jueves, 25 de abril de 2013

Gallardón y los obispos: sin complejos

 España es un país no confesional donde el Papa da orientaciones al presidente del gobierno y los obispos escriben el borrador de las leyes. La afición de los obispos al mangoneo político es una constante histórica pero se hace más violenta y transgresora cuando el objeto legal tiene que ver con el sexo y afecta a las mujeres.

Hay que recordar el flujo clerical que se produjo con la aparición de los anovulatorios, conocidos en sus inicios como “pastilla anti-baby” o, más directamente, la “píldora” –como si no hubiera otras píldoras con propiedades diversas- porque, como es bien sabido, una de sus propiedades es que inhiben la función reproductiva.

Lo que salió por la boquita de los obispos en aquellos alabados años 70 lo recordamos bien quienes lo vivimos. Lo que se dijo respecto a quienes tuvieran tentación de utilizar la píldora no es para repetirlo a estas alturas. Lo menos era la condenación eterna; muchas de aquellas mujeres fueron señaladas públicamente, por no mencionar las dificultades que encontraron para que las farmacias dispensaran la dichosa píldora. Porque, igual que pasado un tiempo hubo farmacéuticos objetores del preservativo, muchos más objetaron la dispensa de anovulatorios. 

A pesar de que entonces España fuera la reserva espiritual de occidente, la mayoría de mujeres en edad fértil decidió por su cuenta porque la píldora anticonceptiva suponía un avance inigualable. Suponía, ni más ni menos, la posibilidad de elegir si querían ser madres o no serlo. Y si querían, cuándo. Ellas, sin persona interpuesta. Eso -que las mujeres puedan decidir por sí mismas- es más de lo que la iglesia puede soportar.

Este concepto que el estamento eclesiástico tiene de las mujeres como menores de edad eternamente que han de ser conducidas y guiadas por el macho de la tribu es un sentimiento muy extendido entre un tipo de hombres. Una media de sesenta mujeres muere cada año a manos de hombres que siguen pensando que ellos son los únicos que pueden decidir lo que es bueno para las mujeres cuando éstas han pretendido abandonarlos.  No se conoce que la iglesia haya dictado encíclica, fatwa o pastoral alguna reprochando esta conducta exclusivamente masculina. Seguramente, si los obispos pusieran en combatir a la violencia machista el mismo empeño que ponen en combatir a las mujeres que abortan el número de mujeres muertas a manos del machismo hubiera disminuido considerablemente.

Como no ha sido así, lo poco que se ha avanzado en esta materia se debe a la lucha del feminismo y al apoyo que los gobiernos socialistas prestaron a estas reivindicaciones. Así fue como se consiguió la Ley contra la violencia de género –en la que España fue pionera-: por la lucha de las mujeres. Entonces los obispos estaban en otra onda.

La onda en la que la iglesia en general y la Conferencia Episcopal en particular sintonizan es la que atañe a su sexto mandamiento. Y en ese epígrafe, ocupa el papel estelar lo que tiene que ver con el aborto.

No nos engañemos, el aborto ha existido siempre. Mujeres con alto poder adquisitivo que se han extirpado reiteradamente el apéndice a manos de médicos complacientes han existido siempre. Mujeres que se han puesto en manos de parteras con supuestas habilidades abortivas han existido siempre. Aquéllas han mantenido a salvo su honor porque cuando se mueven en determinados niveles nadie se sorprende de que una mujer tenga varios apéndices intestinales que puedan ser extirpados sucesivamente. Entre las segundas, muchas han muerto o han sufrido horribles hemorragias. O han ido a la cárcel. Porque el aborto era un delito pero sólo para las mujeres que no pueden acceder a médicos discretos y comprensivos o pueden viajar a Londres, donde la ley permite el aborto inducido. También han acabado en la cárcel muchos médicos y enfermeros solidarios que se han prestado a ayudar a mujeres que pedían interrumpir un embarazo no deseado.

Salvo el breve paréntesis de la II República, cuando se aprobó una ley del aborto a instancias de Federica Montseny (CNT) y en el gobierno socialista de Largo Caballero, la primera ley despenalizadora del aborto voluntario se aprobó en julio de 1985 y contemplaba tres supuestos: violación, malformación del feto o riesgo grave para la salud física y psíquica de la embarazada. Los obispos y compañía montaron también un ensayo de la tercera guerra mundial pero la ley salió adelante por la mayoría parlamentaria socialista.

En 2010, -con un gobierno también socialista presidido por Rodríguez Zapatero, por otras razones tan justamente denostado - se aprobó una nueva Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, una ley de plazos como la existente en varios países europeos. La mujer podría interrumpir su embarazo dentro de las 14 primeras semanas de gestación sin tener que justificar sus razones. El Partido Popular presentó recurso ante el Tribunal Constitucional, que aún no ha emitido dictamen. En el programa electoral con que concurrió a las últimas elecciones el PP prometía modificar dicha ley y ahora se dispone a hacerlo. Que ya es casualidad que el único punto de su programa que vayan a cumplir suponga que las mujeres pueden resultar procesadas y acabar en la cárcel por abortar.

Si uno se detiene a escuchar los argumentos de los obispos –y del actual ministro de Justicia- se diría que las mujeres abortan porque no tienen cosa más interesante que hacer o porque son asesinas en potencia. Pero no, ninguna mujer quiere abortar. El aborto es algo traumático para el cuerpo y para el ánimo. Pero hay muchas ocasiones en que ser madre lo es más aún. Y, en última instancia, es la mujer quien pare, quien conoce cuáles son sus circunstancias, quien debe poder elegir si quiere ser madre o no serlo, no los obispos ni el ministro de Justicia.
Ah! Qué distinta sería la sociedad española si la Conferencia Episcopal pusiera el mismo empeño que pone en asuntos de faldas en aquellas materias que tienen que ver con la corrupción, con la especulación, con la explotación de los débiles, con el despilfarro. Qué distinta sería también si el Papa desarrollara en una encíclica el principio evangélico de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que entre un rico en el reino de los cielos. Está por ver que un cura se suba al púlpito y señale con el dedo a un ministro incompetente o a un especulador y le diga con voz tronitonante: Es usted un mal ejemplo para esta feligresía.

No sé en virtud de qué autoridad se alzan los muecines católicos desde sus alminares digitales y analógicos cuando la ley no obliga a abortar a nadie pero la restricción de los derechos ahora vigentes conducirá a la cárcel a mujeres católicas y a otras que no lo son. No sé de qué moral hablan los mismos que no se conmueven con los niños que pasan hambre –aquí y ahora, no en África- los mismos que viven como virreyes y se acogen a privilegios arcaicos para no pagar impuestos que pagamos el común de los mortales.

 
En resumen: el gobierno se dispone a modificar la ley del aborto para volver a la situación de antes de 1985. Aparte de su propio impulso, han empujado en la misma dirección la Conferencia Episcopal y el mismísimo Papa de Roma, que ya le mandó un recado a Rajoy cuando éste le visitó recientemente. Como bien ha señalado Elvira Lindo en su columna de El País, la nueva y restrictiva ley arrojará a las mujeres a la clandestinidad y, en algún supuesto, a la cárcel. 

El Papa de Roma, el arzobispo Rouco, el presidente Rajoy, el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, hombres todos, deciden -sin complejos- que las mujeres no estamos en condiciones de decidir. Los veo, tan sonrientes y satisfechos, y recuerdo la frase que Casona pone en labios de Pedro de Portugal en su obra Corona de amor y muerte: Es admirable cómo se odia el pecado cuando no se puede pecar.

martes, 23 de abril de 2013

Decapitar y capitalizar: en memoria de Alejandro Casona

Hoy yace en el olvido pero en la década de los sesenta se lo rifaban los mejores teatros y su nombre lucía con brillos de neón en las marquesinas del Bellas Artes, del Lara… Alejandro Casona nació el 23 de marzo de 1903, se hizo maestro pero desde muy joven escribió teatro. Unas obras plenas de poesía pero también de fe en la humanidad, en el progreso, en la igualdad de los seres humanos. No era un hombre de izquierda, era un hombre que creía en el progreso de la humanidad.

Participó activamente en las misiones pedagógicas con las que la II República pretendía llevar la cultura a sectores de la población sumidas en la ignorancia.  Sus obras de teatro – La sirena varada y Nuestra Natacha- gozaron de un éxito no menor del que conocía Federico García Lorca.  Como tantos intelectuales de la época, finalizada la guerra civil marchó al exilio, primero en México y luego en Argentina. En este país siguió escribiendo y conoció la consagración como autor.

En España, sus obras empezaron a representarse en los años sesenta con un éxito arrollador. La sirena varada, La barca sin pescador, Los árboles mueren de pie, Nuestra Natacha (con Nuria Espert como protagonista), La dama del alba, Corona de amor y muerte, La tercera palabra… Las mejores actrices y los mejores actores se lo rifaban. Ediciones Aguilar publicó sus obras completas en dos tomos, en la Colección de Autores Modernos. Conservo la sexta edición, de 1969.

Frente a Alfonso Paso –de quien se murmuraba que se beneficiaba de la inspiración de su suegro, Enrique Jardiel Poncela- a quien se consideraba populachero y vulgar, Casona tenía el aura de lo poético y del exilio.
El idilio se rompió cuando Casona decidió volver, por “una premonición de la muerte que es la voz de la sangre”. Ocurrió en 1962. Los intelectuales orgánicos empezaron a definir su teatro como “pequeño burgués” y anticuado y a calificarlo a él como el autor favorito de la derecha. Tipos como Umbral –crecido a los pechos del franquismo, hombre despreciable donde los haya- lo lincharon públicamente. En esencia, se le reprochaba haber vuelto y lo hacían los mismos que nunca habían abandonado su confortable posición a la sombra del régimen, los mismos que se habían beneficiado y seguían beneficiándose de sus prebendas.


Fue la primera lección de historia viva de la que soy consciente. Frente a la reconciliación nacional que predicaba el partido –y a la sazón no había más partido que el pecé, fuera del franquismo, que era más bien un conjunto de intereses- los autoconsiderados progres decidían quién tenía derecho a vivir en España y quién no, pero también quién poseía la dignidad del exilio y quién no.

Creo que no me perdí ningún estreno de las obras de Casona y en una de aquellas representaciones lo conocí. Me pareció un hombre viejo y enfermo. Recuerdo, sí, que tenía una mirada franca, luminosa. Murió el 17 de septiembre de 1965 y su cuerpo fue expuesto al homenaje del público. Tengo una imagen vívida de aquello porque tenía 18 años y era la primera vez que asistía a un acto semejante. Lo hice de manera consciente y decidida: quería expresar de manera pública mi admiración por quien había creído que el mundo podía ser un poco mejor y tuvo que pagar un alto precio por sus ideas. También porque había empezado a entender hasta qué punto podemos llegar a ser cicateros con los nuestros.

En 1989, el crítico Haro Tecglen escribió sobre el homenaje que se rendía a Casona y en 2003, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, fue recordado en uno de los Cursos de Verano de El Escorial. También Almudena Grandes habló de su labor didáctica. Para las nuevas generaciones, es un nombre ignorado, igual que lo es su teatro. Pero yo lo recuerdo, más aún en momentos convulsos como los que vivimos. Recientemente, he leído que Casona se fue apagando, lastrado en su aprecio por la decepción del retorno. La decepción del retorno.

Alejandro Casona es el ejemplo paradigmático de lo español, del españolismo eterno. Esa destreza insuperable para decapitarnos y descapitalizarnos en la que somos  inigualables.

Yo prefiero evocar a Casona como un hombre de bien que quiso llevar el teatro a los pueblos y regaló hermosas palabras a sus coetáneos, un buen pedagogo que hizo decentemente lo que sabía hacer, que era escribir. Me gusta recordarlo un día como hoy, que tanto se habla de libros y de cultura.

sábado, 20 de abril de 2013

La lobera humana

 
En España, hay un enfrentamiento histórico entre quienes apuestan por la defensa del lobo y quienes abogan por la caza del animal al que consideran una amenaza para la ganadería.  

En las tierras al norte del Duero, la caza del lobo es una obsesión para los ganaderos hasta el punto de que desarrollaron una técnica de captura específica: la lobera. El procedimiento es bien simple: detectado el animal, los cazadores van empujándolo mediante ruidos y palos a un sendero sin salida al fondo del cual hay un pozo en el que el bicho acaba cayendo indefectiblemente y donde será muerto.
En el monte de Santiago, al norte de la provincia de Burgos, se conserva una lobera para conocimiento de las generaciones futuras. Dos enormes figuras humanas de piedra empujan figuradamente a un lobo igualmente pétreo, a punto de caer en la trampa.
Como tradicionalmente le ha ocurrido al lobo, ahora todo empuja a los humanos a una senda sin salida: el medio ambiente, la economía, la política, todo está al servicio de unos intereses que poco tienen que ver con lo que le interesa a las personas que no pertenezcan a las élites económicas o políticas.
 
Como en las loberas, los poderosos, los que gestionan los bienes comunes, empujan a los trabajadores, a los pensionistas, a las mujeres, a los estudiantes, a los enfermos hacia un sendero sin salida, hacia ese foso donde se acaba toda esperanza.

¿Cuál es el futuro? Dos únicas salidas se ofrecen: o las personas aceptan  domesticarse y seguir las órdenes de los poderosos o consiguen que los bienes comunes –el trabajo y el poder- se repartan equitativamente. Si se opta por esta segunda opción hay que darse prisa porque la crisis que ahora padecemos es una expeditiva forma de “lobera” humana en las que muchos han caído sin remedio.

Ya lo advirtió el filósofo Thomas Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.

martes, 9 de abril de 2013

La España cañí despide a Sara Montiel



 Soy de la opinión que España no sabe apreciar sus valores humanos, especialmente los que tienen que ver con el ámbito intelectual o cultural. Si Concha Velasco hubiera nacido en Estados Unidos sería una actriz reconocida mundialmente. Y como ella, muchos otros ejemplos. No lo digo por prurito nacionalista –sentimiento del que carezco- sino porque me parece de justicia. En consecuencia, siempre que puedo acudo a los homenajes que se tributen a personas que han dedicado su vida a cualquiera de las expresiones artísticas que nos han proporcionado momentos placenteros. Lamentablemente, muchos de esos homenajes ya son tributos póstumos.



Por eso y porque, como sostenía mi abuela, de lo que se ve se da fe. Aparte de que a estas alturas una puede hacer lo que quiera sin tener que dar explicaciones. Vaya este exordio para explicar que ayer, cuando conocí que el Ayuntamiento de Madrid pensaba homenajear a Sara Montiel paseando su féretro por la Gran Vía, me dije: Allí que me voy.


Cuando llego al metro de Callao lo primero que oigo son unos compases de la Violetera que alguien interpreta al acordeón. A las 11,30 la plaza está casi llena de un público variopinto que sigue en la gran pantalla del cine Callao la proyección de El último cuplé, la película protagonizada por la Montiel y Raf Vallone. ¡Qué buenísimo estaba el Vallone!, recuerdo.

Enfrente, las pantallas del Palacio de la Prensa muestran carteles de películas protagonizadas por la manchega. Digo público variopinto pero abundan las mujeres de cierta edad, por encima de los cincuenta, seguro.
Enseguida distingo el concierto de pitos que acompaña las manifestaciones contra los bancos. En efecto, en la derecha de los pares de la Gran Vía hay una sucursal de Bankia ante la que un grupo, no muy numeroso pero ruidoso, se manifiesta con pitos y carteles. Me coloco en la acera con la sana intención de no perder ripio al paso de la comitiva fúnebre. De la Plaza de España sube un aire fino del Guadarrama que pelea duramente con el sol que pugna por asomar. Hace frío. Unas señoras se quejan de los que protestan.
- No tendrán tiempo de manifestarse en otro momento y respetar a una persona que se ha muerto, dice una.

- Ya se sabe, la derecha no puede gobernar. De toda la vida, en cuanto llegamos al poder la izquierda se nos echa encima, dice otra.

- La izquierda sólo quiere el poder, al precio que sea, aunque tengan que morir doscientas personas y miles se queden paralíticos, como cuando el 11-M, remata una tercera.

- Pero ¿a ninguna de ustedes le importa que estén desmantelando la sanidad, la educación y todo el estado de bienestar que tanto nos ha costado construir?, intervengo tomando una vela en ese entierro. Una señora a mi lado me sonríe pero calla.

- Ya está aquí la de izquierdas. ¿Usted no se ha enterado de que la Carmen Chacón ya había creado diez juzgados para tratar los desahucios? Poco protestaban ustedes entonces, responde una de ellas.

Estoy a punto de responder que sí, que hemos protestado mucho contra Zapatero, incluso contra Felipe González, porque un aspecto inherente a la izquierda es el espíritu crítico, cosa que no le ocurre a la derecha pero me acuerdo de haber escuchado algunas críticas muy acerbas de cualificados militantes del PP respecto a su propio partido así que me refreno. Dos señoras que habían permanecido calladas protestan a su vez.

- ¿No tienen otro momento para hablar de política? Que esto es un entierro. ¡Poca vergüenza tienen unas y otra!
Estoy a punto de soltar una carcajada pero me contengo. Son casi las 12 y veo que asoma el primer coche fúnebre cuajado de coronas.
En la parte posterior se puede leer la dedicatoria de la corona: “Todo mi cariño para siempre. Julio Iglesias”. El segundo remata con otra corona: “Tus hijos que nunca te olvidarán”. Abre la comitiva una moto y un coche de la Policía Municipal. Hacen una pausa a la altura de los cines.

Un hombre se me coloca delante limitando mi área visual. Le dirijo una mirada del calibre 9 mm. parabellum y se retira. Su acompañante comenta que el Ayuntamiento debería haber cortado el tráfico de la Gran Vía en las dos direcciones.
- Ella, la Antonia, hubiera disfrutado porque no se perdía una juerga pero esto está muy mal organizado, se queja.
Por fin aparece el coche que porta el féretro de Sara Montiel. Le acompaña un ejército de fotógrafos y cámaras, profesionales y espontáneos. La gente prorrumpe en gritos varios:
 - Viva Sara Montiel! ¡Guapa! ¡Guapa! ¡Viva Saritísima!
 
De pronto, mujeres, hombres, jóvenes y mayores, se lanzan a la calzada y rodean el coche. Gritan más vivas.
- ¡Viva la madre que te parió!, oigo a mi espalda.

Me aparto de la comitiva y tomo el camino de vuelta. Voy pensando en un titular que resuma lo que he visto: La España cañí despide a Sara Montiel, pienso.

Me pongo los cascos para oír las noticias y me entero de que el Tribunal Supremos ha confirmado la absolución de Francisco Camps y Ricardo Costa en el caso del regalo de los trajes, lo que me reafirma en el titular. Ya estamos todas. La España cañí en pleno.

miércoles, 3 de abril de 2013

Limpios de polvo y paja

Hay días inmisericordes y hoy es uno de ellos. Si te conectas con la actualidad te sientes como un pobre y mísero siervo de la gleba. Los señores ejercen el derecho de pernada y te exigen que mantengas la sonrisa. De qué se quejan, se preguntan. Ni siquiera cabe la posibilidad de escaparte a la calle, que pasear es gratis, de momento, porque a esta primavera loca le ha dado por llover y raro es el sitio donde no jarrea.
Ahí estamos. El juez Castro imputando a la segunda de las hijas del rey y Rajoy actuando en play back ante una sala llenita de periodistas que no osan hacer un plante –seguramente porque sus empresas no se lo permiten-. "No es verdad que en España haya un Estado generalizado de corrupción", ha asegurado el busto parlante.

Puede ser que la Moncloa sea la Arcadia feliz pero tú te pones a echar cuentas y compruebas que te faltan dedos, contando las manos y los pies, para enumerar los casos de corrupción que recuerdas en un repaso somero.

Pasando por alto, que ya es pasar, que el Jefe del Estado mantenga cuentas abiertas en bancos suizos; que el marido de la infanta ahora imputada se haya descubierto como un vulgar chorizo; que el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar, fuera obligado a dimitir por utilizar el presupuesto público en actividades privadas; que el director general de la Guardia Civil fue condenado por por malversación de fondos públicos, cohecho, fraude fiscal y estafa; que el consejero delegado y vicepresidente del primer banco del país fue condenado por denuncia falsa; que el presidente Zapatero indultó indebidamente al mismo banquero; que el anterior presidente de la patronal empresarial se encuentra en prisión; que el caso Gürtel hasta descubierto una trama de favores a cambio de financiación; que los tres últimos tesoreros del PP estén imputados;  y, para no tirar por alto, que un 30% de economía sumergida, opaca al fisco, he aquí otras finas muestras de la honradez que reclama el presidente.

La Junta de Andalucía repartiendo dinero a espuertas y sin control en la aplicación de Expedientes de Regulación de Empleo.

El actual ministro de Hacienda lo primero que hace tras tomar posesión es aprobar una amnistía fiscal para los grandes defraudadores y, ya puesto, demoró el reintegro de las cantidades retenidas a los contribuyentes para falsear el déficit de cara al control de la Unión Europea.

Cantabria ya tuvo un presidente procesado y condenado: Juan Hormaechea. Pero en algunas comunidades, como la valenciana, la corrupción, demostrada o presunta, se extiende por todos los niveles: la presidencia del gobierno, de una diputación, la de Castellón, y un ayuntamiento de capital de provincia, la de Alicante. Para no mencionar el despilfarro de la Ciudad de las Ciencias y las Artes.

En las Illes Balears ocurre otro tanto: Matas culmina una pirámide en la que se amontonan consejeros, alcaldes, responsables políticos, empresarios y hasta el apuntador de afiliados.

 En Galicia, aparte del caso Baltar, del caso Campeón y del despilfarro en su inconclusa Ciudad de las Artes, están las fotos del presidente de la Xunta fotografiándose en pernetas con un traficante, con el que compartió vacaciones de las que no recuerda ni dónde fue ni quién las pagó. Detalles ambos que el común de los mortales sólo olvida cuando lleva un colocón de mucho cuidado.

En Cataluña una sentencia reciente certifica que Unió Democrática se financió ilegalmente, Convergencia está columpiándose en varios casos por hechos similares y recientemente ha sido imputado el heredero político de la razón social Pujol-Ferrusola.

Estos días hemos sabido que el ayuntamiento de Madrid pagó las clases de golf a un presidente de gobierno y a su familia por un importe que ronda los 9.000 euros.

Conviene pasar rápido sobre asuntos urbanísticos porque será difícil encontrar un municipio donde no se hayan vulnerado las normas en esta materia pero, para muestra, recordemos el carajal de Marbella, un inefable tótum revolútum.

El plasma de Rajoy sostiene que en materia de corrupción "las excepciones no son representativas más que de sí mismas", pero se niega a pronunciar el santo nombre de Bárcenas en vano. En cambio, reclama a todos los partidos que condenen las prácticas de coacción de los movimientos de afectados por las hipotecas. A ver si ahora resulta que la única limpia de polvo y paja es Ada Colau.

martes, 2 de abril de 2013

El escrache nuestro de cada día


 
El País publicaba el domingo unas fotos del actual presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Nuñez Feijóo, con un conocido narcotraficante gallego. Tan conocido que está en la cárcel cumpliendo condena por esa causa. Pero en muchos periódicos y televisiones se justifican esas imágenes con explicaciones varias: que si Feijóo era joven, que si entonces el narco no estaba procesado. Vale, quizá tengan razón. 

Incluso es posible que las fotos hayan sido filtradas por alguien interesado en dinamitar al PP desde dentro. La saña con la que el director de El Mundo atizaba al presidente del gobierno en su carta del domingo no parece ni casual ni gratuita.

Rodrigo Rato, uno de los prohombres del PP, que estuvo a punto de suceder a Aznar, fue introducido con cuña y contra todo criterio económico en Caja Madrid -que luego sería Bankia y ahora es un chiringuito- con los resultados ya conocidos, que se están saldando con miles de millones por un monto aún no precisado del todo. Si realmente estuviéramos en una sociedad amparada por la ley Rato estaría en prisión preventiva pero la realidad es que ha sido recolocado como asesor de una empresa teóricamente privada pero en la que el gobierno -el actual y los que le han precedido- mangonea a placer. Misterios de la ciencia.

El domingo también El Mundo publicaba la noticia de que el padre del rey dejó en herencia unos mil millones de euros, guardados en varias cuentas en Suiza. Sorprende un poco que a todos los patriotas les dé por guardar su dinero en bancos extranjeros -cuanto más patriotas, más dinero y más protegido- pero quizá se trate de un resquemor de quienes jamás de los jamases tendremos mil millones de euros ni dentro ni fuera de España. Lo normal es que políticos y medios de comunicación hubieran reclamado una explicación al jefe del Estado. ¿Qué hizo con ese legado? ¿Lo mantuvo en Suiza, lo repatrió, se lo regaló a la Corina de turno? En suma, ¿dónde tributó por ello? que es de lo que se trata. Pues no, el PP -con su mayoría absoluta- duda si aceptar las preguntas que los partidos han dirigido sobre la materia.

En suma, abres el periódico, la radio, la tele, lo que sea, y sientes que unos y otros te hacen escrache a domicilio, sin que les importe lo más mínimo tu opinión.

Sorprende que algunos partidos y algunos medios de comunicación estén tan agresivos con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y acusen a su portavoz, Ada Colau, de todos los males de la humanidad y, sin embargo, encuentren siempre una justificación para los errores de quienes consideran afines ideológicos. La vicepresidente del Congreso, Celia Villalobos, habla hoy del escrache -aquí un interesante post sobre este movimiento- y concluye que le recuerda épocas terribles del pasado. No sé si se ha percatado de que para millones de españoles ésta es una época terrible del presente. Si yo fuera político me encomendaría al olimpo divino para que el malestar social se limitara al escrache.