Quienes hemos nacido en los años cuarenta del pasado siglo hemos vivido, como poco, el estreno de cinco Papas de Roma –uno de ellos desaparecido de manera sospechosa, por decirlo diplomáticamente, y otro víctima de atentado aún no aclarado- la muerte de Mao –que era como el emperador de un imperio naciente- el asesinato del presidente de Estados Unidos –Kennedy- en la cumbre de su poder –el presidente y la nación- la desaparición del bloque soviético, el fin de la guerra de Vietnam, el fin del apartheid sudafricano, la reunificación de Alemania, el asesinato de Olaf Palme, la caída del sah de Persia, decenas de golpes de Estado y casi tantos procesos de democratización, la descolonización en África, el Mayo del 68, el movimiento beat, la revolución de los Claveles en Portugal, la muerte de Franco y el acceso de un nuevo rey que era a la vez el candidato colocado por el dictador y el heredero natural de la dinastía, cogido como a la pata coja. Y, ahora, la abdicación de aquel rey –conocido como Juan Carlos I- y la llegada de su heredero varón, en el mundo Felipe VI.
Eso,
por citar de memoria y sin echar mano de San Google, patrón de los desmemoriados.
Y sin hablar ni media palabra de los avances tecnológicos que nos han colocado
de golpe y dentro de casa en lo que veníamos llamando el futuro. Quiero decir
que, sólo con mirar alrededor, hemos tenido una vida entretenida. O lo que es
lo mismo, que si has cumplido sesenta y dices que te has aburrido es que tienes
que ser muy desaborido.
Mi generación puede quejarse de algunas cosas pero no de haber
carecido de emociones. Hemos sido testigos y en algún caso hemos protagonizado momentos
estelares en la historia de este periodo. Hemos conquistado avances sociales
que nuestros padres creyeron imposibles y nuestros abuelos ni siquiera fueron
capaces de imaginar. Hemos vivido momentos prodigiosos.
Lástima
que no fuéramos capaces de vislumbrar que en materia de conquistas sociales no
hay nada definitivo y que a la mínima que te descuides te hurtan los derechos
que creías irreversibles. Eso es lo que ha ocurrido con la sanidad, la
enseñanza, las pensiones y la dependencia, los cuatro pilares del Estado de
Bienestar, que el gobierno actual está desmontando o entregando a empresarios de su cuerda.
Vivimos
hoy, dicen, otro momento histórico. Seguro que es verdad aunque no comparta los
motivos que esgrimen quienes afirman tal cosa. La llegada de un nuevo rey, el
mejor preparado de cuantos se han sentado en el trono.
No hay
motivos para sospechar de la preparación del monarca, nuestros dineros nos ha
costado. La suya y las que le siguen son las generaciones mejor preparadas de
nuestra historia, muchos de ellos pueden mostrar un expediente académico
intachable, hablan idiomas con soltura, están al nivel de los profesionales de
los países más avanzados.
Pues
bien, esas generaciones tan bien preparadas, en quienes hemos invertido capital
y esfuerzo, son las que se están viendo obligadas a buscar trabajo fuera de aquí
so pena de arriesgarse a malvivir o a vivir a costa de la familia. Son a los que
se está echando del país. Haciendo
un cálculo somero sólo entre familias próximas, he calculado ocho jóvenes entre
los 35 y los 45 que están trabajando en el extranjero, sin que ese fuera su
plan inicial. Ocho.
Está
bien que uno de ellos, Felipe de Borbón, haya encontrado acomodo pero dudo de
que el suyo sea un buen ejemplo. Después de todo, este es un puesto de trabajo hecho
a su medida, para el que no ha habido pública concurrencia y al que sólo se
accede por influencia paterna. Bien preparado, dicen. Por enchufe. Así, ya se
puede.
No te falta, como siempre razón, pero ya que nos lo han colocado (porque nadie se ha preocupado de cambiar las cosas para que fuese de otro modo, nosotros entre otros) cruemos los dedos para que al menos desempeñe el puesto con cierta dignidad y mesura, que si lo comparamos con el estilo dominante entre el resto de altas instituciones del Estado ya sería una ventaja ¿no?
ResponderEliminarbesos