Se
estrenaba hoy la legislatura más imprevisible desde 1977, con un
Congreso de los Diputados en plena ebullición. Más de la mitad,
nuevos. Cuarenta y siete años de edad media. El 40% de mujeres, la
paridad soñada. Muchos descorbatados, algunas rastas, Pedro Gómez
de la Serna, el diputado popular por Segovia, investigado bajo
sospecha. La mundial.
Bajo
el principio de que sólo hay una vez para una primera
impresión, cada cual ha preparado su entrada triunfal como mejor le
ha parecido. El grupo valenciano de Compromís se ha hecho acompañar
de una charanga típica de la tierra. Juan López de Uralde, de Equo,
integrado en Podemos, ha llegado en bici. Otros, con mochila.
Carolina Bescansa, con su niño de seis meses. Para qué queremos
más.
Las
redes sociales, ese patio de vecindad ecuménico, se han puesto a
cien. Unos a favor, la mayoría en contra. ¿Dónde se ha visto, que
la mujer se lleve a los niños al trabajo? Que lo deje en la
guardería del Congreso, que para eso está. ¿No tiene padre ese
niño? Utilizan a los niños para la foto como otros los utilizan
para la mendicidad. Y así todo.
Rajoy
habrá respirado aliviado por la iniciativa de Bescansa, que ha
centrado todas las miradas y ha distraído la atención de su
diputado sospechoso. Rajoyes aparte, Bescansa es una mujer afortunada
por poder elegir si quiere llevar a su niño al trabajo, elección
que a la mayoría de las mujeres les es negada, y, puesto que ha
elegido llevárselo, me parece que esa imagen de la diputada dando de
mamar al bebé ha hecho más por la conciliación que muchos
discursos. Ha dado carta de naturaleza a un hecho incontrovertible
pero ignorado: las mujeres tienen hijos y trabajan y ambos hechos son
frecuentemente incompatibles o, cuando menos, difíciles de conjugar.
Carmen
Chacón ha alegado que el Congreso dispone de guardería, donde las
diputadas pueden dejar a sus niños y recogerlos en el momento de la
lactancia. Comentario ponderado que, no obstante, olvida algo
esencial: el valor de la imagen. Precisamente, ella, protagonista de
otra imagen icónica: una ministra de Defensa embarazadísima y
pasando revista a las tropas, que tanto hizo por la incorporación y la normalización de
las mujeres en la milicia.
El
niño de Bescansa ha alcanzado tal protagonismo que un diputado con
humor, o sarcasmo, lo ha votado para presidir la Cámara. Lo que
nadie se ha preguntado es qué hacen con sus niños los
diputados-papás. ¡Ah! ¿Que los diputados no tienen niños? No, lo
que no tienen es problema para ser diputado y padre. La conciliación,
pese a todo, sigue siendo problema exclusivamente de las mujeres.
No
sé a qué viene tanto ruido, comento en familia, durante la comida, la mayoría
de mujeres tenemos que cargar con los niños cuando no tenemos con
quien dejarlos y los llevamos donde haga falta. Incluso a las
manifestaciones, dice la Heredera mayor, que nos acompaña hoy.
El
comentario, aparte de cierto, no es gratuito y es recurrente. Siendo mis hijas muy
pequeñas, se convocó en Aranda una manifestación para reclamar el
desvío de la N-I, que aún pasaba por el centro de la población
ocasionando largas caravanas y no pocas molestias, además del riesgo
de accidentes. La Heredera pequeña aceptó quedarse con una vecina
pero la mayor se negó: ella quería venir conmigo y no hubo manera
de convencerla. Como la manifestación estaba autorizada y se suponía
que era pacífica, me la llevé. Fue lo que se llama una
manifestación multitudinaria y sosegada pero, de repente, la policía
decidió disolverla y sin más, se puso a disparar pelotas de goma.
Yo cogí a la niña para protegerla justo en el momento en que una
pelota pasó a nuestro lado. La pelotita, la pelotita, reclamó la
niña. Y, sí, cogimos la pelotita, con gran alborozo de mi Heredera.
Por
esas cosas que tienen los niños, la pelota de marras se convirtió
en uno de los juguetes favoritos y motivo de disputas con la Heredera
pequeña. Yo quiero que me lleves donde las pelotitas, reclamaba a
veces la pequeña. Durante un tiempo, en cuanto venía alguien a casa
la Heredera mayor sacaba su pelota de goma, como trofeo de guerra.
Pero, ¿esto no es...?, preguntaba el visitante advertido. Ná, decía
yo, que no sé de donde lo ha sacado la niña. Es una pelota de la
policía y nos la hemos encontrado en una
manifestación, aclaraba ella.
La
pelota permaneció en casa durante más tiempo que la mayoría de
juguetes y no hay año que, por una razón o por otra, no salga a
relucir en las conversaciones familiares, con gran regocijo de las
Herederas. Teníamos unos juguetes que no tenía ningún niño, dice
la Heredera mayor con humor.
Lo
que tienen que hacer ahora los diputados, y el único gesto
verdaderamente eficaz, es presentar leyes que faciliten la
conciliación a unas y otros, no solo a ellas, digo yo, por zanjar la
historia.
Carolina Bescansa a la que se acusó sin piedad de no ser feminista, ha conseguido hoy que todos y todas hablemos de bebés, de madres, de padres, de conciliación y eso vale.
ResponderEliminarPor otra parte esa imagen de personas normales y corrientes ocupando el Congreso es emocionante.
Podemos en general ha desatendido bastante al feminismo y en ese punto Bescansa ha sido su profeta. Lo que no merma simbolismo a su presencia hoy.
EliminarPor otra parte, no es la primera vez que entran en el Parlamento personas normales y corrientes, de hecho, con frecuencia han sido demasíado corrientes. Lo que ha venido ocurriendo es que, una vez en sus escaños olvidaban quien los había llevado y a qué habían ido. Esperemos que ahora no ocurra.
Seguramente el hecho de haber tenido dos hijas, una de ellas ha tenido que dejar de trabajar para cuidar a los dos hijos menores ( 9 y 7 años), sus contratos tampoco le dejaban tiempo a conciliar, la segunda, no tiene hijos, siendo como es Trabajadora Social, estando al albur de las ayudas que ofertan las administraciones, no puede permitirse, dice ella, ni tener hijos, asi que entiendo a la Bescansa y lo que simboliza.
ResponderEliminarSaludos
¿Ves? Ese es un problema que nunca tienen los hombres, qué suerte la suya, oye. Sus contratos siempre les permiten conciliar.
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