Algunos
no lo creerán pero cuando los sesenteros éramos niños no existía
la televisión. Bueno, ni la tele ni casi nada de lo que ahora
consideramos de primera necesidad pero la tele, tampoco.
No
voy a hacer una égloga a los tiempos pasados porque tendría que
mentir y buena gana de andar perdiendo el tiempo. Nuestra infancia
fue feliz, para quienes lo fue, porque éramos niños y teníamos
toda la vida por delante pero cuando te paras a pensarlo no sabes ni
cómo hemos salido adelante medianamente sensatos.
Crecimos
en una familia patriarcal regida por unas costumbres dictadas por una
iglesia -anclada en el Concilio de Trento-, con una enseñanza
trufada de mensajes autoritarios derivados de un sistema dictatorial
que llevaba un cuarto de siglo apalancado en el poder y que aún
duraría hasta que el dictador se murió en su cama de puro viejo.
Una sociedad dividida aún entre rojos y azules, atemorizada y muda.
O sea, que lecciones, las justas.
No
teníamos televisión, decía, y, por lo tanto, teníamos que
buscarnos nuestros propios modelos. Que no eran Marie Curie, mucho
menos Clara Campoamor; con suerte, te librabas de Isabel la Católica
o de Agustina de Aragón y te quedabas con Marisol. Sí, una niña
rubia y monísima que aseguraba que la vida es una tómbola, tom,
tom, tómbola. Marisol era la sonrisa infantil del régimen. Luego
resultó que Marisol escondía bajo los volantes a una mujer que se
llamaba Pepa Flores, que plantó a un marido impuesto, se largó con
un bailarín algo machista y se hizo del Partido Comunista. Aunque
para entonces todos nos habíamos espabilado por nuestra cuenta.
Bueno,
pues ahora sí tenemos televisión. Muchas televisiones, de hecho
(aunque parece que no las suficientes para que ayer televisaran el
partido del Barça, por no sé qué asunto de derechos y de dinero).
Salvo carencias puntuales, hay para todos los gustos. Algunas
especializadas en documentales de animales, otras en viajes, otras en
deportes, pues, como es sabido, hay gente p'a tó.
Hay
cadenas públicas y cadenas privadas. Las primeras financiadas con
cargo a los presupuestos generales. Las privadas pueden gastarse su
dinero como mejor les parezca. La Cinco, que es propiedad de
Berlusconi, paga sueldos de infarto a personas indocumentadas para
que vayan al plató a insultarse mutuamente y a faltar al respeto a
quien se presta y a quien no. Creo que en alguno de los programas
debería actuar el fiscal de oficio pero no lo hace y yo hace años
que no conecto con la cadena. Por higiene, simplemente, lo que no me
impide saber que esos programas tienen audiencias millonarias.
Personas que están viendo la tele en horario laboral, luego o son
ociosas por gusto o por falta de trabajo. Esas personas que protestan
porque se ayude a los refugiados pero que no se mueven para buscarse
un curro o para dar una patada en el trasero -metafóricamente
hablando- a los responsables de que se destruya el empleo y se
sustituya con contratos de esclavos.
No
se mueven porque aspiran a convertirse en un ejemplar del modelo que
están viendo: el “belenestebanismo”. Ellos quieren convertirse
en seres incultos, groseros, zafios, mal educados, pero ricos y
ociosos. Esos que protestan porque se ayude a los pobres desgraciados
que lo han perdido todo reclaman para sí un sueldo por su cara
bonita, que les resuelvan la vida por ponerse bajo las cámaras a
decir paridas. ¿Para qué estudiar, para qué esforzarse si resulta
más rentable apalancarse en la tele a decir bobadas?
Ese
modelo de televisión está teniendo tanto éxito que a veces pienso
que Rajoy habla para esa audiencia. Tanto éxito que hasta la pública
trata de imitarlo. Anoche, TVE emitía en horario de máxima
audiencia una entrevista a calzón quitado entre dos figuras de la
España más casposa y viejuna que pueda encontrarse: Bertín Osborne
y Jesulín de Ubrique. ¿Cuáles son los méritos de ambos? El
primero representa al señoritismo andaluz rancio. El segundo, al
toreo inculto y marrullero. TVE, que ya ha pagado cifras astronómicas
a algún periodista especializado en fiascos, ¿qué modelo quiere
transmitir con este programa? ¿Con qué criterio gasta el dinero
público?
Estos
días empieza el curso escolar con la aplicación de un nuevo y
conflictivo plan de estudios: el plan Wert. Ese plan, consensuado
entre el PP y la Conferencia Episcopal española a mayor beneficio de
los colegios privados, supone la desaparición de la educación
ciudadana en beneficio del adoctrinamiento religioso. No sólo eso,
se priman las horas lectivas de religión -que incidirá en la nota
media del alumno- sobre filosofía, es decir, se enseña a los niños
que es preferible decir aménjesús que ponerse a pensar y preguntar
por qué. No sea que de un pensamiento se vayan a otro, de una
pregunta a otra y acaben preguntando si esto que llamamos sistema
funciona de verdad y a quien beneficia.
Ese
es el modelo.
ese es el modelo, tú lo has dicho...
ResponderEliminarsabes? me preocupa y mucho una especie de alarde de la incultura que noto en el ambiente últimamente... no sé como explicarlo... parece que esté de moda admitir con orgullo no abrir un libro ni por obligación, ver esos programas de los que hablas, e incluso de decir cosas mal dichas, porque "yo hablo asín y punto"... no sé si me estoy explicando... y no sé si es culpa de la gente porque al final con el mando de la tele eligen lo que ver y lo que no, y que modelos se ensalzan y se convierten en paradigmáticos; del sistema educativo que nos quita la filosofía y las herramientas para pensar por nosotros mismos; de los que programan la tele, que están oscuramente al servicio de los que quieren que no pensemos (hace años me leí un libro en el que decía que el gran hermano de orwell no te vigila, sino que pone musica, ruido, y demasiada información a nuestro alcance para que no podamos pensar ni un rato, entretenidos como estamos), o si es una mezcla de todo... la pescadilla que se muerde la cola...
pues eso... que como siempre un placer pasar por aquí...
besotes!!!
Me tienes en pie aplaudiendo por no ir a invadir Polonia ;)
ResponderEliminarCuánto por aprender me queda.
Besos