En las tierras al norte del Duero, la caza del lobo es una obsesión para los ganaderos hasta el punto de que desarrollaron una técnica de captura específica: la lobera. El procedimiento es bien simple: detectado el animal, los cazadores van empujándolo mediante ruidos y palos a un sendero sin salida al fondo del cual hay un pozo en el que el bicho acaba cayendo indefectiblemente y donde será muerto.
En el monte de Santiago, al norte de la provincia de Burgos, se conserva una lobera para conocimiento de las generaciones futuras. Dos enormes figuras humanas de piedra empujan figuradamente a un lobo igualmente pétreo, a punto de caer en la trampa.
Como en las loberas, los poderosos, los que gestionan los bienes comunes, empujan a los trabajadores, a los pensionistas, a las mujeres, a los estudiantes, a los enfermos hacia un sendero sin salida, hacia ese foso donde se acaba toda esperanza.
Ya lo advirtió el filósofo Thomas Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre.
La parábola del lobo.
ResponderEliminarPues vamos teniendo pinta de carnaza, me temo.
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