Angélica González, una joven y estupenda periodista burgalesa, propuso a través de las redes mirar Burgos con ojos de turista, lo que viene a ser observar el lugar donde vivimos como si lo miráramos por primera vez. Unos amigos nuestros, que viven en Barcelona, llevan la propuesta al pie de la letra. Una vez al mes, salen de casa como si fueran de viaje y recorren una parte de la ciudad como si se estrenaran, piden información, recorren los lugares interesantes, comen en los restaurantes típicos, ven un espectáculo, si lo hay, hablan con la gente, en fin, lo que hacemos los viajeros impenitentes.
Los viajeros sesenteros conocen Burgos como si fuera su propia casa, en la medida en que se puede conocer una ciudad viva, propia o ajena, pero en cuanto pueden siguen la propuesta de Angélica y se lanzan a la calle, cámaras en ristre. Burgos es, por si no lo sabéis, no sólo una ciudad hermosísima sino una de las más cómodas para visitan y aun para vivir. Ni caso a esa mala fama que le acompaña como ciudad fría. Como en cualquier otra ciudad sobre la meseta, en cuanto asoma el invierno te calzas un buen abrigo y asunto resuelto. Pero si tenéis la suerte de pasar en la ciudad el verano entenderéis lo que son unas buenas vacaciones.
Son tantos los atractivos que ofrece la Caput Castillae que la única duda es por donde empezar las excursiones. Los viajeros sugieren, modestamente, acudir a la oficina de turismo, pedir información y organizarse su propia ruta.
A los viajeros sesenteros les gusta muy mucho todo lo que vincula a Burgos con el Camino de Santiago, que aquí tuvo uno de sus lugares destacados, y, entre ellos, el Hospital del Rey, modelo de asistencia hospitalaria en la doble acepción del término: de acogimiento y de atención sanitaria, cuando ambos conceptos eran poco más que una abstracción.
El Hospital del Rey fue fundado por Alfonso VIII el año 1195, a orillas del río Arlanzón, en el límite oeste de la ciudad, tras pasar el puente de Malatos y una mancha boscosa que entonces debía encoger el ánimo pero que hoy es un parque magnífico conocido como el Parral. El objetivo de la fundación era ofrecer asistencia a enfermos pobres y a los peregrinos que se encaminaban a Santiago. Como el mismo rey había fundado un poco antes -en 1187- el Monasterio de las Huelgas, decidió poner al hospital bajo la jurisdicción monacal, prohibiendo a la abadesa usar las rentas del hospital en beneficio del monasterio e instando a éste a aplicar sus haberes para uso de los pobres del hospital, en caso de necesidad. Al fin y a la postre todo quedaba en casa.
Para la atención hospitalaria el rey creó una orden de caballeros, conocidos como Freires de Calatrava, que estaban sujetos a los votos de pobreza, castidad y obediencia a la abadesa. Las mujeres eran atendidas por las llamadas Comendadoras de Calatrava o freiras, cistercienses libres del voto de clausura, dedicadas al apostolado y la caridad. Toda una nómina.
Aparte de su función asistencial, el hospital es un joyero de la historia castellana. En el atrio está la casa donde el rey Pedro I otorgó a los castellanos el Fuero Viejo de Castilla.
El tiempo no siempre es clemente con las joyas históricas. Los viajeros recuerdan estas instalaciones ruinosas y abandonadas hasta que, hace unos años, la Universidad de Burgos decidió asentar aquí el rectorado y algunas dependencias universitarias, dándole una nueva vida y, finalmente, salvando el conjunto.
Hoy, el Hospital del Rey es un recinto refulgente y esplendoroso. Me gusta pensar que quizá por estos patios se paseen los espíritus de quienes siglos atrás recibieron asistencia y salvaron la vida y que observan con admiración a las nuevas generaciones de jóvenes que aquí se forman. Una fraternidad de privilegiados. Imaginaos por un momento la sensación matinal de atravesar uno de estos arcos rehabilitados o reconstruidos para acceder a la cafetería.
Si quieres conocer los detalles histórico-artísticos del Hospital del Rey la página web de la Universidad de Burgos te lo explica si pinchas aquí. Y si eres más de wikipedia, éste es tu sitio.
La puerta de acceso al recinto, conocida como de Romeros, data del año 1526 y se construyó a instancias del emperador Carlos. Una puerta plateresca, obra de Juan de Salas, con un arco flanqueado por las columnas de Hércules, y sobre él una hornacina con forma de concha en la que aparece un Santiago peregrino sentado, flanqueado por los escudos de Alfonso VIII y de los Reyes Católicos. El tímpano de la puerta enmarca el busto del rey fundador y coronando el conjunto, la imagen de San Miguel Arcángel.
La parte interior de la puerta es menos historiada, sobre el arco, una Virgen sedente, las armas del emperador Carlos y el busto de Leonor de Aquitania, esposa de Alfonso VIII.
Bien es verdad que para ver la parte posterior de la puerta es preciso que ésta se encuentre abierta, lo que en días laborables sólo sucede en horario lectivo. Puede ocurrir que os paseéis hasta aquí y al llegar a la Puerta de Romeros la encontréis cerrada. Os perderíais, además, la magnífica puerta de la iglesia, obra de Juan de Valmaseda.
Los viajeros descubrieron recientemente un pequeño secreto: los domingos por la mañana la puerta se abre a la hora que se oficia la misa en la iglesia, cuya torre domina el conjunto. Las puertas lucen magníficas, como recién talladas. Ahí están. Y bien valen una misa.
Mi interés por Burgos es grande, no solo por lo que tiene de "piedras viejas" como dice mi nieta, me interesa aún más por Atapuerca y su museo, por esto Burgos no solo es grandes es que es la cuna casi de la humanidad europea.
ResponderEliminarSaludos
Me encanta este planteamiento de mirar con ojos de turista. Lo único malo es que la lista de pendientes con Burgos crece y crece...
ResponderEliminarBesos