En
el supermercado encuentro con frecuencia a una cajera que ha dado a
luz hace poco a su tercer hijo. Es amable y muy competente, conoce la
palabra adecuada para cada cliente. Le pregunto por la niña recién
nacida. Se está criando bien pero ya me he plantado, entre la casa,
los niños y el trabajo estoy agotada, me confiesa.
En
este súper me encontraba con Iciar Bollaín cuando aún vivía en el
barrio (se trasladó y ahora reside en Edimburgo, según creo) y a
veces pegábamos la hebra. Recuerdo una ocasión que la encontré
comprando mientras llevaba en el carrito a uno de sus niños y a otro
de la mano. Nos entretuvimos hablando sobre una de sus películas
hasta que nos dimos cuenta de que había desaparecido el niño. Susto
en el cuerpo, nivel sólo comprensible para una madre, hasta que
encontramos a la criatura detrás de la cortina de un fotomatón que
entonces había en la puerta del súper. Qué pesadas sois, nos dijo
la criatura cuando lo descubrimos.
Otro
día coincidí en la salida del súper con una mujer joven, cargada
de bolsas. En la puerta, un tipo también joven le cerró el paso.
¿Dónde vas tan guapa a estas horas?, preguntó en un tono chuleta.
Donde a ti no te importa, respondió ella. Claro que me importa,
porque tú eres mi novia y mi novia va donde yo quiero que vaya,
insistió él. Yo no soy tu novia y ya estás tardando en dejarme en
paz, contestó ella, en tono firme. Él hizo ademán de cogerla del
brazo pero ella se retiró. Si me pones la mano encima otra vez te
rajo, le amenazó en tono lo suficiente alto para que lo oyéramos
todos los que estábamos cerca, incluido el vigilante, que se acercó
al grupo que se había formado. Y en ese momento, oh, milagro de la
naturaleza, el chuleta pareció encojerse, incluso físicamente, nos
miró con cara de sorpresa y se fue. Porque los machistas no agreden
a la policía, ni a sus jefes, ni a otros hombres, nunca a un
superior, ni siquiera a sus iguales, solo agreden a quienes creen
inferior, los muy valientes.
Ayer,
salimos con intención de ver los actos cervantinos cerca del
Congreso pero llegamos con mucho tiempo de adelanto. Luego saldrá el
presidente a hacer una ofrenda floral a Cervantes, nos informaron.
Mientras pensábamos donde ir vimos cómo una señora mayor dejaba
una flor a los pies del monumento y seguía su camino arrastrando un
carro de la compra, ajena a la parafernalia de cámaras que esperaban
la salida de los diputados. Decidimos que nada sería tan sincero y
emocionante como ese homenaje callado y anónimo y nos fuimos.
Entramos
a la exposición de los Realistas de Madrid, en el Museo Thyssen.
Amalia Avia, Antonio López, Francisco y Julio López, María Moreno,
Esperanza Parada e Isabel Quintanilla. Un grupo histórico y
generacional de pintores y escultores que han vivido y trabajado en
Madrid desde la década de 1950, unidos tanto por las vinculaciones
de su formación y de su trabajo como por sus relaciones personales y
familiares, reza la presentación. Ochenta y nueve piezas expuestas,
algunas, magníficas. Cuatro mujeres y tres hombres. ¿Quiénes dirás
que son los famosos? Efectivamente, ellos.
Por
la tarde, he quedado con mis amigas para asistir al homenaje que la
UNED rinde a Celia Amorós, recientemente jubilada. Quedamos antes
para ponernos al día. En el grupo hay una catedrática, una doctora
premio extraordinario, otra que prepara el doctorado, dos jubiladas,
hablando de lo que nos inquieta: nuestros mayores, nuestros nietos,
nuestros hijos, la falta de tiempo... Finalmente, entramos al acto.
Está lo más nutrido del feminismo de las últimas décadas. Para
medir el éxito de la convocatoria habrá que contar el número de
hombres que asistan, advierte una de las amigas.
Celia Amorós es un referente en el feminismo de la igualdad, catedrática
de Filosofía de la UNED, ha investigado sobre la implicación entre
feminismo e ilustración, sobre la mujeres en el Islam y los derechos
humanos y sobre los derechos de las mujeres en el marco del
multiculturalismo. Fue la primera mujer en obtener el Premio Nacional
de Ensayo, en 2006. No llegan a una docena los hombres que asisten a
su homenaje.
No
hay por qué extrañarse. El trabajo no remunerado -que incluye el
cuidado de niños, enfermos y mayores, que recae mayoritariamente en
las mujeres- equivale al 53% del producto interior bruto nacional,
según ha estudiado Maria Ángeles Durán, socióloga, investigadora
del CSIC. Pero la contabilidad nacional, que sí incluye la
incidencia de la prostitución o el mercado de la droga, sigue sin
evaluar en el PIB la atención de proximidad y el trabajo no
remunerado en el ámbito familiar.
Vuelvo
a casa animada por el recuerdo de mis amigas, tan competentes en su
trabajo, tan útiles en su familia, que parecen multiplicarse para
estar en todas partes. Por el recuerdo de las pintoras del realismo
madrileño y de Celia Amorós, tan brillantes o más que sus pares, menos reconocidas, olvidadas en el homenaje. Pienso también en Iciar Bollaín, una de
esas mujeres que te suben la moral, que lo mismo hace películas
comprometidas que la compra, con toda naturalidad. Pero pienso, sobre todo, en esas mujeres anónimas que siguen trayendo hijos al mundo, atendiendo su casa y su trabajo con eficiencia, sin perder la sonrisa, en esas mujeres amenazadas que plantan cara al machismo y salen adelante, en esa mujer lectora que va a poner flores ante el monumento a Cervantes.
Me ha emocionado la anciana, sin duda mucho más sentido que la extraña gracia de homenajear a Cervantes plantando a los leones del Congreso las gafas de Quevedo.
ResponderEliminarUn beso
y en esas mujeres que escriben posts como este y que nos emocionan a las demás...
ResponderEliminarbesotes!! y que, como siempre, es un placer venir a leerte!!!