¿Qué
lleva a los naturales de Burgos a seguir al Barça? ¿Qué virus portaban los seguidores incondicionales de Curro Romero a
pesar de sus espantás? ¿Por qué alguien se aficiona a la novela
negra y se lleva el fantasma de Agatha Christie a su casa?
En
1964, el Casón del Buen Retiro abrió sus salas para conmemorar el
tricentenario de la muerte del pintor, en una muestra grandiosa,
extraordinaria. Los adjetivos son de mi cosecha, creía que
exclusiva, pero parece que no.
La
adolescente que era la sesentera que es estudiaba entonces interna en
Madrid y la profesora de Arte llevó a sus alumnas a ver la
exposición. Aquella era la primera vez que la adolescente visitaba
un museo y quedó deslumbrada ante tanta belleza. No se cayó del
caballo como Saulo de Tarso porque ya entonces era poco dada a lo
ecuestre pero los efectos fueron similares. En aquel instante le
pareció que el arte era dios y Zurbarán, su profeta. Con el tiempo
fue abriendo el abanico de profetas pero Zurbarán sigue ocupando un
lugar entre sus preferencias. Y sus monjes, los que más. Esa mirada
intensa de Fray Jerónimo Pérez, la expresividad de Fray Hernando de
Santiago. Esa luz de los hábitos. Invito a quien crea que exagero a
que se pase por la sala de Zurbarán del Museo de la Academia de Arte
de San Fernando, a ver qué pasa.
La
adolescente que era quedó hechizada de por vida y desde entonces,
tiene en los museos en general y en el Museo del Prado en particular,
su segunda vivienda.
Con el lema "Una nueva mirada", el Museo Thyssen ha dedicado este verano una exposición al pintor Francisco Zurbarán, que tuvo la mala suerte de nacer en un momento de esplendor artístico español donde transitaba el genio de Velázquez, del que fue amigo. Mientras paseábamos por las salas del Thyssen vuelvo a contarle al colega por
enésima vez cómo era la exposición del Casón del Buen Retiro. Me
gustaría cotejar mis recuerdos, que seguro que están idealizados,
con la realidad, le digo. ¿No compraste el catálogo de la
exposición?, pregunta. Sí, hombre, para catálogos tenía yo la
economía, respondo.
Para
eso está internet. Gracias a Uniliber descubrimos que la Librería
Anticuaria Sanz, en el número 3 de la calle General Pardiñas, de
Madrid, tiene un catálogo. Y allá que nos vamos. Y no, no fue
idealización de adolescente, la exposición era soberbia.
La
sesentera creía que efecto tan fulminante y duradero era
consecuencia de su ignorancia adolescente, un caso raro, pero resulta
que no. Que no fue el único caso. Buceando por google en busca del
catálogo aparece un texto de Calvo Serraller en el que habla de
la exposición de Zurbarán del 64. “Me llevó a dedicarme a la crítica de arte”, dice.
Verdaderamente,
los caminos del arte – y los vericuetos de las aficiones- son
inescrutables, pienso, mientras contemplo los catálogos de ambas exposiciones con magníficas reproducciones de la obra de Zurbarán, al que algunos
consideran el Caravaggio español y el más enigmático entre todos
sus ilustres colegas del Siglo de Oro.
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