Como ya me queda poco para jubilarme, ando barajando diversas actividades
a las que dedicarme cuando no tenga que ir al curro diario. En el bien
entendido de que todas mis actividades favoritas terminan siempre en el teclado
del ordenador.
- Escribiré cuentos para la niña, le cuento a mi chico.
- Buena idea, responde él, que tiene debilidad por la nieta.
- Mantendré al día el blog y no como ahora, que voy a salto de mata,
añado.
- ¡Qué bien!, reitera él.
- Podías escribir el guión de una serie de televisión, se te dan bien los
personajes, propone una amiga
Le doy vueltas a la propuesta y se lo cuento a mi chico.
He pensado en un episodio en el que un grupo de sindicalistas
acampan en el pasillo de la tercera planta, justo ante la puerta del despacho
del ministro. Piden hablar con el titular para exponerle sus problemas porque
no ha respondido a las muchas peticiones que le han dirigido en los últimos meses.
Quieren explicarle que tienen mucho trabajo y pocos efectivos y consideran que
eso redunda en el buen servicio a los ciudadanos.
El ministro pide las sales y se larga por la escalera interior.
Seguidamente, empiezan a salir los subalternos: el subsecretario, el jefe del
gabinete, el ayuda de cámara. Tratan de convencer a los congregados de que el
pasillo no es lugar adecuado para acampar pero ellos se desentienden de
discursos. Insisten en que quieren hablar con el titular, que sea él quien oiga
sus cuitas.
- Me lo van a matar a matar a disgustos, dice el ayuda de cámara mientras
dirige una mirada asesina al personal de seguridad por haberse dejado colar a
los acampados.
Ajenos a la invasión sindical, en un despacho anejo, la secretaria de
Estado mantiene una reunión con los sindicalistas jefes de lo público, los
representantes de ceceoó y de ugeté. Terminado el encuentro, se asoman al
pasillo para despedirse y se topan con el fregado.
- Nos han invadido, informa la secretaria de estado.
- Y ahora, ¿Cómo salimos de aquí?, se preguntan al unísono.
La secretaria, que es mujer decidida, los conduce a la
salida por la terraza, dejando atrás a los concentrados.
Entretanto, el ayuda de cámara ha tenido un ataque de inspiración. Cierra
los aseos y da la orden a seguridad de que quien salga del pasillo, no vuelva a
entrar. Cuando los acampados se percatan de que los compañeros que han ido al
servicio no vuelven, se amotinan al grito de:
- ¡Queremos mear! ¡Queremos mear!
Mi chico me interrumpe cuando estoy lanzada en el relato.
- Eso resulta difícil de creer, salvo que lo cuente Rafael Azcona y el
pobre ya murió.
- Sí, eso me parece, admito, creo que me voy a centrar en el blog y
dejarme de series.
Faltan datos. Quiero decir, falta violencia. La violencia está infravalorada en ciertos casos.
ResponderEliminarTe propongo escribir un relatico/guión/novela-corta con los siguientes personajes y 'concetos', que diría el ministro aquel:
Revolución
Pío Moa
Códice Calixtino
Ángel Garó
Garrote vil
El final de 'Los Serrano'
Felipe de Borbón
Exilio
Hala.
jajajajo tu chico...es dificil de creer...precisamente por lo surreaverosimil que suena, nena.
ResponderEliminarNo me perderia ni un solo capitulo, ni un solo titulo de una serie escrita por ti ¡adelante!
¡Besitos!
Tita: lo que te cuento va a misa. Clica en el enlace para comprobar.
ResponderEliminarjajajajaja, si, segun leia tu post me parecio que eso era tan surrealista, como solo la realidad lo es.
ResponderEliminarAbrir tu enlace antes de comentar y completar la composicion fue todo uno....