Estambul, la vieja Constantinopla que un día fue capital del mundo, aunque ya no sea ni siquiera capital administrativa de Turquía, sigue siendo una ciudad maravillosa, cuajada de monumentos extraordinarios y de rincones en los que un día se coció la historia de Europa y aún la universal.
Baste sólo la antigua basílica, luego mezquita y hoy museo, de Santa Sofía para justificar una y cien visitas a Estambul. Y ¿Quién sabe qué significan y quién llevó las cabezas de medusa al fondo de la cisterna basílica?
En esta ciudad enorme y única hay que estar atento para no pasar por alto un lugar de valor simbólico. Se la conoce como Sublime Puerta porque así era su denominación en lengua francesa en un tiempo en que éste era el idioma de la diplomacia, aunque también era conocida como Puerta Otomana o Puerta Elevada. Decir Sublime Puerta en el momento del imperio otomano era como luego decir la Casa Blanca o el Kremlin. Aquí se decidían los grandes asuntos del imperio.
La Sublime Puerta daba acceso a las dependencias del gobierno del Gran Visir en Estambul y estaba próxima al palacio de Topkapi. Cuentan las crónicas que los viajeros de aquellos siglos quedaban impresionados de la magnificencia de los edificios representativos del imperio, de la majestuosidad y poderío de los guardianes otomanos.
Pues bien, hoy Turquía es una República y la Sublime Puerta da acceso a dependencias gubernamentales de segundo nivel de la calle Alendar, una de las más transitadas del centro urbano estambulí. Guardan el acceso policías armados que miran distraídamente el paso de vehículos y peatones, el arma al hombro y una mano en el bolsillo. Las glorias del mundo pasan, sólo la belleza permanece.
Pues bien, hoy Turquía es una República y la Sublime Puerta da acceso a dependencias gubernamentales de segundo nivel de la calle Alendar, una de las más transitadas del centro urbano estambulí. Guardan el acceso policías armados que miran distraídamente el paso de vehículos y peatones, el arma al hombro y una mano en el bolsillo. Las glorias del mundo pasan, sólo la belleza permanece.
Fijate en lo que ha quedado el imperio en el que no se ponia el sol.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, eso era el Imperio Español en los siglos XVI y XVII. También queda poco. Y somos tan chulos que lo poco que queda lo regalamos.
EliminarPor eso no será la gloria quien nos salve sino la belleza.
ResponderEliminarUn beso
(hoy comienza una excursión que te sabes ;))