¿Qué
distingue a una ciudad de otra? ¿Qué nos enamora del lugar que vivimos o
visitamos? Cada ciudad tiene su secreto y su encanto pero en ello mucho tiene
que ver la ornamentación, esos detalles que hacen hermoso un entorno: una
perspectiva arquitectónica –caso de San Petersburgo y la perspectiva Nevski-;
un edificio icónico –la Torre Eiffel y París-; un catálogo de arte al aire
libre –Florencia, Roma-; un emplazamiento original –Venecia- o privilegiado: es
el caso de Tánger, Lisboa, Estambul… ¿Cuál es el encanto secreto de Madrid? Esa
es la pregunta que me hago a diario, cuando me pateo sus calles, unas amplias y
despejadas y otras estrechas, esquinadas y, frecuentemente, sucias. ¿Qué tiene
esta ciudad que suscita tantos amores, que acoge a cualquiera que llega y le
hace madrileño de adopción sin distinción de origen?
Madrid
es una ciudad muy paseable, cualquiera puede recorrerla a pie a poco aficionado
que sea a caminar. De la calle Preciados se dice que es la que soporta la mayor
densidad de tráfico peatonal de Europa. Esa arteria de toda ciudad que se
precie a la que los vecinos acuden para ver y a ser vistos, para encontrarse
con los amigos: las Ramblas de Barcelona, el Espolón de Burgos, la calle Isilla
en Aranda… Eso que con algo de mala baba se conoce como el tontódromo.
En
el siglo XIX y hasta el primer tercio del siglo XX el tontódromo madrileño iba de Cibeles a Atocha y el espacio se
conocía como el Salón del Prado. En ese
tramo orlado de edificios señoriales y árboles antiguos se paseaban los señores
en sus coches de caballos y quienes aspiraban a formar parte de la buena sociedad,
con la esperanza de encontrarse con amigos o hacer nuevas relaciones.
El
Salón del Prado es el actual Paseo del mismo nombre, que toma de la pinacoteca
que se alza junto a la Plaza de Neptuno –cuyo nombre real es Plaza de Cánovas
del Castillo-. Los vetustos carruajes han sido sustituidos por coches de muchos
caballos que irrumpen en sus vías en una y otra dirección a impulsos semafóricos.
El trazado forma parte del paseo del arte:
el que va del Museo Thyssen al Reina Sofía, pasando por el del Prado. Un repaso
a la historia de la pintura universal y uno de los paseos más agradables,
amenos y hermosos de los varios que ofrece Madrid.
Pasando
por alto los múltiples encantos que ofrece el itinerario –y en este caso es
mucho pasar- el paseante que inicia el recorrido en Cibeles se encuentra
enseguida con una fuente histórica dedicada al dios Apolo, de las varias que
amenizaban el recorrido en el siglo XIX. Se levanta frente al actual Instituto
de Crédito Oficial, a la vista del Museo Thyssen, cerca del lugar donde la
baronesa de ídem gustaba de encadenarse –como una protagonista de 50 sombras a
la inversa- en protesta contra el anterior alcalde de la Villa –Alberto Ruiz
Gallardón- que pretendía hacer del Paseo Prado una vía rápida.
Ruiz
Gallardón saltó primero al Ministerio de Justicia y luego al vacío y el
proyecto, que pretendía talar árboles varias veces centenarios decayó,
afortunadamente. En consecuencia, el paseante encuentra la fuente de Apolo
rodeada de frondosos árboles cuya sombra se agradece no poco en los calurosos
días del verano local.
La
fuente es conocida también como de las Cuatro Estaciones por las esculturas
alegóricas que rodean la columna central. Fue diseñada por Ventura Rodríguez y
ocupaba el centro del eje formado con Cibeles y Neptuno en la reforma impulsada
por Carlos III hacia 1780. La estatua de Apolo, que corona el conjunto, es obra
de Alfonso Giraldo quien, al parecer, quiso retratar en el dios al rey Carlos III, conocido como el mejor alcalde de Madrid. Las Cuatro Estaciones son obra de Manuel Álvarez el Griego. El conjunto se concluyó en
1803, reinando Carlos IV.
No
de todas las fuentes madrileñas puede decirse lo mismo pero la de Apolo suele
tener agua en cualquier época del año, quizá en homenaje a las cuatro
estaciones representadas en el monumento. Lo cual, aparte de su propia belleza,
es una razón más para visitar este tranquilo rincón del antiguo Salón del Prado.
Cuánto tiempo sin pasarme por aquí! la foto del encabezamiento del blog, fabulosa.
ResponderEliminarComo el post, claro. Madrid es muy paseable, claro que sí. Siempre, siempre, me sorprende. Y las cosas que nos enseñas, también.
Besos
Siempre camino por allí , pero voy de prisa, por llegar a los museos con tiempo. La próxima me detendré a ver a APOLO.
EliminarGracias
Una delicia pasear los madriles de mano de tus imágenes y tus palabras, empiezo a necesitar una escapadita.
ResponderEliminarBesos