lunes, 26 de octubre de 2015

Madrid, Gran Vía, 32

La Gran Vía de Madrid va de la calle Alcalá con la Plaza de España y es una de las arterias más frecuentadas de la capital pero no de las más antiguas. De hecho, aún no ha cumplido el siglo. Abrir una avenida en pleno corazón de la capital de España fue una de esas macro operaciones urbanísticas a las que tan dados son los alcaldes de todos los tiempos. En este caso se pretendía sanear el casco antiguo, derribar sus viejas casuchas y sustituirlas por construcciones acordes con la ciudad moderna y europea que aspiraba a ser. Las obras se iniciaron en 1910 y acabaron dos décadas después.
A lo largo de su historia, la Gran Vía ha sido bautizada como Avenida de Eduardo Dato, de Pi y Margal, de Conde de Peñalver, de la CNT, de Rusia -entre 1936 y 1939- y de José Antonio -entre 1939 y 1981-.
Son muchos sus edificios notables y, entre ellos, el número 32, el conocido como Madrid-París, sede de la emisora Unión Radio desde su fundación en 1925 y de su heredera, la actual Cadena Ser, pero también de los Almacenes Sepu entre 1934 a 2002.
Inicialmente, fue construido para alojar el primer centro comercial de la capital, los Grandes Almacenes Madrid-París, inaugurados por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en enero de 1924. Era entonces un edificio vanguardista, por su concepción y por los materiales utilizados, que se distribuye en torno a un gran patio de luces octogonal y cubierto que llega desde la planta baja hasta la cuarta planta.
El edificio ha sido remodelado interiormente muchas veces con ligeras variaciones exteriores, como la incorporación de una escultura del Ave Fénix, realizada por Mariano Benlliure.
Fue adquirido por el Grupo Prisa en 1987 que lo vendió en 2008 a un consorcio inversor a quien este año se lo ha comprado el Grupo Pontegadea, del que es propietario Amancio Ortega, dueño de Zara.
En este edificio, de nuevo remodelado, se inauguraba el 15 de octubre el mayor centro de la firma Primark. Durante varios días, las colas ante el nuevo centro han sido interminables.
Lejos ya de los tiempos gloriosos de “en Chicote un agasajo postinero con la crema de la intelectualidad”, la Gran Vía se ha convertido en una sucesión de franquicias desde que en 1981 un McDonald's sustituyó a la joyería Aleixandre.
La última remodelación de Gran Vía 32 ha recuperado el gran patio central y la original linterna poligonal de hierro y cristal, atribuida a la escuela de Eiffel. A primera vista, hay algo incongruente entre el continente y el contenido, entre la grandiosidad del entorno y las prendas de bajo precio de la oferta. También parecería un contrasentido que el propietario del edificio acoja en él a la competencia. Pero si al salir de Primak sigues paseando hacia Callao por esa misma acera te sorprenderás admirando los escaparates de la principal firma del hombre más rico de la lista Forbes como si se tratara de una gran firma de costura.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Petra Delicado en el Museo Thyssen

Si piensas que vivir en Madrid son todo ventajas es que sabes sólo la mitad. Es cierto que la capital ofrece muchos alicientes pero también es verdad que cada día llegan a la ciudad oleadas de gente deseosas de comprobar si es verdad lo que se cuenta de ella. La ventaja es que, al contrario que los visitantes ocasionales, puedes volver a los lugares tantas veces como quieras. O puedas.
Aviso a quienes hayan hecho planes para ver el reestreno de El alcalde de Zalamea en el renovado Teatro de la Comedia que no hay entradas hasta finales de noviembre y no de las mejores. Y advierto que ya os podéis dar prisa si queréis ver Reikiavik en el Teatro Valle Inclán porque termina el 1 de noviembre. Una demostración de cómo con sólo tres personajes se puede prender la atención y sostener una obra durante dos horas.
En el Museo del Prado hay una temporal del Divino Morales que no deberías perderte porque, sin ser Luis de Morales un pintor de primera fila, es una preciosidad de exposición y puedes contemplar de cerca la técnica del sfumato, en la que era un maestro. No se te olvide que la entrada al museo es gratis a partir de las 18 horas pero solo para la colección permanente. Las exposiciones temporales requieren entrada aparte pero en esa franja horaria tienen descuento del 50%. Los jubilatas pagan sólo la mitad siempre.
Ayer, en el Centro-Centro de Cibeles se inauguraba una retrospectiva de Kandinsky que tiene muy buena pinta así que esta mañana, el colega y yo nos hemos acercado con la optimista intención de verla y con tan mala fortuna de que se nos habían adelantado unos doscientos madrileños temporales o permanentes pero más madrugadores. A pesar de que el Centro-Centro tiene una amplia e interesante oferta nos hemos dado la vuelta con el propósito de aprovechar la buena temperatura para volver a casa andando.
La escultura del Otoño saluda a los muchos visitantes que recorren el Paseo del Prado mientras el sol se da el último baño en la fuente de las Estaciones. Un poco más allá, varios trabajadores del servicio municipal de Medio Ambiente acicalan y limpian los jardines. Esta es la zona que el olvidado Ruiz Gallardón pretendía asfaltar y estos son los árboles a los que se ató Carmen Thyssen Bornesmisza, en demanda de clemencia verde.
Caemos entonces en la cuenta de que en el Museo Thyssen hay una exposición temporal de Edvar Munch. También aquí la tarifa de jubilados es del 50%. Entramos y - oh, maravilla- no hay que esperar. La muestra -se anuncia- “reúne un amplio catálogo de arquetipos emocionales a través de los cuales Munch nos revela diferentes obsesiones existenciales como amor, deseo, celos, ansiedad o muerte; o estados anímicos como melancolía, pasión o sumisión”.
Verdaderamente, se tiene que estar muy atormentado para pintar El grito pero se tiene que ser muy bueno para pintar la Pubertad. El colega rezonga un poco y va poniendo pegas porque este no es artista de su devoción y yo trato de convencerlo de que hasta tanto podamos ir a ver su museo en Oslo esta es una buena oportunidad para ver su obra.
En esas estamos cuando me parece distinguir una cara conocida. Pongo el disco duro de la memoria a toda mecha pero no me sale el nombre. Está ahí la Petra Regalado, le susurro al colega. Se llama Alicia Giménez-Barlett, me aclara. Me acerco a la escritora para felicitarle por el reciente Premio Planeta y pegamos la hebra. Con mucha amabilidad nos presenta a su marido, que le acompaña. Como somos fans total de su serie policíaca le digo que estamos ya esperando su novela. ¿Y si no les gusta? Pues esperaremos la siguiente, le digo.
Como procede en estos casos, posamos para la foto de recuerdo pero, como en la exposición están prohibidas las fotos, enseguida viene un propio que nos lo recuerda. Que la foto es a la escritora, le informo. Pero salen los cuadros, insiste. Así que terminamos rápidamente la visita y nos fotografiamos fuera.
Hemos salido ganando, dice el colega, mejor la escritora que el pintor. En confianza, mejor los dos, si tienes ocasión.

lunes, 19 de octubre de 2015

¿Qué será de los niños de Hebrón?

En julio de 2008, un grupo de mujeres españolas vinculadas al asociacionismo y al feminismo visitó Israel durante quince días con el propósito principal de conocer la realidad sobre el terreno, de establecer contactos con el movimiento asociativo palestino e israelí y ver la posibilidad de establecer algún tipo de cooperación. Con el lema “Mujeres por la Paz”, la comisión se reunió con asociaciones pacifistas de Israel y de Palestina, con parlamentarios de todo el espectro político de la Kneset, el parlamento israelí, con la ministra de Información de la Autoridad palestina y con alcaldes y concejales, con hombres y mujeres destacados y anónimos, deseosos de alcanzar la paz en aquel territorio torturado.
En el grupo había abogadas, sindicalistas, parlamentarias, gestoras de ONG y una periodista, cada una con una función. ¿Cuál era el papel de la periodista? Contarlo. Contar lo que vio. Y eso es lo que hace tantas veces como surge la ocasión.
Cuenta, por ejemplo, que en Hebrón -que presume de ser la ciudad más antigua habitada ininterrumpidamente- encontró dos realidades opuestas. Una ciudad moderna, dinámica, organizada, en la parte administrada por los palestinos -H1-, con unos 140.000 habitantes. Una zona en permanente tensión en la H2, bajo control israelí, con 30.000 palestinos y medio millar de judíos. Es aquí donde se encuentra la tumba de los profetas, lugar sagrado para judíos y musulmanes.
La periodista observó que los residentes judíos hostigan a los palestinos arrojando basura desde los pisos altos, de la que los palestinos se defienden interponiendo mallas entre los pisos altos y el suelo. También comprobó que la principal arteria comercial permanece cerrada pues desde la matanza de 1994 Israel restringió el acceso a lo que era una pujante área comercial hasta lograr su clausura.
La periodista vio a soldados muy jóvenes en los puestos de vigilancia, pertrechados con sofisticadas armas, seguir el paso de jóvenes palestinos que han crecido con el odio cruzado entre las dos comunidades. Bastaría que uno de esos jóvenes se inclinara para coger una piedra y el soldado, poco más que un niño, descargara su arma, como de hecho ha ocurrido con frecuencia.
La violencia en la zona es algo casi sólido. Sin necesidad de remontarse a la matanza de 1929, cuando fueron asesinados 133 judíos, o a la de 1994, cuando un judío fundamentalista mató a 29 palestinos e hirió a otros muchos, en los últimos años al menos 15 colonos han muerto por ataques palestinos. En 2014 aquí se encontraron los cuerpos de tres adolescentes judíos asesinados.
La agenda del grupo de Mujeres por la Paz en Hebrón ha sido elaborada con la inestimable ayuda de la asociación Machsomwatch, integrada por mujeres jubiladas contrarias a la ocupación de Palestina y defensoras de los derechos humanos. Son mujeres corajudas y templadas, admiradas y denostadas por igual, acostumbradas a enfrentarse a situaciones complicadas.
Ellas advierten que los colonos judíos suelen hostigar a quienes pretenden visitar Hebron. Así sucede. Cuando el autobús de la comisión llega a las inmediaciones de la ciudad, un grupo de colonos se aproxima para tratar de desalentar la visita. Un hombre corpulento, conocido de Machsomwatch por su fundamentalismo, se destaca en actitud intimidatoria. Esgrime una cámara pero, sobre todo, un arma de fuego -en Israel raro es quien no va armado- y reclama a gritos que la comisión se dé la vuelta. Enseguida aparece un coche de la policía, que se mantiene al margen de la discusión.
Las mujeres de Machsomwatch mantienen el tipo. Es inútil pedir ayuda a la policía porque nunca se enfrentan a los colonos, aclaran. Cuando la comisión se dispone a recorrer la zona el número de colonos se ha incrementado hasta resultar claramente amenazante. Hay gritos y empujones contra las mujeres mientras el tipo corpulento aparenta grabar todo lo que sucede, al igual que un policía, sentado en un furgón, a un paso de la escena.
De pronto, aparece un grupo de soldados apuntándonos con sus armas. Si alguien pierde los nervios y suena un disparo, aunque sea al aire, puede organizarse una masacre. Las mujeres de Machsomwatch tratan de sosegar los ánimos; los soldados por un lado, la policía por otro, toman posiciones cada vez más próximos pero sin actuar. Es 15 de julio y hace un calor sofocante bajo un sol implacable.
La periodista hace cientos de fotos ante la mirada intimidatoria de los colonos y también de los soldados. No photos, dice uno de ellos. La periodista responde con el argumento que suele darle buen resultado en estos casos: Sorry, I don't speak english. Poco a poco los colonos van retrocediendo en su intimidación sin separarse del grupo. La comisión opta por retirarse y entrar a Hebrón por otro acceso. Si esto ocurre con personas conocidas y amparadas por la embajada de su país,  ¿qué sucederá con los palestinos, que a nadie interesan?
En el camino hacia el autobús una tienda muestra pequeñas piezas de la artesanía del vidrio, tradicional en Hebrón. La periodista compra dos pequeños búcaros para su colección. El palestino de la tienda le habla de las dificultades de los artesanos para obtener arenas de buena calidad y también para vender sus piezas, acorralados como están. “No nos olviden y hablen de nosotros”, le pide a la periodista, que guarda estas piezas como un pequeño tesoro.

La comisión logra, finalmente, pasar uno de los muchos controles que Israel tiene establecidos en la zona, entrevistarse con el alcalde, recorrer los mercadillos, tan parecidos a los de cualquier pueblo español, probar sus ricas uvas -el cultivo tradicional, también- comprobar el deterioro sistemático de la zona administrada por Israel y sentir en la piel el miedo y el odio acumulado durante décadas.
En el camino a la tumba de los profetas la periodista encontró a un tullido pidiendo limosna pero en las calles de Israel encontró a muchos niños y niñas alegres y traviesos como todos los niños. En ellos piensa la periodista cada vez que las noticias vuelven a hablar de Hebrón, siempre por alguna tragedia.
¿Qué será de ellos?, se pregunta.