Es sabido que en este mundo hay gente para todo y que los gustos son tan variados como puedan serlo los seres humanos. Hay quién sería capaz de recorrer medio mundo para trepar por riscos y pendientes en el Anapurna mientras que otros pueden permanecer sin comer ni dormir por capturar una ola remisa en la playa de Laida. Los hay que se embelesan con el románico y quienes se emocionan con una catedral gótica como los hay que extasían con los monumentos prehistóricos. En nuestra excursión extremeña hubo para todos los gustos. Si nos atenemos a la datación cronológica, deberíamos haber comenzado por el Dolmen de Lácara.
El monumento
megalítico está bien señalizado, pero conviene ir atento para no despistarse
del acceso, así de ameno es el camino. Aunque hasta hace poco tiempo ha estado
semi abandonada, actualmente la zona está protegida por un acceso vallado donde
se aparcan los coches. El lugar es de una placidez absoluta, el silencio lo
domina todo, algún rebaño de ovejas pasta bajo los robles y encinas que pueblan
la dehesa. El camino rodea una formación rocosa que quizá debe su distribución
al puro azar pero que también podría ser el resultado de una ordenación humana,
el resto de un templo o de un asentamiento prehistórico, dada la proximidad al
dolmen.
Una serie de
carteles instalados por la Junta de Extremadura explican el significado del
monumento, la época de construcción y su distribución. Estamos ante una joya
arquitectónica del Calcolítico, un sepulcro de corredor que fue construido
entre los años 3000 y 4000 antes de la era cristiana. A pesar del tiempo
transcurrido y de las vicisitudes padecidas, parece en buen estado de
conservación. Como advierten los carteles, la construcción debió suponer un
gran esfuerzo para la comunidad que lo edificó, “fue necesaria una gran
cantidad de maderas, cuerdas y bastante tiempo para tallar las piedras, además
de un grupo numeroso de individuos para acarrear el material y personal
especializado para dirigir todo el trabajo”.
Una gran piedra,
colocada para sellar la entrada cuando dejó de utilizarse, bloquea ésta. “Originariamente
a la tumba se accedía desde el vestíbulo (6,20 m. de largo) donde pudieron
realizarse ritos durante los entierros y ceremonias para agradar a los
antepasados. Después de atravesar la puerta se accede a un corredor de techo
bajo (9,15 m. de largo) dividido en dos tramos separado por jambas y finalmente
se llega a la cámara funeraria de planta octogonal (entre 4,5 y 5 m. de
diámetro), el techo se eleva más de cuatro metros, lugar donde se depositaba al
difunto en posición fetal con alguna pertenencia personal (cuchillo, flechas,
collares) cerámica o algún amuleto para protegerle durante el tránsito a la otra
vida. La tumba se utiliza durante un
periodo largo, posiblemente más de un milenio, es decir, desde el neolítico
medio al calcolítico final.
Sólo una de las
piedras que cubrían la cámara funeraria permanece en pie, el resto ha sido
destruido. Esta estructura estaba cubierta de piedras y tierra formando un gran
túmulo, reforzado a su vez por bloques que actuaban a la manera de
contrafuertes para reforzar la estructura.
En las
excavaciones realizadas se han encontrado piezas de ajuar funerario: cuchillos,
puntas de flecha y placas de pizarra así como un fragmento de cerámica de un
vaso campaniforme. Tanto el corredor como la cámara han sido saqueadas
reiteradamente y la construcción utilizada como vivienda, como confirman los
restos de cerámica de las épocas romana y medieval halladas. También ha sido
utilizado como cantera y más recientemente, se dinamitó la cubierta de la
cámara a pesar de lo cual el monumento mantiene su estructura claramente
identificable, lo que muestra la solidez de su fábrica.
El dolmen de
Lácara es el más grande de su categoría en España y el segundo de la Península
Ibérica, tras el de Évora. Fue declarado monumento nacional en 1931. Un lugar mortuorio
tan monumental como éste remite forzosamente al conocimiento más profundo de la
existencia y a una sabiduría que traspasa los siglos. Así, se subraya la
orientación sur este del dolmen, a la salida del sol en el solsticio de invierno, orientación que se repite en otros monumentos megalíticos mortuorios.
Y se afirma que cada 21 de diciembre, un rayo de sol penetra por la entrada del
corredor para iluminar el fondo de la cámara sepulcral. Lo que vendría a
corroborar el valor religioso y trascendente del dolmen y del enclave situado
en las proximidades del río Lácara.
El camino de vuelta
se observa de manera diferente después de haber pisado las piedras milenarias. Se
diría que los árboles forman conjuntos armónicos con las moles berroqueñas, todo
es equilibrio: la tierra, los árboles, las rocas, las ovejas que pastan
indiferentes a nuestra presencia. 60 siglos nos contemplan.
Otra excursión de lo mas interesante ! me ha encantado la crónica y el reportaje fotográfico, que belleza ! que emoción estar ante semejante construcción sabiendo que 60 siglos nos contemplan, la carne de gallina !
ResponderEliminarBesos
Te gustará, estoy segura.
EliminarTenemos en Gorafe (Granada), toda una zona llamada "Ruta del Megalitismo" te adjunto enlace del libro que explica todo lo encontrado en la zona: http://www.guadixymarquesado.com/publicaciones/ficheros/Descubre-Guadix-Ruta-del-Megalitismo.pdf
ResponderEliminarLa sensación de entrar dentro de un Dolmen y saber que ahí hubo personas enterradas hace miles de años provoca sensaciones difíciles de describir.
Un saludo
Tomo nota de tu enlace para hacer la ruta en cuanto tengamos ocasión.
EliminarMuchas gracias.
Lástima del río...(pena de torpeza)
ResponderEliminarGracias,
Por eso te lo cuento, jeje.
EliminarBesos.