miércoles, 6 de abril de 2016

La sombra de Zorrilla en el Campo de Muñó

Si transitas por la autovía de Valladolid, a la altura de Estépar, a pocos kilómetros de Burgos, descubrirás a la izquierda un altozano y, en la ladera, la silueta de una iglesia a la que en la comarca se la conoce como la ermita de Muñó. Esta zona, regada por los ríos Arlanzón, Ausines y Cogollos, es el alfoz o campo de Muñó, poblada ya en la Edad de Hierro, ocupada por celtas y romanos, en la que se levantaron torres, castillos y palacios -Arenillas de Muñó, Hormaza, Mazuelo, Torrepadierne-, de los que apenas queda otra cosa que ruinas y el recuerdo.Testigos de aquel esplendor histórico hay en la comarca pueblos de indudable interés como Arcos, Ciadoncha, Presencio o Santa María del Campo.
Los viajeros se adentran hoy por los caminos del Campo de Muñó por el solo placer de disfrutar de la suavidad de la primavera y pisar el solar del castillo de Muñó. El solar, sí, pues del castillo medieval mandado construir en el siglo X por Munio Núñez, no queda ni rastro.
Antes de llegar es conveniente hacer un alto en Villavieja de Muñó, a cuyo término corresponde el lugar, para conocer su iglesia, dedicada a San Adrián, que bien pudo ser sede del obispado medieval de Muñó. Tiene esta iglesia un ábside románico datado en el siglo IX, con unos canecillos interesantes en regular estado de conservación. La impresión general es que en las restauraciones se han aprovechado piedras procedentes de otros monumentos. Este parche es muy evidente en una lápida próxima al arco de una puerta en la fachada norte, procedente, quizá, de una villa romana hallada no lejos de aquí.
Seguimos la marcha, dejamos a un lado Arroyo de Muñó, con su iglesia dedicada a San Martín, y seguimos el cartel que conduce a la ermita de Santa María de Muñó.
La iglesia, de estilo gótico, debió construirse a la sombra del castillo. Nada queda de éste, salvo el recuerdo, pues en su momento tuvo un papel notable. Los historiadores dudan si la boda de Urraca de Castilla y Alfonso I el Batallador de Aragón se celebró aquí o en el castillo de Monzón. Se cree que en el siglo XIII fue tomado por la familia Lara, luego recuperado por Fernando III el Santo, que residió en él algunas temporadas. En el siglo XIV dependía de la ciudad de Burgos, que lo reformó para hacerlo más confortable. Hacia 1470 es tomado por Sancho de Rojas, que no debió cuidarlo demasiado pues en 1520 presentaba ya un estado ruinoso. A comienzos del siglo XX aún quedaban restos de muros, actualmente, ni eso.
Los viajeros, que han pasado por Torrepadierne y han encontrado el letrero de “propiedad privada” y una valla que impide el paso, se preguntan cuál será el método eficaz para proteger los monumentos que hablan de nuestra historia, si dejarlos en manos particulares que los cuidarán o no, o mantenerlos bajo la tutela pública, con parecido resultado.
Sobre el otero sopla un viento que se lleva hasta las preguntas así que los viajeros se deleitan la vista con el panorama que se divisa desde este punto y, antes de que se los lleve el aire loma abajo, hacen un recorrido rápido por la ermita, adonde cada agosto acuden los vecinos de Muñó en romería. Así, descubrimos en la portada una placa que el Condado de Muñó dedica al poeta José Zorrilla Moral en el centenario de su muerte, en 1993. ¿Este Zorrilla Moral es el mismo Zorrilla del Tenorio?, pregunta la viajera. Consulta rápida al maestro Google. Lo es, en efecto.
¿Cuál es el vínculo del dramaturgo con la comarca? El primero, a través de su madre, Nicomedes Moral, natural de Quintanilla Somuñó, pero también a través de su padre, que pasó temporadas en Arroyo de Muñó y en Lerma, unas veces desterrado, otras por motivos laborales. A lo que se ve, el traslado forzoso no es invento de la crisis.
Total, que al Zorrilla poeta le gustaba la comarca y, hombre enamoradizo como era, vino a enamorarse de una prima suya, amores contrariados por un padre autoritario, y aquí volvió reiteradamente el poeta, según cuenta Diario de Burgos, en este enlace.
Solos, acurrucados en el muro de la iglesia, antes de emprender camino de vuelta elucubramos sobre los pasos de José Zorrilla por el Campo de Muñó. ¡Qué lugar más propio para resucitar a don Juan Tenorio, doña Inés de Ulloa, Ciutti, Brígida, don Luis Mejía, don Gonzalo de Ulloa, don Diego Tenorio, una de esas noches templadas de verano!, se dicen los viajeros.
Quién sabe, cualquier año de estos...

1 comentario:

  1. Es hermoso el paisaje así, sencillas lomas vestidas de primavera.
    Qué maravilla Google que te permite saber en el lugar exacto que permite volar a la imaginación.

    Besos

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