No es preciso que
me extienda sobre la suciedad de Madrid porque está siendo noticia de primera estos días. Y porque la basura es mucho más profunda y antigua que la que
produce la huelga de barrenderos.
Tengo la
impresión de que estamos ante una maniobra de distracción y mientras los
trabajadores denuncian la explotación de la que son víctimas los medios se
entretienen mirando la suciedad callejera. Es sabido que cuando alguien señala
la luna, sólo los tontos miran el dedo. Aquí seguiremos mirando el dedo hasta
que la luna nos aplaste a todos.
Esta mañana, la
plazoleta de mi barrio ha amanecido sucia, un poco más que de costumbre, pero
sólo un poco. Papeles, vasos, latas de cerveza y varias litronas. Son los
restos del naufragio nocturno. Testigos del botellón cotidiano. Ese botellón supuestamente prohibido pero
alegremente consentido. Por delante de esas alegres farras nocherniegas se
pasean los sucesivos coches de la policía –estatal y municipal- sin que en
ningún caso se dignen llamar la atención a los bebedores bullangueros y
borrachos que cada mañana dejan sembrado de suciedad su trozo de ciudad
invadida. Suciedad cuya limpieza luego pagamos todos.
¿Por qué no son
sancionados si infringen varias normas? Misterio. Quizá la pasividad
gubernativa responde a una táctica que tan buen resultado les da. Algo así como
si el gobierno –municipal, autonómico, nacional, el que sea- dijera: yo hago
como que no veo que compras bebidas a quien no debe vender, que haces ruido a
deshoras, que manchas los espacios públicos y tú haces como que no ves que yo
te robo. Y todos contentos.
Como decía, esta
mañana la plazoleta estaba un poco más sucia de lo que suele porque, al contrario que
otros días, hoy los barrenderos no han recogido la suciedad de los parranderos.
Ni siquiera el frío desalienta a los noctámbulos, porque ésta ha sido la
primera noche fría, fría de helada, del otoño. A media mañana, sin embargo, la
plaza y su entorno lucían impolutos. En cambio, alguien había dejado un sillón
blanco junto a la fachada del teatro. Demasiado nuevo para ser abandonado en la
acera. Quizá ,el atrezo de alguna nueva obra.
Pero no, no era
un atrezo de interior sino de exterior. Al poco, ha aparecido un grupo de gente
joven capitaneados por dos fotógrafos. El termómetro debía rondar los 8º pero
la sensación térmica era de más frío porque el viento soplaba con ganas. Los
jóvenes se han quedado con ropa de verano, escotada, sin mangas y han tomado el
sillón posando de mil maneras. Ni una mala
estufa que los protegiera. Ateridos de frío, gesticulaban como si se
desperezaran una tarde de verano. A una señal de los fotógrafos se han lanzado a
por sus abrigos mientras daban saltitos para entrar en calor.
Algún día, esas
fotos aparecerán en alguna publicación, en un cartel, como muestra de la moda
estival, como ejemplo del dinamismo juvenil, como escenario de un Madrid limpio
y confortable o cualquier mensaje similar igual de mentiroso. La verdad es que hoy hace un
frío pelón, los chicos estaban tiritando y la basura de la ciudad aflora a la
superficie.
Parece que por
poco tiempo, pues pronto la basura va a ser enterrada de nuevo. Volveremos a la
táctica acostumbrada: yo te dejo que te emborraches, tú me dejas que te robe.
Para que te des cuenta además, de que todo puede estar rodeado de mierda, y con un frío pelón, que si se cuenta la película como que este cachito de verdad (limpio y veraniego) es lo que pasa en la totalidad, nos lo tragamos.
ResponderEliminarUnos más que otros.
De mierda y la basura este país está lleno, aunque en algunas calles se pueda comer ellas.
ResponderEliminarSaludos
Tenemos una alfombra muy gorda para que debajo quepa muuuuucha basura.
ResponderEliminarSi es que inlcuso el verano disfrazado en pleno inverno sucio nos lo venderán y lo compraremos.
ResponderEliminarChungo.