Las investigaciones
sociales sostienen que las creencias están en crisis. El abandono de creyentes
afecta no sólo a las religiones sino a la política y, por extensión, a todo lo
que parecía sólido, como bien analizaba Antonio Muñoz Molina.
Ana Isabel
Espinosa, en su blog Placer sexual, hace un repaso a los altos/bajos mundos de
la justicia que se te abren las carnes. En pocas palabras recuerda la condena
de 22 años al falso cura que entró en la casa y amenazó a la familia Bárcenas, frente
a los dos años y medio de sanción al ex torero que conducía temerariamente y mató
a un hombre que iba a su trabajo.
Simultáneamente,
la ciudadanía contempla a diario el ir y venir de la jueza Alaya con sus Eres
andaluces chorreando sospechas sin que se decida a procesar a nadie; el ir y
venir del juez Ruz sin que acabe de cerrar el procedimiento del caso Gurtel, de manera que en
un asunto que ha pringado a media España sólo haya sido sancionado el juez
Garzón que abrió la instrucción. El ir y venir y las declaraciones singulares del juez Silva, las jeremiadas del presunto delincuente Miguel Blesa, cuyo mayor
mérito es ser amigo del jefe y haber hundido, solo o en compañía de otros, una
de las primeras cajas de ahorros del país; las triquiñuelas del ex presidente
de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, para aparentar pobreza.
Son casos
llamativos pero no aislados. Urdangarín y su señora viven cómoda y plácidamente
instalados en Suiza mientras el juez Castro mide los riesgos de procesar a uno,
a ambos o a ninguno por delitos incompatibles con la decencia que cabe exigir a
la familia de un jefe de Estado.
En el campo de la
política a diario se ofrecen ejemplos de personas implicadas en casos de
corrupción, cuando no condenados, que pontifican sobre las bondades de la
democracia. Ejemplos para aburrir de políticos que mienten a sabiendas que lo
hacen mientras se apalancan con desfachatez en sus privilegios.
Me pregunto qué
pensarán tantas mujeres que esperan durante largo tiempo el amparo judicial
frente a su acosador; qué pensaran quienes esperan ser indemnizados por alguna
de las estafas sonadas mientras los estafadores viven a cuerpo de rey por la
inacción de la justicia; qué pensarán quienes han perdido una persona querida
por la irresponsabilidad de uno de esos amnistiados de lujo, amigos del
ministro de turno; qué pensarán los políticos honestos que han dejado tiempo,
energías e ilusiones en provecho de sus conciudadanos sin más reconocimiento
que su propia satisfacción, qué pensarán los empresarios decentes que hacen
números para pagar a fin de mes a sus empleados.
En materia de la
iglesia católica no entraré demasiado porque no es mi campo pero, después de la
sesión plenaria que la televisión pública ha estado ofreciendo durante el
pasado fin de semana sobre la doble canonización de papas, me pregunto qué
pensaran de tanto fasto los jóvenes que sufrieron violencia sexual por parte
del mismo clero que gozó del amparo del papa Juan Pablo II, ahora canonizado,
sin que nadie les haya pedido perdón.
Dicen los
informes que cada vez hay menos creyentes pero muchos son aún, a la vista de lo que nos rodea.
Si te digo la verdad, ni me preocupa, por mi parte pueden beatificar a todos los torturadores, abusadores, pederastas y demás ralea que pagando unos dolares o euros son santificados, al paso que van se quedan solos.
ResponderEliminarSaludos
Ya se están quedando solos, pero no necesitan más: esos solos son los que mandan.
EliminarEl articulo de Ana Isabel, me dolió tanto que aún trato de reponerme. Lo sabemos, lo vemos, nos lo cuentan y...nada.
ResponderEliminarQue sea largen ya todos al cielo por favor...
Besos
No se largan, nunca lo hacen: hay que echarlos. Y cuesta mucho.
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