones pero disponían de armas.
Nadie puede negar el hecho incuestionable de que fue una parte del ejército el que se levantó en armas contra el gobierno legalmente constituido y que, al no triunfar su pronunciamiento, abrió una guerra civil que aún duraría tres años, pero produce espanto constatar que a uno y a otro lado de las trincheras grupos de españoles se dedicaban a eliminar con parecida saña a aquellos que se afanaban en mejorar las condiciones de vida de sus semejantes.
Produce espanto, dolor, vergüenza, desazón, constatar esos hechos. Pero muy distinto ha sido el tratamiento recibido por las víctimas de uno y otro lado.
Al conocer las circunstancias de la muerte de Valentín Palencia, el ayuntamiento de Burgos hizo constar su sentimiento y en 1941 le dedicó una calle. En octubre de 2015, el papa Francisco le declaraba siervo de Dios, junto con sus cuatro compañeros. El 23 de abril, todos ellos eran beatificados como mártires en un acto solemne presidido por el representante papal, el cardenal Angelo Amato, al que asistió el nuncio del Vaticano, el presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo titular de Burgos, el arzobispo emérito, el de Pamplona, y los obispos de Segovia, de León, de Vitoria y de Ciudad Rodrigo, los abades de San Pedro de Cardeña y de Silos...
La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos, ellos han sembrado amor, no odio; han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados”, afirmó el cardenal Amato en su homilía. “Los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino construyendo un presente más luminoso y fraterno”, señaló el cardenal.
Resultan muy alentadoras esas palabras y más lo serían si estuvieran acompañadas de obras en congruencia. Porque el cardenal y el papa, y sin duda los arzobispos y obispos que asistieron a la ceremonia no ignoran que en Burgos hubo muchos más mártires que los que la iglesia beatificó en abril. (Mártir, dice la RAE, es la persona que padece muerte en defensa de su religión o de sus creencias o convicciones). Algunos de esos mártires, incluso, fueron asesinados por indicación de los párrocos, como el maestro Benaiges, del que hablé aquí, nada más que porque no iban a misa. La relación es muy amplia pero recordaré solo a Daniel Bonilla, a Gregorio Díez, a Camilo Domingo, a Casilda Quintana, todos ellos maestros, al músico y folklorista Antonio José... Todos ellos vivían entregados a una causa justa y murieron por sus convicciones y creencias, tan justas y elevadas como las de los mártires beatificados, aunque no fueran las mismas. Sin embargo, durante los casi 40 años de dictadura, durante los 40 años después de la muerte del dictador, permanecen las resistencias a que aquellos mártires que aún permanecen en las cunetas, en las fosas comunes reciban digna sepultura. No estaría de más que la iglesia pidiera perdón por tantas víctimas como señaló para que otros ejecutaran en su nombre pero, como eso parece imposible, es de desear que al menos no encizañen más.
Porque ahí sigue, una televisión financiada por la Conferencia Episcopal dedicada concienzudamente a fomentar el enfrentamiento civil. Ahí está, una parte del clero que sigue reclamando unos privilegios ajenos a una sociedad civil y laica y unos obispos que se pronuncian sobre cuestiones del ámbito político de una forma que en un seglar sería motivo de procesamiento, sin que nadie los desautorice ni se les aplique la ley mordaza.
Cada vez que paso por delante de la catedral de Burgos y veo el cartel de los Mártires burgaleses me estremezco al recordar su muerte pero también me pregunto si la iglesia considera suyos, o al menos respeta, a tantos otros mártires, personas decentes y abnegadas, que también murieron en defensa de sus convicciones.

lunes, 16 de mayo de 2016

Un quinquenio negro

Iba a escribir que se ha pasado como un suspiro pero no es verdad. Este ha sido un largo quinquenio negro. El tiempo transcurrido desde el 15 de mayo de 2011 y el de 2016 es uno de los periodos más duros y dramáticos de nuestra historia reciente. Un tiempo, gestionado políticamente por el Partido Popular, durante el que tres millones de personas han sido expulsados de esa franja más o menos confortable que es o era la clase media. Una clase media que gozaba de trabajo con el que ganaba un sueldo, no muy alto pero que le permitía algunos caprichos: unas pequeñas vacaciones, comer fuera de casa de vez en cuando, ir al teatro... Tres millones de personas han pasado directamente a la clase baja o han sido excluidos del sistema. Entretanto, una minoría se ha enriquecido hasta extremos vergonzosos con el beneplácito de todas las instituciones creadas para llevar a cabo una distribución equitativa.

Eso sin contar con los cuatro millones de parados, la mayoría sin cobertura social, los recortes en sanidad, en educación, el desmantelamiento del sistema de dependencia, a lo que hay que añadir el recorte en los derechos que parecían consolidados: derechos laborales, de expresión... Un quinquenio negro.

Pese a las expectativas y la ilusión que suscitó el movimiento 15-M, la realidad ha sido obstinada. Las elecciones celebradas unos días después consagraron la mayoría absoluta del PP y abrieron una brecha en la izquierda que no se va a cerrar ni pronto ni fácilmente.  

Un quinquenio negro pero no inútil. El 15-M supuso una aldabonazo, un grito común de protesta, un diagnóstico de los males que aquejaban al país. Pero no solo. Fue también una llamada para elaborar propuestas que nos sacaran del atolladero. Una generación, marginada por la crisis, se ha lanzado a imaginar nuevos formatos de gestión, nuevas soluciones para problemas endémicos. Aún no sabemos si nos sacarán del atolladero pero resultan esperanzadores y suponen un primer paso. 

En lo político, en este tiempo le ha salido un competidor al PP en Ciudadanos, que pretende ser una derecha civilizada y está por ver si lo consigue. Y ha surgido un movimiento nuevo, Podemos, que se reclama heredero del movimiento 15-M, ni de izquierdas ni de derechas, con vocación y aspiración de gobierno. Podemos se ha presentado como la renovación pero, hasta el momento, ha presentado un programa socialdemócrata y ha seguido las pautas de los viejos partidos. Lo que viene a demostrar hasta qué punto es difícil transformar las prédicas y las ilusiones en realidades. 

No ha sido un quinquenio fácil para nadie, excepto para esos privilegiados que residen en el paraíso, ajenos a contingencias. En este país del primer mundo hay miles de niños que pasan hambre todos los días, jóvenes que no encuentran trabajo ni lo van a encontrar, jóvenes que han tenido que abandonar el país para poder vivir, familias sin ningún ingreso, familias que tienen trabajo pero no llegan a fin de mes, jubilados que sostienen a sus hijos y nietos, pensionistas que ven cómo se deprecian sus ingresos, dependientes abandonados a su suerte. 

Hoy he pasado por Sol. Aparentemente, la única diferencia es que el nuevo ayuntamiento ha quitado los obstáculos que impedían sentarse en los bordes de las fuentes. Sin embargo, nada será igual después del 15-M . Nada podrá ser igual.

El 16 de mayo de 2011 escribí este post. Luego, seguí con emoción la acampada de Sol y los movimientos de aquellos días. Pero tres días antes, había escrito también: 
"Una ola de conservadurismo nos invade con más eficacia que el tsunami que se extendió por las costas japonesas tras el terremoto. Se diría que la izquierda ha desaparecido. Nada queda del comunismo, ni del socialismo, tal como cuando éramos jóvenes pensamos que construiría la sociedad. Apenas queda nada del centrismo progresista que soñamos en los años de la transición. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué no somos capaces de elaborar una alternativa válida? ¿Por qué no somos capaces de reaccionar? No tengo respuestas. Sólo preguntas". Y me parece que sigue en vigor como hace cinco años.

domingo, 8 de mayo de 2016

A la memoria de un buen maestro: Antonio Benaiges

La burgalesa Casa del Cordón, ese lugar donde vino a morir Felipe el Hermoso, hoy sede de La Caixa, acogió el sábado 7 de mayo un acto de homenaje a Antonio Benaiges, un maestro poco conocido en estos lares, cuya memoria nos ha llegado como en un reflujo del otro lado del océano.
Benaiges era un joven maestro nacido en Montroig del Camp (Tarragona), un maestro con inquietudes docentes, que seguía los métodos pedagógicos de Celestin Freinet. Empezó a desarrollar esta técnica en una cooperativa que formó con otros docentes catalanes en Vilanova y la Geltrú. Socialista y afiliado a UGT, dejó su tierra para hacerse cargo de la escuela de Bañuelos de Bureba, un pueblo del norte de la provincia de Burgos, que en 1934, cuando llegó el maestro, no llegaba a 300 habitantes. Un pueblo sin carretera, ni luz, ni agua. Unas tierras “abrasadas por el sol y quemadas por el frío y esclavizadas por la ignorancia”, como escribió en octubre de 1936 su amigo Patricio Redondo.
A la escuela iban una treintena de niños y niñas que pronto experimentaron los nuevos métodos pedagógicos de Benaiges, basados en la experimentación, el descubrimiento y la expresión personal de los pequeños. El maestro sacaba a los alumnos de las aulas y los llevaba al campo para que aprendieran sobre el terreno. El maestro trataba a los niños con afecto, era su amigo, y, contra el criterio generalizado de que la letra con sangre entra, no los pegaba. El maestro compró un tocadiscos en el que ponía música y costeó de su bolsillo una imprenta con la que los niños elaboraban sus cuadernos, vertiendo en ellos sus pequeñas historias: la descripción del pueblo, la visita de un fotógrafo, que los retrató a la puerta de la escuela, la promesa del maestro de llevarlos a ver el mar. Esos cuadernos volaron a otros centros Freinet: a Cataluña, a Francia, a México...
La promesa de ver el mar acabaría costándole cara a Antonio Benaiges. En julio de 1936, en vez de volver con su familia a disfrutar de las vacaciones estivales, se demoró en Briviesca tratando de encontrar un autobús en el que trasladar a los niños de su escuela a Tarragona, a ver el mar. El 19 de julio sería detenido, humillado públicamente -fue paseado desnudo por la calle- torturado y, finalmente, asesinado y enterrado en una fosa común en el monte de La Pedraja.
A Antonio Benaiges lo describen quienes le trataron como un hombre pobre y generoso, una persona de gran valor, comprometido con su trabajo. “Vivo la vida sincera, la mía, dándome a los demás”, le oyeron decir. ¿Cual fue entonces su delito? Varios y todos graves a ojos de un poder caciquil, al que le convenía una población ignorante como mano de obra barata y fácilmente manipulable, y un poder clerical que veía enemigos en los militantes de partidos de izquierda.
A Antonio Benaiges se lo llevaron y lo asesinaron los falangistas pero en su contra testimoniaron el alcalde y el cura del pueblo. Dijeron que ponía música y cantaba con los niños, actitudes impropias de un maestro. Pero dijeron, sobre todo, que era comunista y que no iba a misa. Sus asesinos no solo no fueron procesados sino que fueron premiados. Ni siquiera han pedido perdón.
No solo mataron al maestro, también destruyeron cuanto había en la escuela que pudiera recordarlo. Algunas familias guardaron los cuadernos elaborados con la imprenta pero la mayoría los quemaron por temor a represalias. Y sobre Antonio Benaiges se extendió un pesado silencio que duró más de 30 años.
Su familia supo pronto de su muerte pero no del lugar de su enterramiento. Y solo pudo recordarlo. Hasta que muchos años después, llegaron noticias de México, adonde habían llegado los cuadernos de los niños de Bañuelos de Bureba, y donde el nombre de Antonio Benaiges y sus métodos pedagógicos eran admirados. Luego, se escribió un libro sobre su vida: “El maestro que prometió el mar”. Después, se hizo un documental sobre su experiencia docente: “El Retratista”.
Y en agosto de 2010, coincidiendo con la exhumación de una fosa común de la Pedraja, se empieza a recuperar la memoria de un maestro, modelo de docentes. Enseguida se constituyó una Asociación Escuela Benaiges en el propio Bañuelos de Bureba, una entidad sin ánimo de lucro que se ha propuesto restaurar la vieja Escuela abandonada y crear en ella un Museo-Taller Pedagógico que muestre la experiencia que allí se practicó entre los años 1934 y 1936. (Si quieres colaborar con la Asociación aquí puedes ver cómo hacerlo).
En la sesión de homenaje a Antonio Benaiges, organizado por FETE-UGT y la Asociación Escuela Benaiges de Bañuelos de Bureba, intervinieron el alcalde de Bañuelos y una representante de la Junta de Castilla y León, escritores, profesores, cineastas, dibujantes, maestros, sindicalistas, familiares de los niños que fueron alumnos del maestro y familiares del propio maestro.
Se reclamó una educación que tenga memoria y una memoria histórica que tenga educación, se reivindicó el recuerdo de aquellas personas que dieron la vida para que las nuevas generaciones puedan vivir hoy en libertad, puedan aprender, puedan construir un país en democracia. Se honró, en suma, la memoria de un hombre bueno: Antonio Benaiges, víctima del odio y la sinrazón. 

viernes, 6 de mayo de 2016

Iglesia de San Sebastián de Madrid, el Hola de las letras y las artes

No es la más bonita, ni la más antigua, ni la más grande. La iglesia de San Sebastián de Madrid no es nada de lo dicho pero es la más vip de las parroquias de la capital. Aquí fueron bautizados Tirso de Molina, Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, José Echegaray, Jacinto Benavente y hasta Luis Candelas. Aquí se casaron Juan de la Cierva con María Quiñones, Mariano José de Larra con Josefa Wetoret, José Zorrilla con Florentina O'Reylly, Gustavo Adolfo Bécquer con Casta Esteban, Mariano Fortuni con Cecilia Madrazo, Ramón del Valle Inclán con Josefa Blanco, Rafael Gomez "El Gallo" con Pastora Imperio y Antonio Buero Vallejo con Victoria Rodríguez. Y aquí se oficiaron los oficios de difuntos a la muerte de Miguel de Cervantes, Félix Lope de Vega Carpio, Juan Ruiz de Alarcón, Luis Vélez de Guevara, Juan de Villanueva, José de Espronceda, Ventura de la Vega o Jacinto Benavente. Más de dos millares de celebridades guardan sus archivos. El Hola de las artes y las letras al completo, como se ve. 

Lope de Vega fue, además, enterrado en el cementerio parroquial y por aquí deben andar sus huesos o el polvo enamorado de aquellos huesos, perdidos para siempre en alguno de los levantamientos de osamentas usuales en la época. Mejor suerte corrieron los restos de Juan de Villanueva y Ventura Rodríguez, arquitectos que contribuyeron a realzar la fisionomía de la villa y corte, que reposan en "la capilla de los arquitectos" adonde llegaron a finales del siglo XIX procedentes de San Francisco el Grande.

En la misma capilla, llamada también de Nuestra Señora de Belén en su Huida a Egipto, descansan las víctimas del 2 de mayo de 1808, "feligreses que eran de esta parroquia", según reza una lápida descubierta en el lugar. No lejos de esta capilla se encuentra la de la Novena, también llamada de los cómicos, por contar entre sus devotos a muchos actores de teatro.

La iglesia ocupa un solar entre las calles de Atocha, San Sebastián y Huertas, en la frontera del barrio de las Musas, hoy conocido como barrio de las Letras, de ahí el famoseo de su parroquia. A su archivo y no a su arquitectura le debe, pues, su condición de Bien de Interés Cultural que ostenta desde 1969.
La primitiva iglesia de San Sebastián se fundó en 1541 y fue demolida en 1550 para construir una obra nueva que concluiría en 1578 y se ampliaría en 1612. En la guerra civil fue atacada por un bando y por su contrario. En el verano de 1936 grupos de anticlericales la saquearon e incendiaron su interior y en la premonitoria fecha del 20 de noviembre del mismo año la aviación franquista remató la obra de los anteriores. Solo quedó en pie la cabecera, la mencionada capilla de los arquitectos, la torre campanario y la fachada que daba a la calle Atocha. 
Finalizada la guerra, se trató de reconstruir la iglesia, encomendándose la tarea a Francisco Íñiguez Almech. Se cambió su orientación, trasladando el altar mayor a una de las naves y el acceso principal, que estaba en la calle San Sebastián, pasó a la calle de Atocha. La antigua torre, que era una de las más altas de Madrid, quedó inacabada. El resultado es una construcción de considerables dimensiones y un tanto caótica, con rincones notables como la susodicha capilla de los arquitectos y algunos lienzos de Lucas Jordán. El altar mayor es obra de los Talleres Granda. La escultura del santo titular es copia del San Sebastián que Berruguete hizo para el convento de San Benito de Valladolid, una especie de Apolo en éxtasis. Si te interesa una descripción pormenorizada de la iglesia puedes encontrarla aquí
Ya se ha dicho que en un rincón entre las calles de Huertas y San Sebastián se encontró el cementerio parroquial, también conocido como el de los cómicos. Aquí fue enterrada la actriz María Ignacia Ibáñez, apodada la Divina. Su enamorado, José Cadalso, protagonizó un episodio propio del romanticismo del momento, al tratar de desenterrar a su amada para contemplar sus restos, lo que, según la leyenda, evitaron los criados del Conde de Aranda. Hoy, ocupa el viejo camposanto una floristería conocida como el Jardín del Ángel, una especie de isla espiritual en el tráfago madrileño. 

miércoles, 4 de mayo de 2016

Así que pasen otros cuarenta años

Ayer se cumplían 40 años de la aparición de El País, un periódico que en aquel momento venía a anunciar una manera distinta de informar, de hacer periodismo. Pero aquel primer número salió  con grandes dificultades y eso hizo que no llegará a muchos lugares de la periferia, a lo que entonces se conocía como provincias.

A Aranda,  en la provincia de Burgos, llegó al día siguiente, el 5 de mayo. En esa misma fecha se daba por concluida la huelga en la factoría Michelin, que se había prolongado durante 90 largos, eternos días. Mientras el número 2 de El País llegaba a los quioscos los trabajadores de la fábrica de neumáticos volvían al trabajo.

No todos. Como ya he contado, 37 de ellos fueron despedidos y la empresa se negó en redondo a su readmisión. Se inició para ellos y para sus familias una vida mucho más difícil de lo que había sido hasta entonces. La mayoría habían sido tentados con suculentas mejoras si rompían la huelga pero se negaron a ser desleales con sus compañeros. Algunos abandonaron la ciudad y nunca volvieron. Otros permanecieron buscando un trabajo que siempre se les regateó, sospechosos de unas acusaciones nunca formuladas.

Han pasado 40 años y así que pasen otros 40 más, los trabajadores que desde entonces gozaron/gozamos de unos derechos por los que ellos lucharon estaremos en deuda con Marcos, Moncho, Ricardo, Eliseo, Ciríaco, los Jesuses, Pedro, José Luis, Carlos, Paco, Victor, José Manuel y el resto de los despedidos.

Porque cuando se homenajea a quien explota y se olvida a quien ayuda se está eligiendo un modo de vida.