La guerra de Irak se originó oficialmente por causa de las armas de destrucción masiva que
supuestamente guardaba Irak, un argumento que tanto los atacantes como los
atacados y los observadores sabían que era falso. En realidad, el entonces
presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, que lideró el ataque, había
adelantado que la invasión se llevaría a cabo porque Sadam Husein había hecho
daño a su papá, el también presidente George H.W. Bush.
Grace Kelly era
una actriz bien considerada en la industria cinematográfica de Hollywood, una
mujer inteligente, rica y hermosa que, de pronto, deja todo para casarse con un
hombre algo patizambo y medio arruinado, príncipe de opereta de un país de
mentirijilla. ¿Por qué? Según parece, para demostrar a su padre que podía ser
más importante y famosa que su hermana, la favorita del padre.
Esto de la
fijación con el padre no es nuevo, los psicólogos y psiquiatras le han dedicado
años de estudio, con resultado desigual. Hay que tener mucho cuidado con los
complejos porque conducen a situaciones peligrosas. Para uno mismo y para los
demás. Hay que aprender a desenredar los traumas para no trasladar a los demás
conflictos personales no resueltos. Máxime si se tienen responsabilidades
públicas.
Pienso estos días
en un niño nacido en el franquismo, en una familia desahogada, padre abogado,
bien avenido con el sistema, sin que ello le impida coquetear con otras
opciones homologables democráticamente. Una familia católica a más no poder, lo
cual no es óbice para que el padre tenga una conducta personal disoluta. Porque
es sabido que se puede ser fervoroso creyente y jugador, mujeriego o bebedor. Se
puede ser todo eso y dar lecciones de moralidad. Se puede tener una vida
personal poco ejemplar y elaborar leyes imbuidas de moral religiosa, especialmente
si esa moralidad tiene que ver con el sexo y atañe a las mujeres. Para la
iglesia católica las mujeres son seres sujetos a tutelaje, no como los hombres,
seres más perfectos, que pueden decidir por sí mismos.
Se puede ser libertino
si has nacido macho y perteneces a la clase dominante. Siempre habrá alguien
dispuesto a tapar los devaneos del prohombre. Un hijo, por ejemplo. Un hijo que
crecerá al amparo del franquismo primero y en las entretelas del poder
democrático después, modoso en apariencia, que sacará al padre de las timbas
más de una noche, que irá a recogerlo cuando no esté en condiciones de volver a
casa por su propio pie, que tapará otros desatinos.
Un chico que se
hará hombre a la sombra y en la admiración al padre y que observará en su vida
personal la misma moral lasa y distraída, mientras se convierte en adalid de
las posturas eclesiásticas más intransigentes. Un hombre empeñado en terminar
la tarea paterna, esto es, trasladar a las leyes los dogmas de una religión, incluso
aunque caigan sobre quienes no profesan esa creencia.
El feminismo
lleva décadas denunciando que la familia paternalista, esa que todos los credos
religiosos se empeñan en poner como modelo, es una escuela de desigualdad y de
machismo. A lo que parece, es también un buen caldo de cultivo de traumas y
complejos.
Como me relaciono
con amigas argentinas tengo cierta inclinación a buscar la vertiente psicológica de los asuntos de difícil explicación. Es el caso del
proyecto de ley de maternidad forzosa que el gobierno se dispone a llevar a
trámite parlamentario. Ojo con Freud.
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