Te
acuestas con la perplejidad que te deja la entrevista que Jordi Évole ha hecho
a la lideresa de PP-Madrid, aquella que llegó a la presidencia de la Comunidad
de Madrid mediante una deserción nunca aclarada, el tamayazo, y se fue mediante una dimisión tampoco aclarada del todo,
quizá como una retirada estratégica ante lo que se avecinaba. Évole, que es un periodista
con buen olfato, se la dejó ir viva: le permitió mentir en lo que dijo sobre
recortes presupuestarios en los servicios públicos, cuando podía haber
contrastado con datos objetivos, le permitió hablar de ética y decencia, cuando
podía haber aludido a la red clientelar desarrollada bajo su mandato, y así
sucesivamente. Y le permitió largarse como dama ocupada y ofendida. En fin, una
mala noche la tiene cualquiera.
Echas
una ojeada a los digitales antes de acostarte y te enteras de que El Confidencial se dispone a publicar los nombres de los españoles incluidos en la lista Falciani.
Hervé Falciani es un informático que trabajó en el banco HSBC en Suiza, del que
se fue llevándose información sustanciosa referida a la identidad de los
clientes que habían depositado su dinero en la entidad y la forma en que se gestionaban los patrimonios
depositados para que quedaran opacos fiscalmente. Falciani puso su información
a disposición del gobierno español ya en tiempos de la ministra Elena Salgado,
que aprovechó para hacer caja discretamente. Montoro heredó lista y discreción
y aquí no pasó nada. El primero en la lista es la familia Botín que, al
parecer, no confía del todo en la rentabilidad de su banco y había desviado
unos 2.000 millones de euros para ahorrar un poco con lo que no declaraba al
fisco español. Conviene recordar que los Botín son accionistas de referencia del
primer banco español. Una familia de bien.
Antes
de irte a la cama te enteras por El Mundo de que Juan Carlos Monedero acumula
700.000 euros en sus cuentas cuando sus rentas anuales rondan los 50.000 euros.
Dos líneas de pensamiento se te ocurren al respecto, la primera es que Monedero
es un chico ahorrador, sin duda. La segunda, que alguien está empeñado en
difundir información que no debería ser pública pero exclusivamente la que se
refiere a Podemos y no a otros políticos. Se me ocurre, al azar, de Javier
Arenas, presidente del PP andaluz. Montoro, tan lenguaraz cuando se refiere a
los dirigentes de Podemos, mudito como el enano de Blancanieves para todo lo
demás.
Cuando
te levantas, en la mañana del lunes, la Lista Faciani sigue regurgitando nuevos
nombres: ahí está un abogado, Ramón López Vilas, con un amplio curriculum
profesional, poseedor de distinciones como la Gran Cruz de San Raimundo de
Peñafort o las Cruces de Alfonso X el Sabio, de Isabel la Católica o del Mérito
Civil. ¿Del mérito civil?, te preguntas. ¿De qué mérito civil hablamos cuando
nos referimos a un defraudador confeso?
El resto de medios convencionales guarda un silencio discreto sobre la susodicha Lista Falciani que te lleva a recordar el encarte publicitario que días atrás uniformó a la mayoría de periódicos españoles pero que, seguramente, no tiene nada que ver, no hay que ser mal pensados. Interviú
publica una entrevista con Luis Bárcenas, en libertad provisional, en la que el entrevistado desliza
una advertencia a Rajoy y, por extensión, al PP: si no me tratan con respeto,
empezaré a largar por esta boquita.
La
información sigue proporcionando nuevos datos. Monedero envía a la prensa
extracto de sus cuentas que difieren notablemente de lo afirmado por El Mundo. Cabe
suponer que el dirigente de Podemos no tardará en demandar al periódico por
información falsa.
Tanto
trajín mediático te tiene casi agotada. Necesitas un momento de sosiego y ahí
está el Código de la Ternura para acudir en tu ayuda. “La receta perfecta para
un mundo perfecto es: una pizca de amor, un chorrito de amistad, dos cucharadas
de felicidad y una gran dosis de ternura”.
Ahora
mismo, no sé si enlazar el mensaje con Monedero, con Montoro, con Falciani, con
Bárcenas, con Rajoy, con Aguirre o con Évole. O echarme al monte.
Yo me echaría al monte con una buena recortá.
ResponderEliminarSaludos
Jaja! Al monte, al monte
ResponderEliminarAl monte y si hace falta otra dosis, aqui te dejo un chorrito de amistad, o de ginebra, que ya sabes que también es la bebida de Espe, la triunfadora de la tarde.
ResponderEliminarUn beso
si te echas al monte, avisame que me echo al monte contigo...
ResponderEliminarme has recordado una frase que decía una amiga: mira, está tan mal la cosa que ya no sé si tirarme al tren o al maquinista...
besotes!!!
A mí lo que me gustan son los (y las) periodistas que, no por sabido o famoso, dejan de explicar las cosas. No me gustan los sitios donde salía la lista Falciani, y nadie explicaba (o recordaba) qué es y de donde viene.
ResponderEliminarPor eso me gustassssssssssssssss
Nada de echarse al monte. O si.