Mujer degollada (Giacometti) |
Amanece
un día claro después de tanta lluvia. La primavera pugna con el invierno y
nosotros sabemos que va a ganar. Las radios aún hacen balance de las elecciones
andaluzas o especulan con la formación de las listas municipales. Un día
normal. Y, de pronto, las redes empiezan a vomitar la mala noticia. Las radios interrumpen sus magacines matinales, las cadenas de
televisión montan rápidos debates, buscan razones, causas, nombres, datos…
Se
ha parado la vida.
Twitter
arroja una letanía de pésames. Todo el que aspira a ser alguien se apresura a
expresar sus condolencias a los familiares y amigos de las víctimas. Se crean
gabinetes de crisis, se suspenden actividades: los diputados, los candidatos,
el jefe de la oposición, el presidente del gobierno, los reyes cancelan su
viaje oficial. Todos quieren dejar clara su impresión, su dolor por el
siniestro. Las redes sociales se tiñen de duelo.
Estamos
desolados.
Aún
no se conocen los nombres, no hay informaciones oficiales, pero se viven con
dramatismo. Casi medio centenar de víctimas españolas. El país está de luto,
las víctimas son nuestras víctimas.
Sentimiento
de incredulidad
Los
pensamientos se nos van hacia esas víctimas. No imaginarían esta mañana que
este iba a ser el último día de su vida. Pensarían en sus hijos, en las
próximas vacaciones de Semana Santa, quizá. Harían planes para el futuro
inmediato, recordarían a sus amigos, verían las noticias, estaban llenas de
vida… Y, de pronto, todo ha acabado.
Sensación
de impotencia.
Ese
será, seguramente, el sentimiento que habrá invadido a las familias de las
víctimas del accidente aéreo de la compañía Germanwings. ¿Por qué nos ha pasado
esta desgracia?
Mujer degollada (Giacometti) |
Cada
año, más de medio centenar de mujeres son asesinadas en España por violencia
machista. Pero, al contrario que en el siniestro del que ahora nos condolemos,
nadie suspende actos, nadie expresa su dolor en las redes sociales, nadie crea
gabinetes de crisis, nadie se
cree en la obligación de acompañar a sus deudos, ni de asistir a los entierros,
nadie alza su voz para recordar que esas víctimas son nuestras víctimas.
Cada
año, las mujeres contemplamos con impotencia cómo va aumentando el número de nuestras
víctimas y nos preguntamos: ¿Por qué siguen ocurriendo esas muertes? ¿Por qué
no se corta la sangría? ¿Por qué nadie se da por aludido de que esas víctimas
son también nuestras víctimas?
Más
de medio centenar cada año de mujeres muertas, que también son víctimas y
también son españolas.