Como
es harto conocido, en la Carrera de San Jerónimo se levanta el
Congreso de los Diputados. Ocupa el solar donde otrora se alzaba el
convento del Espíritu Santo, que se quemó en 1823, y fue
inaugurado en 1850 por la reina Isabel II.
A
ambos lados de su portada principal, que solo se abre en ocasiones
solemnes, se encuentran los famosos leones, lugar muy apreciado por
los visitantes para fotografiarse como recuerdo de la visita al
Congreso. Hasta hace unos meses, se podía acceder fácilmente,
incluso fotografiarse ante la puerta. Ahora ya no. En las navidades
pasadas, un retén policial advertía de que no se podía superar el
segundo escalón. Hoy, unas vallas impiden la aproximación a la
escalinata.
Así,
resulta que los ciudadanos, que sostienen con sus impuestos el
funcionamiento del Congreso y que eligen en las urnas a los diputados, no pueden siquiera aproximarse al edificio y, en cambio, se permite
el acceso y se le reserva escaño a Pedro Gómez de la Serna,
investigado por la Audiencia Nacional bajo la sospecha de formar
parte de una organización delictiva.
Legal,
sin duda, pero incongruente.
En
el muy castizo barrio de Lavapiés se alza la iglesia de San Lorenzo
que por sí sola resume la historia de España. Levantado sobre el
solar ocupado anteriormente por la sinagoga, se convirtió en
parroquia independiente en 1799. en 1851 sufrió un incendio que dejó
el edificio en mal estado, fue restaurado, pero el 20 de julio de
1936 fue incendiado y totalmente destruido. Reconstruida a partir de
1942 fue reinaugurada en 1950.
Son
famosas sus fiestas en honor al santo patrón, en torno al 10 de
agosto, y en los primeros días de mayo, la celebración de las
“mayas”, cuando las calles aledañas a la iglesia se llenan de
altares florales presididos por adolescentes, en los que se ofrecen
rosquillas y ramos de romero.
Pues
bien, esta parroquia castiza se convirtió también en el lugar de
acogida del culto de las diferentes colonias de inmigrantes
latinoamericanos que en los años de bonanza económica llegaron a
España buscando una vida mejor que la que les ofrecía su país.
Cada domingo, la estación de metro de Lavapiés se llena de devotos
que salen de misa de doce o de una. Vienen hasta aquí de todos los
barrios de Madrid para rezar ante la Virgen del Cisne, los
ecuatorianos, el Divino Niño, los colombianos, y la Virgen de
Cotoca, los bolivianos.
Esta
tarde, de la iglesia de San Lorenzo ha salido una procesión
bullanguera y multitudinaria. Pero, al contrario que en otras
ocasiones, la procesión no era en honor de ninguno de sus patronos
religiosos, sino en defensa de la Tierra.
Salvemos la Tierra. No
a Monsanto, rezaba algunas pancartas, en alusión a la empresa agroquímica
americana. Eso es congruencia.
como el yin yang, las imbecilidades y los actos inteligentes están a la orden del día, solo que aquí predomina la primera más que la segunda, no hay equilibrio.
ResponderEliminarSaludos
Y que raro encontrársela en la calle.
ResponderEliminarUn beso