Nadie que llegue
a Madrid con un poco de marcha en el cuerpo abandonará la capital sin haber
pasado por la calle Huertas. Más aún, muchos de los jóvenes que llegan a la
ciudad lo hacen con la brújula orientada a esta vía que corre paralela a la de
Atocha, desde la Plaza del Ángel a la de Platerías, la más conocida y
frecuentada de las que conforman el Barrio de las Letras madrileño.
Nadie hubiera
pensado por sus antecedentes que Huertas acabaría siendo la zona de marcha por
excelencia. Como fácilmente se deduce, la calle toma el nombre de las huertas
que por aquí había, propiedad del convento de San Jerónimo o del marqués de
Castañeda.
En los siglos
XVII y XVIII fue lugar donde se reunían numerosos maleantes, relata Federico
Bravo Morata en su libro “Los nombres de las calles de Madrid”. Por si fuera
poco, el mismo escritor refiere que “durante algún tiempo hubo por aquí un
pequeño huerto que se llamó de los descabezados, por haberse encontrado
enterrados en él varios muertos, con la extraña circunstancia de que a todos
ellos les faltaba la cabeza, sin que entonces ni después se haya sabido dónde
fueron a parar las cabezas de hasta cinco víctimas de la extraña degollación”.
No especifica Bravo
Morata si este huerto es el cementerio de San Sebastián, que se encontraba a la
espalda de la iglesia de esta advocación, punto donde se inicia la calle de
Huertas. Para eliminar cualquier tinte dramático, actualmente este rincón está
ocupado por una floristería. A partir de aquí se abre ante el visitante una
oferta variopinta y cosmopolita en los apartados gastronómico y de los brebajes.
Muy raro ha de ser para que no encuentre algo de su agrado.
Pero no solo de
comercio y de bebercio se nutre el visitante, vive Dios. Pues que nos hallamos
en el Barrio de las Letras lo primero que observará es que el suelo por el que
transita está sembrado de citas literarias de autores españoles y de paneles
verticales con una breve semblanza de los mismos escritores.
Don Quijote y Cervantes,
para empezar. En este caso la cita resulta que ni pintiparada puesto que aquí
mismo, en el número 18, vivió don Miguel, como recuerda una placa instalada por
el Ayuntamiento, y un poco más abajo, a la izquierda de la calle, fue a
descansar eternamente del peso de su fama en el Convento de las Trinitarias,
donde ahora se vuelven a buscar sus restos extraviados.
Enfrente de la
morada cervantina se alza una casona señorial que hace esquina con la calle del
Príncipe: el palacio Goyeneche, luego de Santoña. Un palacete del siglo XVI,
reformado en el XVIII, con intervención de José de Churriguera y Pedro de
Ribera, autor de la portada que abre a Huertas. A finales del XIX la casona fue
adquirida por el político liberal José Canalejas. De ella salió el 12 de
noviembre de 1912 cuando le encontró la muerte mientras contemplaba el
escaparate de la Librería San Martín de la Puerta del Sol. El anarquista
Pardiñas acabó con su vida de dos disparos. Sus herederos vendieron en edificio
a la Cámara de Comercio e Industria de Madrid. Actualmente se encuentra en
obras.
El visitante
sentirá la tentación de adentrarse en un espacio que se abre en el lado de los
pares de la calle. Se trata de la Plaza de Matute, lugar recoleto que desemboca
en la calle Atocha. Por hoy resistirá la tentación y seguirá su paseo.
En la misma acera
de los pares, esquina con la calle León, se alza otro palacete singular.
Diseñado por el arquitecto Villanueva, es sede de la Real Academia de la Historia. El edificio se mira con otro igualmente cargado de tradición: aquí
estuvo la Asociación General de Ganaderos, heredera del Honrado Concejo General de la Mesa.
Palacetes y
casonas se alternan con restaurantes y bares sin cuento pero también con
tiendas de ropa, de decoración, librerías. El visitante se sorprende de
encontrar cerrada la Librería La Celestina, especializada en publicaciones
teatrales. Un poco más adelante, también encontrará cerrada una vieja
fontanería. Son testigos de la crisis, en un sector muy vapuleado por los
recortes.
Empero, no le
faltarán ofertas. Para todos los gustos y presupuestos. Aquí está el Vi Cool de
Arola, o el Populart, con sus actuaciones musicales en vivo. Y casi al final de
la calle, esquina con la de Jesús, la cervecería El Diario. El visitante tiene
ante sí un rincón por donde ha pasado lo mejorcito del periodismo español. Ese edificio
alto que tiene enfrente –a las traseras del Ministerio de Sanidad- fue sede
durante años del periódico Pueblo, escuela de periodistas, que aquí aliviaban
la sed, alimentaban sus jornadas interminables, compartían confidencias y
conspiraban con idéntico entusiasmo.
“¿No se lee en
este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? Esa breve
dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. Terrible y triste cosa me parece escribir
lo que no ha de ser leído…”, se lamenta Mariano José de Larra, desde el suelo
que mira hacia la sede del periódico desaparecido.
El visitante
habrá ido con tiento, se supone, y llegará al final de su recorrido en plenitud
de facultades. Más le vale porque aquí al lado tiene la Comisaría de Policía. Y
un poco más allá, en el centro de la Plaza de Platerías, una fuente. Puesto que
en la ciudad ya no se usa lo de tirar al pilón a nadie, no es cuestión de darse
de bruces en el agua motu proprio.
Siempre queda la
opción de reiniciar el recorrido, Huertas arriba.
Mi barrio favorito!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarNecesito 48 horas madrileñas, aviso:)
He pensado en tí mientras lo recorría, lo fotografiaba y lo escribía.
ResponderEliminarAquí te espero.
En cuanto vuelva a escaparme no me lo pierdo :)
ResponderEliminar¿Seguro que no pasaste por aqui? Ya me extraña...
EliminarEstuve cerca pero no pasé, la próxima vez será parada segura
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