Hay
ocasiones en las que una tiene que escribir recogiéndose las tripas.
Hay momentos en los que una procura coger cuidadosamente el teclado
por la parte menos afilada para no hacer sangre. Hay días en los que
hay que pasar una fregona sobre las informaciones leídas para que no
chorree la mugre. Hoy es uno de ellos.
Es
conocido el desparpajo de la candidata del PP a la alcaldía de
Madrid, que habla sin empacho sobre lo divino y lo humano, sin
que considere necesario tener un mínimo conocimiento de lo que
habla. Aguirre desarrolla maneras de señoritismo tópico, faltón,
pendenciero y fanfarrón. Insulta si le place, en la confianza de que
no le va a pasar nada. Si la cosa se pone fea siempre puede decir:
Ay, lo siento, me informaron mal, me engañaron... Porque Aguirre no
se equivoca, la equivocan, no miente, la confunden. Los señoritos
son así.
Estoy
convencida de que en la derecha española hay gente razonable, culta,
respetuosa, moderada, que defiende una opción conservadora pero no
pretende desmontar los servicios públicos, ni que se jodan los
parados, ni justifica la corrupción, ni va insultando a quienes no
piensan como ellos. Seguro que hay personas así pero entre ellas no
se encuentra la candidata a la alcaldía de Madrid.
Hace
unos días, Aguirre fue a la Sexta y dejó caer la sospecha de que la
jueza Carmena no era una jueza pata negra, sino que había llegado al
cargo por el cuarto turno, el que corresponde a los abogados de
prestigio, en vez de haber accedido por oposición, que, a lo que
parece, es la única forma que entiende Aguirre de acceder a la
judicatura. Y aunque el cuarto turno es tan legal como cualquier
otro, deslizaba la especie de que Manuela Carmena, que aspira a la
alcaldía igual que ella, era una candidata de segunda. Comparada con
ella, sobre todo.
Esta
Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa consorte de Bornos y
grande de España, que observa con tanta displicencia a una rival
política, se licenció en Derecho en la Complutense en 1974 y en
1976 entró por oposición en el Cuerpo de Técnicos de Turismo,
pasando rápidamente a ocupar la jefatura del Servicio de Publicidad
de Turismo de la Secretaría de Estado de Turismo, donde permaneció hasta 1979. Que en ese tiempo el secretario de Estado de Turismo
fuera Ignacio Aguirre Borrel, tío suyo, fue sólo una casualidad.
Una de esas felices casualidades que tanto se dan entre los grandes de esa España clasista pero, por si acaso, en el obituario de Ignacio Aguirre publicado en El País y firmado por su sobrina Esperanza ésta
se cuidó mucho de mencionar la feliz coincidencia de ambos en la
Secretaría de Estado de Turismo.
Manuela Carmena se licenció también en Derecho (1965) y ahí se terminan
todas las coincidencias con su rival en el ayuntamiento de Madrid.
Porque, siendo perfectamente lícita la aspiración a garantizarse un
salario, y más en la Administración Pública, mientras Aguirre
–ultra defensora de lo privado- se colocaba al amparo de lo
público, Carmena se dedicaba a defender a trabajadores y, con otros
abogados próximos al Partido Comunista, fundaba un bufete en la
calle Atocha que habría de hacerse tristemente famoso cuando lo
asaltó un grupo de ideología ultra derechista, mató a cinco
personas e hirió gravemente o varios más.
En
1980 Carmena obtiene la plaza de juez por oposición y en 1996 es
elegida miembro del Consejo General del Poder Judicial a propuesta de
Izquierda Unida. Fue una de las juezas fundadoras de la asociación
Jueces para la Democracia, de corte progresista y ha sido relatora de
la Organización de Naciones Unidas. En su vida profesional se ha caracterizado por la aplicación de la ley a favor de los más
débiles. Jubilada ya, ha seguido vinculada a esta defensa. Abrió
una tienda de ropa infantil que cosen las mujeres presas, lo que les
permite disponer de un salario.
En
su actuación personal, Carmena se muestra tolerante y respetuosa,
más dada a la ironía que al insulto. De hecho, resulta difícil
imaginarla insultando a nadie. Aguirre, en cambio, gusta de mostrarse
faltona y mal educada y tan inculta que es dudoso si tanta ignorancia
es real o se trata de una pose. No sé si es mentirosa o es que no
distingue la verdad de lo falso. El resultado es el mismo, ella dice
lo que se le ocurre y si no es verdad, ah, se siente.
En
esta oportunidad, Carmena le ha llamado al orden y Aguirre se ha
visto obligada a rectificar. Lo leí en ABC, se ha justificado. ¿Y
quién te manda fiarte de ese periódico?, le ha respondido la jueza.
Luego,
como las encuestas deben advertirle de que la jueza Carmena le pisa
los talones, la abogada Aguirre, en gozosa connivencia con medios de
comunicación afines, se ha lanzado a divulgar supuestos conflictos
laborales de la candidata adversaria. Ésta ha vuelto a dar
explicaciones demostrando documentalmente que Aguirre falsea la
verdad.
Si
llega el caso y se ve muy apurada, la marquesa volverá a repetir el
número y reiterará la disculpa. Total, ¿qué importa una mentira
más o menos? Ella domina como pocos las técnicas populistas: ir a
la tele y ponerse a cantar o a bailar, vestirse de chulapa, los
saraos donde pueda repartir besos y abrazos, como ayer en la pradera de San Isidro, esas cosas que
encandilan al marujeo local (que no está compuesto exclusivamente
por mujeres), las bromas que apelan a los más bajos instintos. Pero
no la encontrarás desarrollando las líneas maestras de su programa,
más allá de bajaremos los impuestos y ofreceremos pan y circo. No
es fácil oírle disertar sobre programas sociales, sobre las cifras
de sus previsiones, sobre filosofía política, excepto que ella es
liberal. Curiosa liberalidad la de quién siempre ha vivido de la
hacienda pública.
De
ella dijo Arturo Fernández, otro prenda parecido, siempre bordeando
el código penal, que era una tía con dos cojones –que, a lo que
parece, es el desiderátum de los elogios en el nivel marquesado-;
otros han alabado su capacidad de supervivencia –a prueba de tramas
corruptas, navajeos políticos y helicópteros averiados- pero no se
conoce de nadie que haya destacado ni directa ni indirectamente sus
dotes intelectuales ni sus virtudes ciudadanas.
Con
todo, hay dos circunstancias que, a mi manera de ver, inhabilitan a
la candidata del PP para aspirar a la alcaldía o a cualquier cargo
público: su manifiesta inclinación a rodearse de personas corruptas
y su falta de respeto a los empleados municipales. Sobre el primer
punto, basta un repaso a las tramas Gürtel y Púnica, dos redes de
prácticas mafiosas con epicentro en el PP de la Comunidad de Madrid,
que ella se precia de dirigir con mano férrea. Todos los nombres de
quienes han esquilmado los presupuestos de comunidad y ayuntamientos
son hechura suya, se han criado y crecido bajo su amparo, aunque ella
asegure haber sido engañada. En cualquier caso, si no es cómplice
por acción lo es por omisión: estaba allí para gestionar lo
público y para evitar la rapiña que se ha producido. Por cierto,
resulta raro que alguien tan devota de Gran Bretaña ignore que los
políticos de ese país se van a su casa por mucho menos. Y no
vuelven.
En
cuanto al segundo punto, basta un repaso al incidente de tráfico que
protagonizó después de aparcar en la Gran Vía madrileña y salir
sin atender a las órdenes de los policías municipales. Se ha
escrito tanto sobre el incidente que sólo cabe preguntarse quién de
los aquí presentes sabe de alguien, de Viriato a hoy, que haya
salido huyendo de la policía sin terminar el día en una comisaría.
No
hay que darle muchas vueltas. Si Aguirre se desenvuelve con la
soltura que lo hace es, principalmente, porque se sabe protegida por
su casta. Entiéndase por casta quienes creen tener la patria
inscrita en su propio registro de la propiedad. En realidad, Aguirre
ha vivido siempre apalancada en esos privilegios de clase: la de una
derecha depredadora, perdonavidas, inculta en varios idiomas, que
cree que el país le pertenece y acostumbra a llevarlo al límite
mismo del despeñadero. Y no le importa dejarlo caer porque sus
activos principales los tiene en otra parte a buen recaudo, como se
ha visto en los múltiples casos de corrupción, del PP a la
Convergencia de Pujol.
En
resumen: como vecina de Madrid advierto desde ya al PP que puede ahorrarse las papeletas que me envía
a domicilio. No sólo no voy a votar a su candidata al Ayuntamiento
sino que me avergüenza profundamente que alguien haya podido pensar
que una persona tan incívica, mal educada, mentirosa y promotora de
corruptos pueda representar a los ciudadanos de la capital de España
ni del último pueblo de este país.
Patriotas
de pacotilla, que diría Mafalda.
Estoy contigo en todo lo que dices, pero me temo que será la candidata que tendrá mas votos, lo que habla muy mal de los Madrileños, pero dado que en este pais hay tantos ciegos y sordos, tendremos que decir en las próximas elecciones , mal de muchos consuelo de todos, espero y deseo profundamente equivocarme.
ResponderEliminarSaludos
Yo también me temo lo peor. Que las encuestas sigan dando votos a un partido que ha despeñado a la mitad de la población permite pocos optimismos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHe borrado el comentario por verlo duplicado. Pero como continuación al tema, no sabes cuanto me alegro conocer por la prensa de hoy domingo que Carmena pudiera ser la próxima alcaldesa, si fuera así, me gustaría que el diario que publica la encuesta no se equivoque.
EliminarLas encuestas se hacen a medida de los intereses de quien las paga. Te remito a las elecciones británicas.
EliminarFabulosa, como siempre.
ResponderEliminar¿Te imaginas que los madrileños hayan despertado, y vean lo que tú ves y tan bien cuentas?
Imagine....
Eso sólo puedo imaginarlo después de un gintonic muy cargado.
Eliminargracias.
ResponderEliminarhoy solo puedo decirte eso...
gracias, porque antes de empezar a leerte me sentía tremendamente sola, y me ha venido bien leer tu post...
gracias, te lo repito porque necesitaba algo así para dejar de sentirme rara.
muchos besos!!
No te preocupes, Galeano decía que de cerca nadie es normal.
EliminarBesos.