Mujeres en el poder, mujeres con poder
¿Estamos, por fin, ante el
triunfo de las mujeres políticas? ¿Es posible que no solo estén ganando más
elecciones sino que también hayan conseguido hacer campaña y gobernar sin
sufrir ni más ni menos escrutinio, escándalo y burlas que los hombres?, se
preguntaba Naomi Wolf en una tribuna de El País recientemente. Naomi Wolf es
una escritora americana, feminista de última generación, la llamada tercera ola
del feminismo, que trata de mantener el vínculo de la filosofía feminista con
la realidad cambiante en la que vivimos.
Para responder afirmativamente a
su primera pregunta Wolf barajaba los nombres de Hillary Clinton, Janet Yellen,
Angela Merkel, Cristina Fernandez de Kirchner, Tzipi Livni, Dilma Rousseff –incluso
Marina Silva-, Yulia Timoshenko, Ellen Johnson Sirleaf o Joyce Banda.
Son la cara aparente del poder, deslizaba
a continuación, un poder que está bajo el control, sometido a acuerdos u
organismos supranacionales. Incluso, añade, hay quien insinúa que si las
mujeres están llegando al poder es porque los hombres no quieren asumir la
culpa del fracaso que se avecina. Algo así como cuando nombran a una mujer al
frente de la General Motors para que afronte una grave de crisis o cuando un
negro llega a la alcaldía justo en el momento que la ciudad está a punto de
declararse en bancarrota.
“Lo que se deduce es que a los
hombres blancos y poderosos no les gusta que figure su nombre en proyectos o
empresas en dificultades, y están encantados de tener un rostro femenino o no
blanco al frente mientras, por detrás, el verdadero poder desaparece o se va a
otra parte”, ironiza Wolf quien, a la cuestión de si las mujeres son líderes de
verdad o simples mascarones de proa, responde con una verdad fuera de
discusión: Uno es líder de verdad o no lo es.
Es muy probable que Naomi Wolf
no haya oído hablar en su vida de Ana Mato por lo que difícilmente pensaría en
ella al escribir su artículo pero al leerlo, he pensado en aquella indirecta de
la que hablaba Gila: Alguien ha matado a alguien… Que en lo que nos concierne
vendría a ser: Alguien debería irse…
Debería irse, sí, y en esa
hipótesis parece que hay unanimidad. Bien es cierto que en su nombramiento no hay
liderazgo alguno sino el reconocimiento del actual presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, por su apoyo cuando el aznarismo quiso hincarle el diente. Magro
mérito que explicaría su fracaso.
Creo que fue la socialista Matilde Fernández quien dijo que la pauta para conocer
cuándo las mujeres alcanzaríamos la igualdad sería el momento en que hubiera el
mismo número de ministras estúpidas que de ministros cretinos. La recuerdo
mucho estos días. Quizá el paso de Mato por Sanidad nos haya ,aproximado a ese nivel…
La frase de Matilde Fernández no es precisamente para enmarcarla, pero lleva cierta razón, aunque me gustaría plantearlo en sentido positivo por ejemplo: la igualdad de la mujer llegará cuando en los Consejos de Administración de las Empresas estén en paridad. Diría lo mismo en el número de Rectoras/Rectores en nuestras Universidades. Directores/Directoras de medios de comunicación. Y ¿porqué tienen que ser ineptos los políticos/políticas? yo los prefiero aptas y capacitadas para saber administrar lo que es de todos.
ResponderEliminarSaludos
Lo que Matilde Fernández quería apuntar es que cuando una mujer dirigente mete la pata se destaca la condición femenina, cosa que no ocurre cuando quien mete la pata es un hombre. Si se equivoca una mujer, son las mujeres la ineptas. Si se equivoca un hombre, es ESE hombre quien yerra. La igualdad, venía a decir, llegará cuando se alcance el mismo número de ineptas que de ineptos sin que nadie lo atribuya más que a la carencia de quien se trate.
EliminarNaturalmente, lo ideal es que llegaran al poder los mejores. Pero también sería lo ideal que cada uno tratáramos de hacer las cosas bien, independientes de cual fuera nuestro papel en la sociedad. Y a la vista está...
Un saludo.
Yo no creo que deba irse, sino que deben echarla y no es lo mismo, esa sutil diferencia sería quizás un pequeño bálsamo para todo lo que esta mujer, que definitivamente nivela por lo bajo la igualdad (triste consuelo) le ha hecho a este país y sobre todo a quienes más precisaban de su ejercicio.
ResponderEliminarMe quema verla, saberla o pensarla siquiera
Un beso
Ana Mato es un claro ejemplo -aunque no el único- de las consecuencias de promocionar a los afines por encima de competencias. Porque Mato es en sí misma el paradigma de la incompetencia.
EliminarNo lo puedo remediar: me pone mala. Lo cual abunda en el paradigma, teniendo en cuenta que debería curar...