Aviñón
es una ciudad amurallada y bordeada por el río Ródano, una ciudad
de apariencia medieval pero con un inusitado dinamismo vital. Una
ciudad eminentemente turística, que en 1995 fue declarada, con
fundado motivo, Patrimonio de la Humanidad.
Los
viajeros llegan a Aviñón desde Nimes y Orange y, al cuarto día del
camino, ya han caído en la cuenta de que su plan de viaje es
demasiado ambicioso. A la altura del Pont de Gard han tenido que
optar entre tomar el desvío que conduce hacia el gran acueducto o
seguir hacia Orange para ver su teatro, romanos ambos. Optan por
seguir ruta, con harto pesar, y se consuelan mutuamente diciéndose
que algo hay que dejar para una segunda vez.
El
teatro antiguo de Orange -gran Teatro de la Roma Imperial- es
impresionante en su inmensidad. A pesar de que las gradas han sido
modernizadas, el estado de conservación es bastante bueno.
Como
en otros tantos de los monumentos de este viaje, el teatro se
encuentra cubierto de andamiajes para la programación estival y sobre el escenario un buda sigue impertérrito el
ajetreo que le rodea. Este escenario dos veces milenario acogerá un
festival de ópera durante los meses de julio y agosto y en
septiembre, todo el pueblo se encargará de dar vida a la IIª Legión
gala, un campamento romano entrado el siglo XXI.
Los
viajeros llegan avisados de que Aviñón y coche son conceptos
antitéticos; han oído, incluso, que a partir de determinada hora no
se permite el tráfico rodado pero al llegar, hacia las 11 de la
mañana, comprueban que entrar se puede, lo que no se puede es
aparcar en las calles porque no hay un espacio libre. En su afán por alojarse en
lugar céntrico han encontrado un hotel en la rue de la Republique
que, naturalmente, no tiene aparcamiento. Finalmente, optan por dejar
el coche en el del mercado -les Halles- y, rápidamente, se lanzan al
callejeo.
Lo
primero que encuentran, a unos metros de la plaza del mercado, es la
iglesia de Saint Pierre, con portada gótica. Pero en Aviñón
todo queda disminuido ante la monumentalidad del palacio papal. Una
especie de ciudad dentro de la ciudad amurallada. El recinto donde se
atrincheraron los papas entre 1309 y 1377, en el llamado Papado de
Aviñón, y en el subsiguiente cisma, de 1377 a 1417, más de un
siglo, en total. La viajera recuerda que esta historia tan poco
edificante de lucha por el poder entre papas y reyes, primero, y
entre papas y antipapas, después, le valió una buena nota en
Religión de tercero de bachiller y el colega, que ya ni se acuerda
de qué nota sacó hace tantos años, escucha con atención la
historia, que puedes encontrar aquí.
Cuentan
los historiadores que desde el neolítico hay constancia de la
presencia humana en el peñón de Doms, donde se asienta el palacio
de los Papas, y que aquí hubo primero, una pequeña ciudad griega y
luego, otra romana. Había sido sede episcopal desde el año 70 de
nuestra era y arzobispado desde 1476. El papa Bonifacio VIII fundó
una universidad que alcanzó fama por sus estudios de leyes y que
llegó hasta la Revolución francesa. Pero Aviñón se hizo un nombre
como capital de la cristiandad en el siglo XIV. La visión del
monumento desde la plaza del Palacio explica cabalmente el
significado del poder papal. En la misma plaza, frente al Palacio, se
encuentra el Hôtel des Monnaies, la ceca papal, que fue edificado en
1617, pues Aviñón siguió siendo propiedad del papado hasta la
Revolución francesa.
La
residencia de los papas es la más grande de las construcciones
góticas de la Edad Media. Ocupa más
de 15.000 metros cuadrados y sus muros tienen cinco metros de grosor.
A su propia monumentalidad hay que añadir que el palacio se levanta
en un alto rocoso sobre el Ródano, el Rocher des Doms. En
realidad, lo que llamamos el palacio son dos: el viejo, de Benedicto
XII, y el nuevo, de Clemente VI. Las obras se iniciaron en 1316 y
acabaron en 1370 y en su decoración participaron artistas del
momento como Simone Martini y Matteo Giovanetti. El recinto se
completa con el Petit Palais, al oeste de la plaza, y la catedral
románica de Notre Dame de Doms, en la parte norte del palacio.
Durante
el mes de julio, Aviñón es sede de un importante festival de
teatro, de manera que el patio del palacio está acondicionado
también para esta programación, lo que condiciona la visita e
impide contemplar una parte del itinerario. Así y todo, el palacio
impresiona. A la viajera le impresiona, incluso, más que el Vaticano
pues si bien la sede de Roma es más grandiosa, rica y magnífica,
las piedras de Aviñón son más explícitas: estos son mis poderes,
vienen a decir.
Tras
la visita, los viajeros encuentran mesa en la plaza del Reloj,
teniendo a la vista el teatro de la Ópera. El colega, que va
cogiendo el punto a sus implantes dentales, elige un restaurante para
desquitarse de la merlucita que se tiene comida en este tiempo: La
Boucherie (La carnicería). Pide un solomillo de buey y la viajera un
carpaccio, ambos platos con las inevitables patatas fritas, de los
que dan buena cuenta bajo una especie de carpa humedecida con esos
chorritos de vapor que alivian las altas temperaturas. La plaza es
uno de los epicentros de la gastronomía local y, efectivamente, está
llena de familias aviñonesas y unos pocos forasteros.
Tras
el palacio, el segundo monumento de Aviñón es el puente Saint
Bénézet, sobre el Ródano, que debió de ser impresionante con sus
22 arcos porque sigue siéndolo con sólo los cuatro que se
conservan, dando sensación de solidez. El puente es muy popular en
toda Francia porque es motivo de una cancioncilla de cuna con la que
han dormido casi todos los niños franceses. Sur la pont d'Avignon on
y dance, on y dance...
Un
poco más abajo de este puente hay un embarcadero donde se puede
tomar un barco para cruzar a la otra orilla del Rodano, la isla de la
Barthelase, que forma el mismo río y que se ha convertido en un
espacio para el ocio y el paseo.
Entre
las murallas y el río discurre un agradable paseo que permite
contemplar con tranquilidad unas y otro. La viajera recuerda a la
cantante Mireille Mathieu, famosa en sus años jóvenes, que, por haber nacido aquí era conocida
como el gorrión de Aviñón.
Andando,
andando, los viajeros entran de nuevo en la ciudad por la puerta de
la República, que es la calle comercial, y llegan a la zona del
palacio, donde compran una primera remesa de jabones, un molinillo de
hierbas de la Provence y una cigarra, que es el animal totémico de
la ciudad. Les aseguran que, colocada cerca de
la puerta, su canto ahuyenta todo lo malo del hogar. Los viajeros
colocan al bicho en casa y mientras la viajera cuenta estas cosas,
escucha el incesante canto chicharrero. Las cortinas, movidas por el
viento, activan el sensor óptico una y otra vez, de manera que la
pobre cigarra debe estar exhausta y el colega, harto de oírla, le
quita las pilas.
En
su camino de subida, al pasar por la plaza del Reloj, los viajeros se
paran a contemplar la comitiva nupcial que sale del Ayuntamiento.
Este es un edificio moderno, con un campanario del siglo XIV. La
viajera lee la leyenda del frontispicio y, aunque los franceses
también son muy suyos, comprende, que no justifica, algunos de los
vicios hispanos. No es lo mismo nacer en un país que tiene como
lema: Libertad, igualdad, fraternidad, que en uno cuya máxima es:
Non plus ultra. En el camino de bajada, una banda interpreta piezas
de música ligera, entre otras, un pasodoble.
Como
les ha gustado el sitio, los viajeros vuelven a la plaza del Reloj a
cenar. El colega pide unos moules (mejillones) con las habituales
patatas fritas, y la viajera una sopa de cebolla. El lugar tiene su
encanto y está fresco después de un día de mucho calor pero la
sopa la ha comido mejor en casa de su amiga Nines, que es de Burgos.
En
Aviñón, como en el resto de ciudades, el comercio cierra a las 6 de
la tarde, en algunos lugares a las 7, pero los bares y restaurantes
del centro permanecen abiertos al menos hasta las 10, una hora
avanzadísima para estos lares. Los viajeros se despiden de la ciudad
papal con la viva impresión de la mole palaciega. El poder pétreo.
Me encanta teneros de avanzadilla (ya tengo al santo queriendo dejar el coche al otro lado del Ebbro, jeje)
ResponderEliminarBesos