lunes, 23 de marzo de 2015

Agrupémonos todos:Susana Díaz y el Cuarto Estado

Los partidos políticos españoles han cometido muchas tonterías y algunas traiciones. Entre las primeras, olvidarse de quién elige a sus cargos, quién los sostiene. Entre las segundas, la principal es la corrupción. Se han vendido y han vendido a sus electores. Han vendido lo público, lo común. También han corrompido el concepto mismo de la política: se han convertido en un fin en sí mismos cuando debían ser un instrumento de transformación. Esa es la principal de las corrupciones y la mayor de las traiciones.
Es lógico, pues, que los ciudadanos muestren desapego hacia quienes han enfangado la política. Es lógico que los ciudadanos se levanten contra los partidos, como lo es que surjan nuevas formaciones que reclamen una nueva ética pública y una limpieza de quienes han olvidado quién los eligió y para qué fueron elegidos. Pero también es lógico que los ciudadanos diferencien entre políticos e ideologías, entre partidos y partidarios.   
La diferenciación se aprecia en las urnas y en los balances después del proceso electoral, a pesar de que cada quien suele aferrarse a la versión optimista del relato, de forma que oyendo a los portavoces se diría que todos han resultado ganadores. En la Andalucía del 22 de marzo, un poco menos. La noche del domingo, las caras y los discursos dejaban claro que:
- el PSOE había ganado, aunque en minoría
- el PP se había desplomado sin paliativos
- Podemos se había estrenado bien aunque lejos de sus expectativas
- Ciudadanos había entrado en tromba por la derecha
- a IU se lo había merendado directamente Podemos
- UPyD no aparecía ni, al parecer, se le esperaba
- el Partido Andalucista se había disuelto.
En política lo decisivo son los hechos pero los gestos son muy importantes y, dentro de los gestos, la puesta en escena. Lo saben muy bien quienes se encargan de la imagen de las organizaciones, que montan al milímetro los escenarios, colocan estratégicamente a quienes aparecerán en los informativos de televisión, aquí unos jóvenes, aquí unos jubilatas, aquí un niño, aquí unos señores formales, allí unas flores… Nada queda al azar. Cada imagen, cada gesto es un mensaje.
Así, pues, era interesante ver cuál era la reacción de cada una de las formaciones después de que se conociera el resultado de las urnas andaluzas. UPyD pareció haber perdido no sólo los votos sino todo lo demás y aprovechó las redes sociales para desbarrar. IU reconoció la derrota con realismo, tanto en la voz del candidato Maíllo como en la del joven Alberto Garzón, víctima de los errores ajenos y de la variable tiempo. Ciudadanos, con Albert Rivera como sumo pontífice, se esforzaba por contener el entusiasmo y mostraba el rostro de una derecha civilizada. Teresa Rodríguez trataba de simular la decepción de Podemos lanzando una homilía a los gentiles, aquí nosotros, allá todos los demás. Juan Manuel Moreno Bonilla –el agente detonador del PP que explosionó la Dependencia- hablaba de la corrupción ajena.
En el programa especial de la Sexta, Irene Lozano (UPyD) trataba de salir airosa del trance; Iñigo Errejón parecía buscar una explicación a lo ininteligible; Trinidad Jiménez intentaba que el entusiasmo no le rompiera las costuras; Gaspar Llamazares (IU) daba muestras de su proverbial sentido común frente a la fatalidad; y Rafael Merino (PP), faltón y algo sonado, daba argumentos a quienes no habían votado a su partido y desanimaba a quienes pensaran hacerlo.
¿Y Susana Díaz, la ganadora? Hacía tiempo hasta que se consolidara el resultado, aseguran en televisión. El tiempo va pasando y los socialistas no aparecen hasta que, en un tiro de cámara perfecto, la pantalla muestra una pasarela y, al fondo, una masa borrosa que la cámara va fijando, un grupo en el que se distinguen los colores verde y blanco de Andalucía. El grupo avanza lentamente, sin prisa pero con alegría. Es un grupo compacto, que se abraza, que pisa fuerte y mira de frente. La televisión se tiñe de un aire épico. La imagen remite a la composición de El Cuarto Estado, la conocida obra de Guiseppe Pellizza.  
La toma tiene tal fuerza que te deja pegada a la pantalla. Imagino que la escena no es casual sino que ha sido pensada para causar el efecto adecuado, pero también refleja la fuerza de una ideología que nació para cambiar el mundo cuando el mundo era más injusto aún de lo que es hoy, que defiende lo colectivo y lo público, que reclama lo social, que diseñó el Estado de Bienestar, que resume fielmente el estribillo de la Internacional: Agrupémonos todos, / en la lucha final. / El género humano / es la internacional.  
En su valoración electoral, oigo a Susana Díaz decir que es la primera vez que una mujer gana las elecciones en la comunidad. Me congratulo del hito, mayor si se tiene en cuenta que la candidata está embarazada, pero no me preguntes qué más dijo. Sigo con la mirada fija en el grupo que representa El Cuarto Estado. He ahí el reto: el cuarto estado. 

2 comentarios:

  1. ¿Sabes lo que pienso? que ha ganado Susana Díaz y no el PSOE, esa energía, determinación, ese espérate un momento que vamos a hacer elecciones que luego tengo que parir y volver al curro. Qué sensación de mujer-pulpo, la que todas conocemos porque la vemos en el espejo cada mañana, la que sabe que a lo que se ponga, lo consigue, porque si no, no se pone.
    Qué pena que no esté de secretaria general, qué pena....

    Besos

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  2. Yo con Susana ha sido el lema y suya es la victoria, lo demás, después.

    Un beso (me puedes siempre con esa forma de contar que llega tanto)

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