En verdad, el
valle es un espectáculo en cualquier época del año. Vale la pena parar en
cualquiera de los numerosos miradores que ofrece el terreno para contemplar la
perfección con que la Naturaleza se ha aplicado para encauzar al río Jerte desde
su nacimiento en la altura de Tornavacas hasta la planicie de Plasencia. Un desnivel
de 1.500 metros en medio centenar de kilómetros.
Maravilloso es el
mirador del puerto de Tornavacas, con las cumbres nevadas del Calvitero a la
derecha, las infinitas terrazas que se multiplican a izquierda y derecha del
río y, al fondo, el pantano del Jerte. Pero si hubiera un punto de observación
obligado, éste sería el Mirador de la Memoria, situado en la carretera CCV-51
cerca de El Torno.
El visitante sube
del Valle a El Torno y se encuentra al torcer una curva con unas siluetas que,
así al pronto, le parecen personas desnudas. Y lo son, en efecto, cuatro
figuras en escayola –una mujer y tres hombres- salidos del taller de Francisco Cadenilla
Carrasco, de un realismo que parecen en movimiento.
No se mueven. Sus
pies se posan sobre rocas que, probablemente, sirvieron de observatorio a los guerrilleros
republicanos que se refugiaron en estos montes al término de la contienda. “A los
olvidados de la guerra civil y la dictadura”, reza un letrero sobre la piedra. El
mirador se inauguró en enero de 2009 a instancias de la Asociación de Jóvenes
Comarca del Jerte y el respaldo del Ministerio de Presidencia –ocupado entonces
por María Teresa Fernández de la Vega, no confundir con su actual titular
Soraya Sáenz de Santamaría-.
“En estas sierras
el olvido está lleno de memoria”, se puede leer en el cartel. Y tal aserto es una
verdad a medias: las figuras masculinas fueron tiroteadas el mismo invierno del
2009. Aún pueden verse los agujeros de las balas. Setenta años habían
transcurrido desde que se emitiera el último parte de guerra, aquél que
mostraba al Ejército rojo “cautivo y desarmado” y a las tropas Nacionales habiendo
alcanzado “sus últimos objetivos militares”.
Produce congoja
observar los balazos. Congoja, por la persistencia del odio, del rencor, de la
intolerancia. Congoja, por la insensatez de balear a unas figuras de escayola. Congoja,
porque los disparos están hechos por la espalda.
Los maquis
parecen disponerse a trepar por los riscos para huir de la persecución, del
peligro, 75 años después.
“Sierra y
libertad”, concluye el cartel. Y paz, piedad y perdón, cabría añadir.
Una vez más me vuelves a sorprender con tus comentarios. Parecería que nunca estuve allí.
ResponderEliminarLos que no olvidan, no son pocos, están en todas partes.
ResponderEliminarEn cuanto al valle del Jerte, me encantaría verlo con los cerezos en flor, por lo que me han contado es algo digno de ver.
Saludos
Que preciosidad de valle y que sobrecogedor el mirador, sigo tomando nota me encantaría visitarlo.
ResponderEliminarBesos