Esas
fueron algunas de las preguntas formuladas en la sesión del lunes 3 en la
Universidad del Barrio, de la que ya he hablado aquí.
El
programa se iniciaba con la proyección de la película "También la lluvia", dirigida por Iciar Bollaín a partir de un guión de Paul Laverty,
colaborador habitual del cineasta Ken Loach y marido de Bollaín.
En
la película se entrecruzan dos relatos: un rodaje sobre la
conquista de Colón y el conflicto desencadenado en Cochabamba por la
privatización del abastecimiento del agua potable, conocido como la Guerra del Agua.
En
el debate que siguió a la proyección, en el que también participó Iciar
Bollaín, se constataba que en la película se entrecruzaban dos hechos en dos
tiempos diferentes pero con un nexo común: la toma y el control del poder. Antes en nombre
de la iglesia y ahora en nombre de las multinacionales, pero la misma esencia.
Da igual que expolies a los pueblos o a los acuíferos, lo que importa, ahora
como en la conquista americana, es el beneficio, expuso la directora, que
defendió la ironía como método para resolver las contradicciones de la
historia.
El
debate fue doblemente interesante: tuvo altura cinematográfica e histórica.
Al
establecer un paralelismo entre la Guerra del Agua y la conquista de Colón,
¿Vuestra intención ha sido que creamos que los dos hechos han sido igual de
graves?, le interpelaron a Bollaín. ¿Contar la historia desde el otro lado es
una manera de reivindicar a las víctimas? Tenemos claro nuestro compromiso con
el presente pero, ¿cómo se compromete con el pasado?
Noelia
Adánez, coordinadora del curso, expresó la voluntad de darle un sentido social
a la historia y apuntó que con Montesinos y Las Casas - a los que calificó como
los primeros modernos de la filosofía- se produce la emergencia de un lenguaje
nuevo, el de los derechos humanos.
Hubo
acuerdo en que la historia tal como se nos cuenta es un relato que responde a
una opción política, no hay neutralidad en el relato del pasado y nuestro punto
de vista de la historia siempre será subjetivo.
A Iciar Bollaín la hemos visto crecer en la pantalla pero durante un tiempo, yo tuve la fortuna de verla en persona casi a diario pues fuimos vecinas de
barrio, seguí sus sucesivas maternidades -tiene tres niños-. Cuando nos
encontrábamos en el supermercado o en la calle, frecuentemente con algún niño
de la mano, ocasionalmente nos parábamos a charlar, a veces sobre banalidades
y otras sobre sus películas, que siempre nos han parecido excelentes. Iciar
está otra vez embarazada, comentaba al colega, como si se tratara de alguien de
la familia, así de próxima la sentíamos.
Luego,
se trasladaron de barrio y ya sólo la vemos a través del plasma, como a Rajoy.
Hasta ayer.
¿Estaba
el guionista en el rodaje?, le preguntaron a Bollaín. No, porque tenemos hijos
y estaba cuidándolos, respondió ella.
Lo
sostuvo con naturalidad, a saber, que un hombre, por famoso e importante que sea, también
tiene responsabilidades familiares y que, si toca, tiene que quedarse en casa,
como hasta ahora se han quedado las mujeres. En ella sonó natural. Y
me pareció que esa es también una manera nueva y moderna de escribir la
historia. No sé si la historia presente pero seguro que la historia del futuro.
Siempre me ha parecido dificil encarar la historia sin salir de ella con ánimo de revancha, es tan dificil asumir que los que pierden pierden y nada puede cambiarlo...
ResponderEliminarAunque quizás si los recordamos de algún modo vencen si no a la muerte o la derrota si al olvido que es incluso más cruel.
Tenemos que aprender a hablar de los perdedores con respeto. Y a recordar para aprender.
EliminarBesos.
La historia se cuenta tal y como es, cuando hay reconciliación entre las partes, en España aún no ha existido, de ahí que tengamos una historia sesgada.
ResponderEliminarSaludos
Y ahora, diecisiete historias sesgadas.
EliminarSaludos.