Diez años se
cumplen del 11 de marzo de 2004. Y en la memoria permanece indeleble el dolor de aquel día, de aquellas
jornadas inacabables.
Las primeras
noticias a través de la radio que anuncian un siniestro en Atocha. Algo ha
pasado, hay heridos, ampliaremos información. Y el goteo de datos a cual peor,
a cual más dramático, más increíble. El número de víctimas paulatinamente más inverosímil,
más inexplicable. Cincuenta, cien, ciento cincuenta, doscientas… Finalmente, 192.
El silencio atronador
de aquella mañana que hasta los pájaros enmudecieron. La llegada al trabajo y
allí, el recuento de quienes llegaban y el balance de los que faltaban. Tres compañeros
se quedaron en los trenes de cercanías que recorrían el corredor del Henares,
de Alcalá a Atocha. Tres familias rotas definitivamente.
Y luego, la
mentira, la infamia. Un gobierno, el de Aznar, un partido, el PP, unos medios
de comunicación, El Mundo y la Cope a la cabeza, empeñados en cargar el
atentado sobre Eta, para alejar la suposición de que aquella carnicería podía
tener ni la mínima vinculación con la guerra de Irak, tan contestada por la
opinión pública española.
Aquella manifestación que inundó Madrid el viernes 12, cuando en el exterior se hablaba claramente de
la autoría yihadista y aquí avanzaban ya las sospechas de manipulación. La
tristeza que se leía en las caras de quienes se dirigían a la plaza de Atocha,
la rabia de quienes reclamaban la verdad de lo ocurrido, la presencia del
príncipe y de las infantas en la manifestación, hecho inaudito hasta entonces, la
huida del presidente Aznar, protegido por la policía. La lluvia que caía
mansamente, como lágrimas sobre la ciudad de Madrid.
Y el sábado, la
manipulación evidente, el ministro Acebes hablando de Eta en la televisión
oficial mientras ante tus ojos la policía detenía a los primeros sospechosos, todos
árabes. La comida de aquel día, seis personas a la mesa y la niña en su
sillita, que empezó con tres abstencionistas y terminó con los seis decididos a
ir a las urnas al día siguiente. La cacerolada espontánea de esa noche mientras
la Pubilla, entonces tan pequeña, preguntaba qué pasaba y teníamos que
cambiarla de habitación para que pudiera dormir.
Después, la
pesadumbre y la vergüenza de oir al presidente saliente hablar del atentado
como un asunto personal, olvidando a los casi doscientos muertos y a sus
familias, y cavando una zanja en la sociedad que aún no se ha cerrado. Creando víctimas
buenas, las de Eta, y víctimas bajo sospecha, las del 11-M.
La teoría de la
conspiración que han alentado políticos y periodistas contra toda prueba
razonable con argumentos que, a estas alturas, provocan una mezcla de vergüenza,
rabia y más dolor.
Sólo el recuerdo
de Pilar Manjón ante los diputados nos salva de la vergüenza. La imagen del
sufrimiento y de la dignidad. De la tolerancia, asimismo. Diez años se cumplen
ahora. Y el recuerdo aún duele.
Dule como si fuese ayer, porque así parece escuchando a algunos aun empeñados en contarnos nuestra propia historia como si no la hubiésemos vivido.
ResponderEliminarUn abrazo
El hecho quedará en la historia de España, algunos intentarán cambiar la historia en base a sus intereses; después de 10 años, no quieren ver lo que tienen delante de sus ojos, sería tener que justificar sus ganancias a base de libros vendidos, ventajas editoriales, tertulias a cambio de algo, derrotas políticas, etc...
ResponderEliminarSaludos
Con este comentario no quiero decir que esté de acuerdo con la mentira, pero... que hubiera pasado si desde el principio se hubiera dicho que era Al qaeda y como hubiéramos reaccionado todos en general con respecto a la cantidad de musulmanes que conviven con nosotros?, solo lo digo a modo de reflexión, a veces un gobierno se ve forzado a decir una mentira aun a costa de perder credibilidad, si, si ya se que este gobierno no daba mas desi, pero como decía lo digo a modo de reflexión ya que la paz social es muy importante en una sociedad tan heterogénea como la nuestra
ResponderEliminarSaludos cordiales
Sigue abierto el dolor, algunos se empeñan en seguir, no ya teniendo razón, sino en hacer comulgar con ruedas de molino.
ResponderEliminarDantescas las palabras de Rouco Varela ayer en el funeral. Para olvidar.