jueves, 31 de marzo de 2011

El muro del capitalismo

Estoy perpleja, lo confieso. Un virus o algo similar nos mantiene paralizados. Quizá sea por causa de las emanaciones nucleares de Fukushima, que nos hemos convertido en estatuas de mármol y aún no nos hemos dado cuenta.

Voy a pasar por alto las causas que originaron la crisis económica que asola las economías de los países desarrollados. Sus culpables son conocidos con nombres, apellidos, profesiones y lugar de residencia, pese a lo cual, campan a sus anchas, más ricos y poderosos que antes de la fechoría, mientras sus víctimas pagamos el roto.

Tampoco insistiré, por ser harto doloroso, en el drama de miles de ciudadanos africanos que están enterrando su vida y sus sueños en el Mediterráneo, ese mar que era nuestro, suyo y de los europeos. Algunos, los que logran llegar a tierra, a Lampedusa, por ejemplo, han de soportar aún la burla de i-responsables como Berlusconi.

Berlusconi, esa es otra especie que me causa confusión. Pero no el único. Atravesamos una sequía de políticos de talla intelectual y ética. No hay excusa ni consuelo, son los que elegimos nosotros.

Ninguno de esos males nos mueve a la mínima protesta. Ocasionalmente, comentamos nuestro malestar con los próximos, con quienes sabemos que coinciden con nosotros pero sin ir demasiado lejos, como si todo fuera debido a una suerte de fatalidad.

¿Qué decir de la prensa? El cuarto poder anda, en los altos niveles, despellejándose mutuamente en defensa de la cuota de poder que los mantiene, y, en el pelotón de brega, tentándose la ropa no sea que acabe pagando la factura de la crisis de lectores, de audiencia y se encuentren un ere para ellos solitos.

De vez en cuando, un joven periodista, Ignacio Escolar, viene a remover las aguas estancadas y dice lo que casi todos callan: quiénes son los que mandan.

Por eso, porque mi generación está adormilada o aturdida o corrompida o muerta y los jóvenes están callados o mudos, me ha sorprendido que salga un hombre que frisa el siglo, a reivindicar la indignación. Indignaos, dice Stéphane Hessel, que el muro del capitalismo puede caer como cayó el de Berlín.

Hessel, superviviente de los campos nazis y participante en la redacción de la Declaración de los Derechos Humanos, ha escrito un libro-proclama. «Comprometeos, indignaos. Buscad formas de militancia y resistencia pacífica, recuperad la confianza en los partidos y buscad en Internet las organizaciones que defienden los derechos humanos. Con un click podemos contactar con gente que comparte la misma indignación. No estamos solos».

Una corriente de aire fresco.

martes, 8 de marzo de 2011

Mujeres


Hoy se han llenado los medios de comunicación de palabras en femenino. Celebran así el Día Internacional de la Mujer. Mejor eso que nada pero conviene no olvidar que si se mantiene un día de reivindicación es porque la realidad es adversa. Obstinadamente adversa.

En España, este año han dedicado el homenaje a las mujeres mayores. No había caído en la cuenta pero yo estoy ya incluida en el grupo.

A mi generación le ha tocado ir abriendo puertas, dar pasos que luego se revelaron decisivos. Yo he participado en esa tarea, lo digo con gozo. Hemos sido las primeras en:

- Llegar a la universidad.
- Acceder a un trabajo remunerado.
- Elegir si nos casábamos o permanecíamos solteras.
- Decidir si queríamos tener hijos o no y, en caso afirmativo, cuántos y cuándo.
- Divorciarnos.
- Viajar solas por el mundo
- Decidir el tipo de vida que queríamos llevar porque, en última instancia, disponemos de nuestro propio presupuesto: somos autosuficientes.

Echo la mirada hacia atrás y recuerdo que fui la primera mujer periodista contratada en el periódico de la provincia en que vivía, que fui de las primeras mujeres en reclamar la obligada receta de anovulatorios (la pastilla antibaby, que llamaban), de las primeras en colocarme un diu, de las primeras en divorciarme, de las primeras en afrontar una vida independiente (con dos hijas a mi cargo, pero independiente), también la primera mujer que pronunció el pregón de fiestas de su pueblo.

Son conquistas que valoramos mucho porque conocemos bien las consecuencias de carecer de ellas: hasta 1981, las mujeres españolas teníamos la consideración legal de menores de edad, de incapaces legales. Independientemente de que dispusiéramos de ingresos propios, era el padre o el marido quien ejercía la tutela. Ellos eran quienes debían otorgar el permiso para viajar, para abrir una cuenta bancaria, para tomar cualquier decisión. Suya era la voluntad, no nuestra.

No obstante, miro en derredor y la realidad sigue mostrando un mundo desigual. Las mujeres seguimos siendo ciudadanas de segunda categoría incluso en los países desarrollados: trabajamos más (dentro y fuera de casa), ganamos menos, tenemos empleos más precarios, y, cuando conseguimos acreditar una pensión de jubilación ésta es un 40% inferior a la del hombre.

Hay que seguir en la lucha, queda mucho por andar y no cabe el desaliento. No se lo han permitido, las mujeres que quiero recordar un día como hoy:

- la presidenta de la Cooperativa de Kalandia (localidad junto a Ramalla, en Palestina), que me confesó que no había conocido un día de paz en toda su vida.
- Samira Khoury, palestina, veterana activista por la paz, los derechos humanos y la igualdad, lo que le ha llevado a padecer prisión, y que hace más de 50 años creó la Asociación de Mujeres Democráticas en Nazareth.
- Molly Mallekar, de la organización Bat Shalom – Hijas de la paz - organización feminista israelí integrada por mujeres judías y palestinas que luchan juntas para alcanzar una paz real, una resolución justa del conflicto palestino israelí
- Maysa Baransi-Siniora, palestina, directora de la emisora “All for peace” en Jerusalén, que tiene como subdirector a un judío.
- Michelle Bachelet, médica pediatra, presidenta que fue de Chile y ahora directora de la Agencia de Naciones Unidas para la igualdad, la llamada ONU Mujeres.

Excepto Bachelet, las demás son desconocidas. Poca gente sabe de su trabajo, sus dificultades, sus logros, nunca alcanzarán la fama de Belén Esteban o Paris Hilton pero si el mundo mañana es un poco mejor, a ellas se lo deberemos.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Enrique Curiel

Hoy ha muerto Enrique Curiel. No ha llegado a cumplir los 64.
Yo le recuerdo joven, guapo y valiente. Representó la dignidad de una generación, la mía. Nos hizo sentir mejores de lo que éramos.
Hoy, estoy un poco de luto. Todos lo estamos, incluso quienes no le conocieron.