Los
viajeros que llegan a Portugal desde España tienen opciones muy
variadas para hacerlo y una de ellas es por Évora, a un paso de
Badajoz. “Esta ciudad museo, cuyas raíces se remontan a los
romanos, alcanzó su Edad de Oro en el siglo XV, cuando llegó a ser
la residencia de los reyes portugueses. Su calidad inimitable se
aprecia en sus casas blancas decoradas con azulejos y balcones de
hierro del siglo XVI. Sus monumentos tienen una profunda influencia
en la arquitectura portuguesa en Brasil”, dice de ella el registro
del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Hecha
la presentación, los viajeros solo han de dejarse llevar a través
de su entramado de calles, cuidadas, limpias, hermosas, todas ellas
con algún punto interesante en el que pararse. Si el viajero ha
llegado en coche, lo mejor que puede hacer es dejarlo en cualquiera
de los aparcamientos disuasorios que se reparten alrededor de la
muralla, prácticamente coincidiendo con las puertas de acceso a la
ciudad. Ganará en tiempo y en tranquilidad porque la circulación
por la ciudad amurallada es harto complicada.
Otra
buena idea es situarse en la porticada Plaza de Giraldo, que es el
corazón eborense y donde se encuentra la Oficina de Turismo, por si
el viajero necesitara información, y desde allí acceder a la parte
monumental. Si lo hace por la Rua 5 de Octubro podrá admirar la Casa
de los Condes de Montealegre y la abundancia de balconadas de las
casas.
A
poca atención que haya prestado en su camino, el viajero habrá
comprendido que ésta es una tierra habitada de antiguo. Evora es el
centro de una región rica en monumentos megalíticos -el crómlech
de los Almendros y el dolmen de Aguiar- aunque en la ciudad no se
hayan encontrado restos de esta época.
Los
primeros restos hallados son de la época romana. Cabalgando entre la
leyenda y la historia, se cree que fue sede de las tropas del general
Sertorio. Fue declarada municipium con el nombre de Ebora Liberalitas
Julia, en honor a Julio César; en tiempos de Augusto se integró en
la provincia de la Lusitania. A esta época corresponde el templo
romano, cuyos restos tienen los viajeros ante sí. Lo más probable
es que el templo fuera dedicado al culto del emperador pero ha hecho
fortuna una leyenda del siglo XVII que le vincula a Diana, nombre con
el que algunas veces es identificado.
El
templo fue destruido tras la invasión bárbara en el siglo V y,
posteriormente, sus piedras se utilizaron en la construcción del
castillo medieval. Convertido en una torre, entre los siglos XIV y
XIX fue una carnicería, lo que, a la postre, lo preservó de males
mayores. En 1871 fue demolido el añadido medieval, en una
restauración dirigida por el arquitecto Giusepe Cinatti.
De
su estructura original se conserva completa la base -podium-, de
bloques de granito. Es rectangular y mide 15 metros por 25 y 3,5 de
altura. Se conservan 14 columnas en el lado norte, algunas con sus
arquitrabes, sostenidos por capiteles corintios. El mármol empleado
en los capitales y las bases de las columnas fue traído de Estremoz,
próximo a Evora.
En
el siglo III, los romanos levantaron un primer cinturón de muralla,
del que se conservan unos pocos restos. Tras el dominio visigodo,
Evora conoce una nueva etapa de esplendor con los musulmanes, que
reconstruyen las murallas romanas y construyen un alcázar y una
mezquita sobre la acrópolis.
Los
musulmanes fueron expulsados en 1165 por Gerardo Sempavor -Gerardo
Sin Miedo- un personaje también a caballo entre la historia y la
leyenda, que operó en la zona del Algarve. Al año siguiente,
Alfonso Enríquez otorgaba a Évora su primera Carta de los derechos
feudales y se establecía la Orden de Calatrava, luego de Avis. La
expansión de la ciudad a partir del núcleo árabe obligó a la
construcción de un nuevo cinturón de muralla en el siglo XIV.
Pero
cuando la ciudad brilla en todo su esplendor es en el siglo XVI,
convertida en estancia de la realeza durante largas temporadas. No
sólo los reyes Juan II, Manuel I -que en 1501 le concederá nueva
carta- y Juan III sino también familias nobles como los Cadaval,
Codovil, Gama y Vimioso se construyen palacios en Évora. A esta
época corresponde también la construcción del Acueducto de Agua
Plata. Pintores, poetas y filósofos dan brillo a la vida ciudadana.
Destaca entre ellos, André de Resende, dominico eborense, arqueólogo
famoso en su época. En 1540 la diócesis es elevada a archidiócesis
y su primer arzobispo, el Cardenal Infante, funda en 1550 la
Universidad de Évora, encomendada a la Compañía de Jesús, que
permanecerá hasta su expulsión en 1759 por el Marqués de Pombal.
La
catedral es el primer monumento de Évora. Su construcción se inició
en 1186, a poco de la reconquista cristiana y se consagró en 1204.
Es un templo de transición del románico al gótico. En el siglo XIV
se le añadió el claustro, ya plenamente gótico, y en los XV y XVI
el coro alto, el púlpito, el baptisterio y la capilla de Esporao, de
estilo manuelino. Finalmente, a comienzos del siglo XVIII se
construía la capilla mayor. A pesar de la superposición de estilos,
la catedral, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, ofrece una
sensación de unidad dentro de su grandiosidad.
Arzobispo
de esta catedral y cardenal de Évora fue Enrique I, hermano de Juan
III de Portugal, que accedió al trono tras la desaparición de su
sobrino el Infante Sebastian, en la famosa batalla de Alcazarquivir.
En 1580, al morir sin descendencia el rey cardenal, accede al trono
portugués el rey español Felipe II.
La
fachada, de granito rosa, recuerda vagamente a la seo de Lisboa, cuyo
modelo se siguió inicialmente. Es de planta de cruz latina, con tres
naves, la central de mayor altura. Su portada porticada remata con
arco ojival y seis arquivoltas, con columnas en las que se asientan
esculturas que representan a los apóstoles. A ambos lados de la
portada se levantan dos torres asimétricas, inciadas en el periodo
medieval y completadas en el siglo XVI. Un gran ventanal de tracería
gótica ilumina el interior del templo.
El
claustro es de estilo gótico, con clara influencia del de Lisboa.
Ocupan las esquinas cuatro estatuas de mármol que representan a los
evangelistas. En la capilla del fundador se encuentra la escultura
yacente del obispo don Pedro, con el arcángel San Gabril y una
imagen policromada de la Virgen.
El
antiguo monasterio de Loios se ha transformado en Pousada. Junto a
ella se encuentra la iglesia de San Juan Evangelista, de estilo
manuelino, y en el misma plaza donde se encuentra el Templo romano
permanece el Palacio de Cinco Quinas, con sus ventanas árabes. La
iglesia de San Francisco tiene una “Capilla de los osos”,
decorada con multitud de calaveras y huesos humanos.
Los
viajeros han llegado a Évora con el nombre del restaurante BL Lounge
en la agenda y en su búsqueda darán varias vueltas por la ciudad,
con lo que ganaron doblemente, porque el local valía la busca y
porque en el brujuleo descubrirán el busto del dominico André de
Resende realizado por el escultor Joao Cutileiro, cuyo personal
estilo volverían a encontrar en el monumento al Infante Sebastián
que se alza en Lagos.
Los
viajeros abandonan Évora -ciudad que es Patrimonio de la Humanidad
desde 1986- con la sensación de haberse dejado algo en ella y con el
propósito de volver tan pronto como les sea posible.
Me encanta colarme en tu maleta ;)
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