Si
transitas por la autovía de Valladolid, a la altura de Estépar, a
pocos kilómetros de Burgos, descubrirás a la izquierda un altozano
y, en la ladera, la silueta de una iglesia a la que en la comarca se
la conoce como la ermita de Muñó. Esta zona, regada por los ríos
Arlanzón, Ausines y Cogollos, es el alfoz o campo de Muñó, poblada
ya en la Edad de Hierro, ocupada por celtas y romanos, en la que se
levantaron torres, castillos y palacios -Arenillas de Muñó,
Hormaza, Mazuelo, Torrepadierne-, de los que apenas queda otra cosa
que ruinas y el recuerdo.Testigos de aquel esplendor histórico hay
en la comarca pueblos de indudable interés como Arcos, Ciadoncha,
Presencio o Santa María del Campo.
Los
viajeros se adentran hoy por los caminos del Campo de Muñó por el
solo placer de disfrutar de la suavidad de la primavera y pisar el
solar del castillo de Muñó. El solar, sí, pues del castillo
medieval mandado construir en el siglo X por Munio Núñez, no queda
ni rastro.
Antes
de llegar es conveniente hacer un alto en Villavieja de Muñó, a
cuyo término corresponde el lugar, para conocer su iglesia, dedicada
a San Adrián, que bien pudo ser sede del obispado medieval de Muñó.
Tiene esta iglesia un ábside románico datado en el siglo IX, con
unos canecillos interesantes en regular estado de conservación. La
impresión general es que en las restauraciones se han aprovechado
piedras procedentes de otros monumentos. Este parche es muy evidente
en una lápida próxima al arco de una puerta en la fachada norte,
procedente, quizá, de una villa romana hallada no lejos de aquí.
Seguimos
la marcha, dejamos a un lado Arroyo de Muñó, con su iglesia
dedicada a San Martín, y seguimos el cartel que conduce a la ermita
de Santa María de Muñó.
La
iglesia, de estilo gótico, debió construirse a la sombra del castillo. Nada queda de éste, salvo el recuerdo, pues en su momento
tuvo un papel notable. Los historiadores dudan si la boda de Urraca
de Castilla y Alfonso I el Batallador de Aragón se celebró aquí o
en el castillo de Monzón. Se cree que en el siglo XIII fue tomado
por la familia Lara, luego recuperado por Fernando III el Santo, que
residió en él algunas temporadas. En el siglo XIV dependía de la
ciudad de Burgos, que lo reformó para hacerlo más confortable.
Hacia 1470 es tomado por Sancho de Rojas, que no debió cuidarlo
demasiado pues en 1520 presentaba ya un estado ruinoso. A comienzos
del siglo XX aún quedaban restos de muros, actualmente, ni eso.
Los
viajeros, que han pasado por Torrepadierne y han encontrado el
letrero de “propiedad privada” y una valla que impide el paso, se
preguntan cuál será el método eficaz para proteger los monumentos
que hablan de nuestra historia, si dejarlos en manos particulares que
los cuidarán o no, o mantenerlos bajo la tutela pública, con
parecido resultado.
Sobre
el otero sopla un viento que se lleva hasta las preguntas así que
los viajeros se deleitan la vista con el panorama que se divisa desde
este punto y, antes de que se los lleve el aire loma abajo, hacen un recorrido rápido por la ermita, adonde cada agosto acuden los vecinos de Muñó en romería. Así, descubrimos en la portada una
placa que el Condado de Muñó dedica al poeta José Zorrilla Moral
en el centenario de su muerte, en 1993. ¿Este Zorrilla Moral es el
mismo Zorrilla del Tenorio?, pregunta la viajera. Consulta rápida al maestro Google. Lo es, en efecto.
¿Cuál
es el vínculo del dramaturgo con la comarca? El primero, a través
de su madre, Nicomedes Moral, natural de Quintanilla Somuñó, pero
también a través de su padre, que pasó temporadas en Arroyo de
Muñó y en Lerma, unas veces desterrado, otras por motivos
laborales. A lo que se ve, el traslado forzoso no es invento de
la crisis.
Total,
que al Zorrilla poeta le gustaba la comarca y, hombre enamoradizo
como era, vino a enamorarse de una prima suya, amores contrariados
por un padre autoritario, y aquí volvió reiteradamente el poeta,
según cuenta Diario de Burgos, en este enlace.
Solos,
acurrucados en el muro de la iglesia, antes de emprender camino de vuelta elucubramos sobre los pasos de
José Zorrilla por el Campo de Muñó. ¡Qué lugar más propio para resucitar a don Juan Tenorio,
doña Inés de Ulloa, Ciutti, Brígida, don Luis Mejía, don Gonzalo
de Ulloa, don Diego Tenorio, una de esas noches templadas de verano!,
se dicen los viajeros.
Quién
sabe, cualquier año de estos...
Es hermoso el paisaje así, sencillas lomas vestidas de primavera.
ResponderEliminarQué maravilla Google que te permite saber en el lugar exacto que permite volar a la imaginación.
Besos