A
veces, el azar te conduce mientras tú crees tomar decisiones y te guía hacia
lugares donde no pensabas ir para encontrarte con personas que habían hecho
proyectos para estar en otros sitios. Hemos dado en llamar a eso destino. A cambio,
el destino te concede regalos maravillosos a los que hemos dado en llamar
amigos. Los amigos no es algo para lo que uno haga méritos: la vida te los
regala o no si al destino le da por repartir así las cartas o por guardárselas
para otra mano.
Nani
era una experta en inmigraciones: en las ajenas y en la propia. Había
nacido en Italia pero había vivido en Argentina muchos años y allí hubiera
pasado la vida entera de no haber sido por los militares, que tomaron el poder
por la fuerza y se dedicaron a perseguir a los militantes de izquierda, que era
su caso. Como ella, muchos miles de latinoamericanos se vieron forzados a salir
de su país.
Su experiencia migratoria y sus conocimientos legales los aplicó para explicar el proceso migratorio y diseñar políticas de integración dirigidas a la primera oleada de mujeres que llegaba a España, a comienzos de los años 90 del pasado siglo. El resultado fue un librito: Inmigración en España: femenino y plural. De aquel tiempo data nuestra amistad, que es uno de los regalos de la vida que tengo en gran aprecio.
Un día me invitó a que le acompañara a una conferencia de un escritor, desconocido entonces para mí, en la Casa de América. En Argentina es un autor consagrado pero, sobre todo, es el marido de mi amiga Helena Villagra, me contó. Helena había vivido una experiencia devastadora durante la dictadura militar pero la vida le había puesto en el camino del escritor, que era Eduardo Galeano. Concluido el acto oficial, nos reunimos en una cena informal. Allí descubrí al grandísimo creador que, en efecto, era, a la inteligente y discreta Helena y a las extraordinarias personas que eran ambas.
Galeano nos dedicó dos libros. El primero -El libro de los abrazos- donde lo suelen dedicar todos los autores, en la primera página, y el segundo -Las palabras andantes- en la página 310, debajo del texto titulado "Ventana sobre la utopía". "Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar". Hay que andar siempre, me dijo, si uno se para, es que está muerto. En esta segunda oportunidad el escritor había venido solo. Helena estaba enferma.
La vida no siempre es justa y Nani murió en agosto de 2005. Dejó algunas lecciones de vida y un hueco irremediable en sus amigos.
Tiempo más tarde, durante un viaje a Cádiz, repentinamente y contra toda costumbre, el colega decidió hacer un alto en Sevilla. Aparcamos el coche y nos dispusimos a dar un paseo por la ciudad. Apenas habíamos caminado unos metros por la Avenida de la Constitución cuando, sentados en una terraza, descubrimos a Helena y Eduardo. Entendí que el azar nos había conducido a ese lugar y a ese instante, independientemente de cuáles fueran nuestros planes.
Nos
dirigimos a ellos y, tras los saludos de rigor, nos contaron que habían ido a
Sevilla a un acto literario pero que habían decidido prolongar la visita para
disfrutar de la ciudad tranquilamente y a solas. Ninguno habíamos
proyectado estar en Sevilla en ese momento pero el caso es que allí estábamos,
hablando de arte y de literatura.
Siempre lamentaré haber sido yo quien os dé la mala noticia, logré decir por fin: Nani ha muerto. Creo que a los cuatro nos anegó una angustia casi sólida. ¿Sufrió?, me preguntó Helena, al fin. No, respondí, y murió rodeada del cariño de todas sus amigas.
Viaja la luz de las estrellas muertas, y por el vuelo de su fulgor las vemos vivas. Viaja la voz, que sin la boca sigue, dejó escrito Eduardo Galeano. Me gusta pensar que esas palabras hablan de Nani, aunque las hubiera escrito cuando ella aún vivía. O del propio Galeano, que se fue el 13 de abril pero que sigue perenne en sus palabras escritas.
Me ha gustado este escrito que nos acerca de un modo más personal a un gran autor. Imagino que guardarás como un tesoro vuestras conversaciones. Quiero pensar que el destino no existe porque de lo contrario no seríamos libres. No obstante, a veces te ocurren cosas en la vida que no sabrías como definirlas...
ResponderEliminarHay una frase que me gusta mucho : Si me caí, es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas.(Galeano)
No tuve oportunidad de conocer demasiado personalmente a Galeano, nuestros encuentros fueron muy esporádicos y breves pero me pareció un gran seductor en persona y más aún en su obra que, como bien dices, habla siempre de superación.
EliminarUn saludo.
Conocí a Galeano... por su obra, otra manera de conocer a las grandes personas.
ResponderEliminarUn abrazo.
A las grandes y a las pequeñas personas se les conoce por su obra, efectivamente, pero los periodistas llevamos un cotilla sentado en el corazón y nos gusta ver al personal de cerca.
EliminarSaludos.
No sé que me maravilla más, si que lo conocieras, o ese encuentro en Sevilla, que se puso en medio, para que os encontrárais...
ResponderEliminarQue lo conociera no tiene más misterio que tener una amiga en común, la suerte en este caso fue conocer a Nani, quien, por cierto, siempre decía, que nadie es normal para su ayuda de cámara. Y creo que fue el propio Galeano quien venía a decir lo mismo cuando afirmaba que de cerca nadie es normal.
EliminarY sí, a mi también me maravilla esos juegos del azar de conducirte a lugares donde tienes encuentros insospechados.
Un beso, guapa.