Pozade la Sal es una población cobijada bajo dos sombras: la del castillo de los Rojas, que la protegió de ataques en el pasado, y la de Félix Rodríguez de la Fuente, su hijo más preclaro. Ambas permanecen omnipresentes.
Si
el viajero llega por el norte, desde la carretera BU-502, se topa de
frente con la proa de una fortaleza que parece a punto de zarpar. Es
el castillo de los Rojas.
La
fortaleza surge en los albores de Castilla formando parte de la
defensa de la Bureba durante el avance repoblador del siglo IX. La
primera referencia al castillo se encuentra en un documento del año
965, aunque la construcción que hoy admiramos corresponde a los
siglos XIV y XV, informa un panel instalado por el Ayuntamiento al
pie de la fortaleza. Durante los siglos XI y XII formó parte de los
reinos de Navarra y de Aragón, fue cabeza de un alfoz englobando más
de cien aldeas y, tras desligarse de la Corona de Castilla en 1298,
pasó a formar parte del Señorío de Rojas.
En
1468 se realizaron obras de mejora a las que posiblemente corresponde
la mayor parte de la construcción actual. Del siglo XV es también
la muralla que cerca la villa, incorporándose en el siglo XVI el
palacio que se observa en la ladera. El castillo consta de dos
partes: el inferior para defensa de la entrada y el cuerpo principal
encastillado sobre la roca.
Carlos
V lo utilizó para retener a los embajadores de la Liga Clementina en 1528. Las tropas de Napoleón rehabilitaron la fortaleza, que fue
sometida a constantes ataques por la partida de Longa, famoso
guerrillero de la época.
El
Ayuntamiento advierte también en un cartel que el acceso al castillo
no está en las mejores condiciones y que allá cada cual si le
ocurre un percance. El colega desatiende los consejos municipales y
trepa escaleras arriba hasta hacer cumbre mientras la viajera duda si
subir a tomar posesión de la mole pero, finalmente, opta por
deleitarse con el paisaje semi salvaje que se observa desde el otero
y en la visión del caserío pozano, allá abajo.
La
segunda constante de Poza, como ya se ha dicho, es Félix Rodríguez
de la Fuente, naturalista y comunicador, que nació en la villa en
1928. Descubre el pueblo de Félix, invita un mural en la entrada sur
de la villa. Amante y protector de la Naturaleza, reza la leyenda que
acompaña el busto pozano más famoso de la edad moderna, que preside
la vida local desde la Plaza Mayor de la villa.
Cerca
de aquí se encuentra la Oficina de Turismo, donde los viajeros
hallarán abundante información sobre la villa, sobre Félix -que
tiene aquí mismo un pequeño museo-, sobre el proceso de obtención
de sal, sobre la flora y fauna de la comarca. Si los viajeros quieren, hasta sal de las famosas salinas pueden encontrar en la dicha
oficina. Más no se puede pedir. No dejen de visitar el Centro de
Interpretación, es muy interesante, aconseja la persona que atiende
la información.
Porque,
aunque ahora no lo parezca, Poza de la Sal es muy anterior a su
castillo y, naturalmente, a su ilustre hijo. Aquí se ubica la
Salionca de los autrigones, famosa por sus salinas, que los romanos
convirtieron en importantísimo centro de producción de sal. Las
salinas de Poza y las de Añana en Álava fueron las mayores del
norte peninsular.
Para
comprender el valor de la sal como conservante alimenticio, hay que
recordar que se utilizó como forma de pago, de donde deviene el
término salario.
La
salina pozana procede de la formación geológica conocida como
diapiro, un cambio estructural que ocurre cuando grandes masas de
evaporitas (sales y yesos) ascienden, debido a su menor densidad,
rompiendo o deformando los estratos de sedimentos calizos que tienen
encima, según explica el Ayuntamiento de Poza en uno de sus
didácticos carteles.
El
diapiro de Poza de la Sal el más grande de Europa y uno de los tres
mayores del mundo, con un radio de dos kilómetros y medio. Los
geológos lo consideran entre los más espectaculares y didácticos
del mundo y uno de los enclaves geológicos más singulares y
atractivos de la provincia de Burgos.
“Las
salinas de Poza eran singulares por el método de obtención de
salmuera, ya que esta no brotaba de forma natural como en otras
salinas. Se excavaban cañas y galerías a través del mineral salino
del subsuelo a profundidades de entre 10 y 30 metros y por ellas se
hacía circular agua dulce consiguiendo que ésta disolviera la sal,
separándola así de la arcilla y otros minerales y se convirtiera
lentamente en salmuera, que salía al exterior por otra boca situada
a más bajo nivel. La excavación y mantenimiento de estas galerías
era un trabajo muy penoso pero ineludible y caracterizó siempre el
método salinero pozano”, indica el panel municipal.
“La
salmuera así obtenida se conducía mediante una gran red de canales
hasta los pozos donde se acumulaba. Por medio del pingoste, un
antiquísimo y sencillo artilugio para elevar el agua, se iba
extrayendo del pozo para conducirla al arquetón y desde él se
vertía a las eras de evaporación mediante la regadera, un gran cazo
con el que se lograba dispersar el agua en su caída y aumentar así
la eficacia de la evaporación. La sal precipitada en la era se
recogía con los rodillos una o dos veces al día y se depositaba
provisionalmente en las chozas. Al finalizar el verano, seca ya la
sal, se transportaba a lomos de mula a los almacenes estatales donde
permanecía hasta su comercialización por la Hacienda Pública”.
La
propiedad de este recurso pasó de unas manos a otras hasta que
Felipe II -en 1564- decretó el monopolio de la sal. La industria
salinera proporcionó a Poza siglos de esplendor. En 1845, la villa
tenía un censo de 3.255 habitantes. Sus tres almacenes – el
Depósito, la Magdalena y el Trascastro- tenían una capacidad de 11
millones de kilos de sal. El monopolio finalizó en 1888. La
incorporación de nuevas formas de conservación de alimentos empujó
a la decadencia de la primera industria pozana que, no obstante,
mantuvo la extracción hasta 1974. El año 2001 las salinas fueron
declaradas Bien de Interés Cultural, iniciándose su recuperación
con fines turísticos. La Casa de Administración de las Salinas
Reales se reabrió como centro de interpretación de la sal y se
anunció la recuperación de las eras y depósitos. Deberán darse
prisa en acometer tales proyectos porque los viajeros hallaron alguno
de estos edificios en franca ruina.
Lo
cual es raro en Poza de la Sal, que mantiene un caserío en bastante
buen estado de conservación. Rodeada de la muralla medieval, en la
que se apoyan algunas de sus edificaciones modernas, la villa
conserva las puertas del Conjuradero, del Ayuntamiento y de las Eras.
El casco antiguo conserva su trama medieval, con calles estrechas y
empinadas, recostadas en la ladera del castillo. Las casas son de
piedra en la primera planta y de entramados de madera y adobe en las
plantas superiores. Hay abundancia de casas blasonadas.
La
iglesia de San Cosme y San Damián es de estilo gótico, con portada
barroca, de los siglos XIV y XV, con añadidos de los siglos
posteriores. A un costado, se encuentra el Ayuntamiento y cerca, la
calle El Diezmo, bajo un edificio típico de la construcción popular
pozana. La Plaza Vieja es el lugar de celebración del mercado desde
1371, donde los tramperos cántabros venían a vender sus pieles. Un
arco en la muralla comunica ésta con la Plaza Nueva, un espacio
abierto, con su templete en el centro, desde cuya balconada los
viajeros pueden contemplar a placer la planicie del Páramo de Masa,
que explica el sobrenombre de Poza como “balcón de la Bureba”.
Desde 1982, el casco urbano de Poza de la Sal es Conjunto
Histórico-Artístico.
Los
pozanos tienen una acreditada afición musical ya centenaria que les
lleva a organizar un Festival de Charangas cada primer sábado de
mayo, al que acuden agrupaciones de cada Comunidad. Con música o
sin ella celebran además varias fiestas a lo largo del año: las que
honran a San Cosme y San Damián, del 26 al 29 de septiembre; la
romería de San Marcos el 25 de abril, en el santuario de la Virgen
de Pedrajas; la de San Isidro el 15 de mayo, con subasta de productos
del campo; la de los Salineros, dedicada a Santa Magdalena, el sábado
siguiente al 22 de julio; las procesiones de la Virgen de Pedrajas,
el 29 de junio para subir a la Virgen a su santuario, y el 8 de
septiembre para devolverla a la parroquia.
La
visita de los viajeros coincide con la admisión a trámite por el
Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León de la denuncia
presentada por la Asociación Nacional para la Protección y el
Bienestar de los Animales (Anpba) por la utilización de animales
vivos en la Danza del Escarrete.
El
del Desjarrete es un baile alrededor de dos gallinas y conejos que se
celebra en las fiestas de San Blas, el domingo siguiente al 3 de
febrero. En realidad, es la reminiscencia de una danza antigua para
asegurar la felicidad conyugal. Inicialmente, era un baile reservado
a los mozos casaderos. Primero bailaba el mozo, luego la moza y luego
ambos, concluyendo con un saludo a las autoridades. Para garantizar
la armonía matrimonial la moza tenía que cortar la cabeza
-desjarretar- a uno de los animales. Hace años que los animales
salen de la fiesta con la cabeza bien alta; se les lleva y se les
trae, se les pasea en procesión y se les deja en el centro del
corro, atados para que no escapen mientras mozos y mozas bailan con
una espada la danza del Desjarrete, la jota pozana y pasodobles
varios. La asociación animalista, avalada por el informe de algunos
veterinarios, considera que este trajín y el hecho de estar atados
causa estrés a los animales. Los pozanos defienden su fiesta así
que en la villa este es un tema vidrioso que es preferible soslayar,
al menos mientras el Tribunal no dicte sentencia. La Fiesta está
declarada de Interés Turístico Regional.
Los
viajeros pasean por la villa, contemplan la casa natal de Félix,
evocan la memoria del famoso naturalista y se van de Poza de la Sal
llevándose un frasco de sal y el recuerdo de un pueblo hermoso y
bien cuidado que tuvo su fortuna en las salinas y trata de sobrevivir
de su riqueza natural.
Sin duda nos queda mucho por visitar, nos iremos conformando con esta guía que elaboras a costa de kilómetros y sol.
ResponderEliminarBesos a los viajeros