Cada
cual tiene sus manías. A mí me gusta empezar el día leyendo las noticias. Saber
qué pasa por el mundo. Así que, en cuanto me pongo la pestaña, abro el chino
–en cualquiera de sus formatos- y brujuleo por los digitales. Lo normal es que el
aparato chorree malas noticias: un avión que se estrella, el Banco Central
Europeo que aprieta las clavijas a los países pobres, Merkel en modo Bismark,
la socialdemocracia totalmente perdida, la izquierda local a bastonazos entre
ellos mismos, un banquero que olvida el latrocinio de los suyos y se pone a impartir lecciones de política o de moral, el capitalismo en todas sus formas blandiendo el látigo negrero…
Pero,
en ocasiones, el chino te regala un mensaje o una imagen reconfortante. Hoy ha
sido en facebook donde he encontrado la imagen que encabeza esta entrada. Os presento:
es Tito Juan Pablo, el último eslabón de una saga de alfareros con alma
artista. Los Tito son palabras mayores en Úbeda, pero no sólo allí. Este otoño,
la Diputación de Jaén organizó una exposición con las piezas de ese taller que
han puesto el punto de época en el cine y en algunas series de televisión.
En
la foto, Juan Pablo muestra un peculiar botijo: se conoce como chupacharcos. Al contrario que en los
botijos de pitorro, que se llenan al chorro, en éste se llenan por inmersión y
se utilizaban para aprovechar el agua de los charcos en tiempo de sequía. La pieza
es de una sencilla hermosura. Ésta es de color rojo pero del taller salen
también verdes o azules. Podría haberse fotografiado con una paridera: una pieza que facilita el
parto natural de pie, con la que se reclama de la perspectiva de género y la
autonomía de la mujer. Son piezas de otra época pero a la vez intemporales en su significado: muestran cómo los seres humanos han ido avanzando a lo largo de la historia de la humanidad, por encima de las dificultades y obstáculos.
Los
alfareros en general y Tito en particular se afanan por investigar nuevas
texturas, colores y formas y por mantener o recuperar las formas tradicionales
de manera que no es extraño encontrar en cualquiera de esos talleres, tan
alejados del glamour y del concepto shopping, piezas idénticas a las que
hallas en museos de mucho fuste. Es la tradición transmitida de generación en
generación desde los griegos y los romanos. Aunque
ya he hablado de Tito aquí, si queréis saber más de este taller tradicional
podéis echar un ojo a este enlace a partir de la página 12.
Sin
menospreciar lo coyuntural, cuando miro alguna de las piezas de Tito, que
conservo como un tesoro, pienso que cuando hayamos olvidado las noticias que
ahora nos agobian: la estafa financiera, el chantaje de los bancos, el
canibalismo de IU, la inconsistencia del PSOE, la voracidad del PP, el aumento
de la desigualdad en la sociedad española, las piezas de Tito seguirán
ofreciéndonos esa dosis de belleza sencilla e intemporal que hace la vida un
poco más apacible.
¿Y aún hay quien se pregunta para qué necesitamos la belleza?
ResponderEliminarUn abrazo
Tiene una hermosura la paridera que no se qué que qué sé yo. Y los ángeles de abajo con las manos extendidas esperando...¡qué belleza!
ResponderEliminarEl chupacharcos , tecnica milenaria y ancestral para hacer gozar a las mozuelas.
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