Aquellas imágenes de miles de personas arrastrándose entre la persecución y el abandono se repiten estos días en la misma Europa que ahora como a mediados del siglo XX cierra los ojos a los refugiados o mira hacia otro lado.
En el pequeño cementerio de Colliure, cerca del mar, descansa don Antonio.
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
"la espina de una pasión;
"logré arrancármela un día:
"ya no siento el corazón".
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".
Un poeta que junto con Federico no son queridos como debieran en su país.
ResponderEliminarSaludos
Estos días azules y este sol de la infancia...
ResponderEliminarSeguro que me paso de boba, pero es pensar en él, allí solo, mojado, con todo lo querido atrás, y se me nubla la vista. Menos mal que Colluire es un hermoso lugar para descansar.
¿Qué versos se estará tragando ahora el mar?
Un abrazo