Davos es una
ciudad suiza en la que cada año se reúne la crema de la intelectualidad. ElForo de Davos es la versión moderna de “Poderosos del mundo unidos”. Durante
una semana, gobiernos, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales,
personalidades destacadas de la economía, de la política, de las ciencias
sociales exponen su criterio sobre cómo podría arreglarse el mundo. Con poco
éxito, si hay que atenerse a la deriva de los asuntos públicos en los últimos
tiempos.
A la cita de este
año han sido invitados José Manuel Soria y Ana Botella. Se supone que en su
condición de ministro de Industria, Comercio y Turismo y de alcaldesa de
Madrid, respectivamente. Sin embargo, ha sorprendido que el espacio destinado a
recoger su curriculum vitae permaneciera en blanco en ambos casos. Ella lo ha
atribuido a un error de la organización. Yo me lo creo. Aparte de su
conocimiento de inglés, nivel usuario, se sabe que Botella es licenciada en
Derecho y funcionaria –técnica en Administración Civil del Estado- excedencia. No
se le conocen otros méritos pero es más de lo que otros con más ínfulas pueden
alegar.
Con notables y
honrosas excepciones, en los últimos años la preparación media, el curriculum
de los políticos que hacen fortuna es nivel Carromero. Toda una generación de
jóvenes –ellas y ellos- que llegan a la universidad con la mirada puesta en el
carnet de militante de uno de los dos partidos mayoritarios, que son los que
reparten poder. Los más espabilados llegan a acabar la carrera que iniciaron,
pero los hay que ni eso. Total, ¿p’aqué?, se dicen tan pronto como consiguen
ponerse a resguardo de un ministro, de un presidente autonómico o de un alcalde
de capital de provincia.
La Administración
Pública está llena de asesores nivel Carromero –incluido el propio Carromero,que asesora al Ayuntamiento de Madrid- gente ignorante en todas las
disciplinas. Algunos se hacen un hueco en las listas municipales y así tenemos
concejales, incluso alcaldes, totalmente indocumentados, razón por la que lo
mismo valen para un roto que para un descosido pero que, por alguna extraña
razón, suelen acabar en la frontera de los asuntos urbanísticos. Como la vida
está dura y la vida buena es cara, algunos de estos se especializan en historia
antigua y acaban haciendo el egipcio con total soltura. Otros son insobornables
pero inútiles. Sólo unos pocos se preocupan por mejorar su formación
intelectual y política. Los menos.
Si el edil tiene
desparpajo y aprende el abecé de la comunicación –esto es, mirar fija y
seductoramente a la cámara y no enredarse con el micro, hablar con buena voz
sin decir nada significativo, repetir sin inmutarse el argumentario del
partido, justificar el ucase del momento- puede llegar a hacer carrera. Carrera
política, se entiende. Con suerte, el partido le financiará un curso o un máster
en liderazgo en la gestión pública y le aconsejará leer los informes de la
fundación vinculada a su ideología –Faes o Ideas, según- y hasta puede que le
encomiende un trabajo de confianza. Por ejemplo, llevar una ayudita a Cuba. Se
dan casos en que la policía castrista detiene a los visitantes antes de bajar
del avión, a veces por bocazas y otras porque se les ven los euros a la legua.
No se sabe que es peor si que los devuelvan en origen o que los dejen entrar.
Como demostró Carromero, no hay nada más peligroso que el fuego amigo.
A fuerza de traer
y de llevar algunos se hacen un hueco en las listas autonómicas, incluso a las
nacionales. A las europeas no, esas están reservadas a los traseros que precisan
una patada hacia arriba. Y en una de esas vueltas que da la vida, ocurre que el
partido saca mayoría absoluta y hay muchos huecos que cubrir. Muchos. De
ministro para abajo, cantidad de ellos. Y ahí tenemos al Carromero de turno
jurando sobre la biblia o sobre la constitución, o sobre ambas, cumplir y hacer
cumplir las obligaciones propias de su cargo. Los hay que aprenden economía en
cursos de una tarde, arquitectura en una mañana o cultura por correspondencia.
Luego hay que
mandar un curriculum y tenemos un problema. De organización, claro.
Ya ves. Por estas tierras nos limitamos a convocar oposiciones, nombrar el tribunal y sacar el número uno con diferencia.
ResponderEliminarExtremodouro touch!
Eliminarel otro día me contaba mi padre desayunando que le había chocado ver un cartel en una cadena de esas de panaderías, en el que se ofrecía trabajo en la panadería y a cambio se pedía dos idiomas y una licenciatura...
ResponderEliminara mí me choca que haga falta más curriculum para vender pan en una franquicia de panaderías que para ser alcaldesa o para ir a actos como el davos este...
igual deberíamos empezar a pedir los curriculums los ciudadanos a determinados cargos, no?...
como siempre, me ha encantado...
besotes!!!