Vivimos en un mundo globalizado. No sólo es
que el aleteo de una mariposa se pueda sentir al otro lado del mundo, como
sostiene un proverbio chino, es que lo que decidan en las urnas los ciudadanos
de una esquina de la Unión Europea puede condicionar nuestro presente y nuestro
futuro, el de los españoles y el de todos los europeos. La victoria de Syriza en Grecia tiene de los nervios a los gobiernos de la UE, al Banco Mundial y hasta Rajoy siente algo que no sabe expresar.
Las jornadas electorales tienen una vidilla
muy especial para una periodista. Cada quien consume los nervios de la espera
como puede. El domingo, mientras los griegos sopesaban los riesgos y las
consecuencias de su situación a la hora
de elegir la papeleta, nosotros nos dimos un baño –o, al menos, una ducha- cultural:
una visita a la Biblioteca Nacional.
La Biblioteca Nacional conforma una de las
esquinas de la Plaza de Colón. Es un edificio majestuoso que remata el señorial
Paseo de Recoletos en su vertiente derecha. Habitualmente vamos en autobús
pero, en esta ocasión, para darle gusto a la Pubilla, tomamos el metro. La estación
de Colón sale a la calle Génova, famosa, entre otras razones de mayor enjundia,
porque es allí donde radica la sede del Partido Popular que ese mismo día
clausuraba su cónclave dedicado al jaboncillo y al autobombo, con desigual
resultado por la coincidente aparición del innombrable Bárcenas.
La esquina de la izquierda del Paseo de
Recoletos está ocupada por un edificio moderno de apartamentos, rematado antaño
por el emblema de Telefónica, empresa que ocupaba sus bajos. Telefónica se fue
y en su lugar ha llegado el Casino Gran Madrid que ha colocado en la acera una enorme rana como elemento feng sui para llamar a la suerte. Se trata de un
regalo de la empresa a la ciudad, cedida por un año y quizá de forma indefinida,
como eran los contratos laborales antes de que el PP ocupara la Moncloa, además de Génova. Es posible
que el bicho dé suerte a los visitantes del casino, pero feo es a conciencia.
La Pubilla se para a fotografiar a la rana y,
mientras esperamos, me acerco a una figura que ocupa un mínimo espacio en el
paseo. Se trata de una escultura clásica que, a primera vista, y más en un
domingo electoral griego, parece decir: P’habernos matao.
Pero no, estamos ante la mismísima Andrómaca,
personaje mitológico, cuyo nombre significa “Aquella cuyo varón está
combatiendo”. La pobre tuvo una vida harto desgraciada, todas las desdichas que podían ocurrir le sucedieron a ella. Le mataron al padre, a los hermanos, al hijo, al marido, se suicidó su madre, fue raptada... Sus desventuras inspiraron a Eurípides y a Racine. A su autor, José Vilches, la obra le valió
una medalla en la Exposición Nacional de Arte de 1856, información que he
encontrado en este blog, porque nada se indica ni en el pedestal de la
escultura ni en ningún lado.
Mientras hago la foto llegan los ecos de la
megafonía de la Plaza donde unos cientos de personas, no muchos, secundan la
convocatoria de una asociación de víctimas del terrorismo en cuyas filas forman
–o formaban- notables militantes del PP. La megafonía debe ser buena porque se
oye nítidamente como están zurrando de lo lindo a Rajoy y, por extensión, a su
gobierno.
Miro con conmiseración a Andrómaca antes de
cruzar la calzada. Verdaderamente, p’habernos matao.
Pues me gusta la rana, aunque lo de dar suerte siendo de quien es....ya lo dudo.
ResponderEliminarBesos
Yo la encuentro fea, Pilar, y ocupa media acera.
Eliminar¿Una rana regalo para la ciudad?, menuda mierda.
ResponderEliminarSaludos
Regalo condicionado, no lo olvides, Emilio. Según y como será indefinido o precario..
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