La
burgalesa Casa del Cordón, ese lugar donde vino a morir Felipe el
Hermoso, hoy sede de La Caixa, acogió el sábado 7 de mayo un acto de
homenaje a Antonio Benaiges, un maestro poco conocido en estos lares,
cuya memoria nos ha llegado como en un reflujo del otro lado del
océano.
Benaiges
era un joven maestro nacido en Montroig del Camp (Tarragona), un
maestro con inquietudes docentes, que seguía los métodos
pedagógicos de Celestin Freinet. Empezó a desarrollar esta técnica
en una cooperativa que formó con otros docentes catalanes en
Vilanova y la Geltrú. Socialista y afiliado a UGT, dejó su tierra
para hacerse cargo de la escuela de Bañuelos de Bureba, un pueblo
del norte de la provincia de Burgos, que en 1934, cuando llegó el
maestro, no llegaba a 300 habitantes. Un pueblo sin carretera, ni
luz, ni agua. Unas tierras “abrasadas por el sol y quemadas por el
frío y esclavizadas por la ignorancia”, como escribió en octubre
de 1936 su amigo Patricio Redondo.
A
la escuela iban una treintena de niños y niñas que pronto
experimentaron los nuevos métodos pedagógicos de Benaiges, basados
en la experimentación, el descubrimiento y la expresión personal de
los pequeños. El maestro sacaba a los alumnos de las aulas y los
llevaba al campo para que aprendieran sobre el terreno. El maestro
trataba a los niños con afecto, era su amigo, y, contra el criterio
generalizado de que la letra con sangre entra, no los pegaba. El
maestro compró un tocadiscos en el que ponía música y costeó de
su bolsillo una imprenta con la que los niños elaboraban sus
cuadernos, vertiendo en ellos sus pequeñas historias: la descripción
del pueblo, la visita de un fotógrafo, que los retrató a la puerta
de la escuela, la promesa del maestro de llevarlos a ver el mar. Esos cuadernos volaron a otros centros Freinet: a Cataluña, a Francia, a
México...
La
promesa de ver el mar acabaría costándole cara a Antonio Benaiges.
En julio de 1936, en vez de volver con su familia a disfrutar de las
vacaciones estivales, se demoró en Briviesca tratando de encontrar
un autobús en el que trasladar a los niños de su escuela a
Tarragona, a ver el mar. El 19 de julio sería detenido, humillado
públicamente -fue paseado desnudo por la calle- torturado y,
finalmente, asesinado y enterrado en una fosa común en el monte de
La Pedraja.
A
Antonio Benaiges lo describen quienes le trataron como un hombre
pobre y generoso, una persona de gran valor, comprometido con su
trabajo. “Vivo la vida sincera, la mía, dándome a los demás”,
le oyeron decir. ¿Cual fue entonces su delito? Varios y todos graves
a ojos de un poder caciquil, al que le convenía una población
ignorante como mano de obra barata y fácilmente manipulable, y un
poder clerical que veía enemigos en los militantes de partidos de
izquierda.
A
Antonio Benaiges se lo llevaron y lo asesinaron los falangistas pero
en su contra testimoniaron el alcalde y el cura del pueblo. Dijeron
que ponía música y cantaba con los niños, actitudes impropias de
un maestro. Pero dijeron, sobre todo, que era comunista y que no iba
a misa. Sus asesinos no solo no fueron procesados sino que fueron premiados. Ni siquiera han pedido perdón.
No
solo mataron al maestro, también destruyeron cuanto había en la
escuela que pudiera recordarlo. Algunas familias guardaron los
cuadernos elaborados con la imprenta pero la mayoría los quemaron
por temor a represalias. Y sobre Antonio Benaiges se extendió un
pesado silencio que duró más de 30 años.
Su
familia supo pronto de su muerte pero no del lugar de su
enterramiento. Y solo pudo recordarlo. Hasta que muchos años
después, llegaron noticias de México, adonde habían llegado los
cuadernos de los niños de Bañuelos de Bureba, y donde el nombre de
Antonio Benaiges y sus métodos pedagógicos eran admirados. Luego,
se escribió un libro sobre su vida: “El maestro que prometió el mar”. Después, se hizo un documental sobre su experiencia docente:
“El Retratista”.
Y
en agosto de 2010, coincidiendo con la exhumación de una fosa común
de la Pedraja, se empieza a recuperar la memoria de un maestro,
modelo de docentes. Enseguida se constituyó una Asociación Escuela
Benaiges en el propio Bañuelos de Bureba, una entidad sin ánimo de
lucro que se ha propuesto restaurar la vieja Escuela abandonada y
crear en ella un Museo-Taller Pedagógico que muestre la experiencia
que allí se practicó entre los años 1934 y 1936. (Si quieres
colaborar con la Asociación aquí puedes ver cómo hacerlo).
En
la sesión de homenaje a Antonio Benaiges, organizado por FETE-UGT y la Asociación Escuela Benaiges de Bañuelos de Bureba, intervinieron el alcalde de
Bañuelos y una representante de la Junta de Castilla y León,
escritores, profesores, cineastas, dibujantes, maestros,
sindicalistas, familiares de los niños que fueron alumnos del
maestro y familiares del propio maestro.
Se
reclamó una educación que tenga memoria y una memoria histórica
que tenga educación, se reivindicó el recuerdo de aquellas personas
que dieron la vida para que las nuevas generaciones puedan vivir hoy
en libertad, puedan aprender, puedan construir un país en
democracia. Se honró, en suma, la memoria de un hombre bueno: Antonio Benaiges, víctima del odio y la sinrazón.
No termino de endurecer la mirada, no consigo curtir la piel y estas historias me siguen doliendo por dentro, no alcanzo a comprender cómo tanta maldad, cómo tanta inquina, tanto odio cabía dentro de tantos animales y lo que es peor como se pudo sobrevivir 40 años respirando el mismo aire.
ResponderEliminarGracias por la memoria,