viernes, 15 de enero de 2016

San Martín del Rojo y la saturación

No consta que Miguel Delibes se inspirara en San Martín del Rojo para situar a su señor Cayo pero bien pudo hacerlo pues durante años en el pueblo vivieron dos únicas personas que no se dirigían la palabra. Luego, permaneció uno y ahora, nadie.
Los viajeros, que conocieron al vecino solitario hace muchos años y pudieron comprobar la semejanza con el señor Cayo, el del disputado voto, volvieron recientemente a San Martín del Rojo y sintieron la desolación absoluta del lugar, no sólo por la ausencia de habitantes, sino porque el pueblo parece haber sido abandonado en un rincón de la historia.
Aún así, vale la pena buscar la carretera BU-V-5744 y seguirla hasta el final: es un escenario de desolación, piedras amontonadas, paredes desdentadas, ruinas de casas que algún día fueron grandes y llenas de vida. Y un cartel que habla de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, la joya del lugar. Sólo se oye el rumor del viento y el canto de los pájaros, si hay viento y si hay pájaros. 
La iglesia románica es testigo de otros momentos de esplendor. De planta basilical, fue construida en el siglo XII. Siglos después, sobre el hastial occidental se le añadió una espadaña barroca. Hay que acercarse para comprobar la hermosura primitiva y algo tosca de la iglesia, que parece esconder algún secreto no desvelado. ¿Qué significan esos músicos, esa mujer que se burla del que mira, esas máscaras, esas figuras grotescas, diabólicas? ¿Qué historia nos cuentan los primitivos constructores desde las arquivoltas de la portada? ¿Es la lección de catequesis que emana de las construcciones románicas o nos están comunicando un mensaje ignoto?
Protege la fachada meridional un pórtico sostenido por dos columnas cuyos capiteles proceden, al parecer, de la iglesia de Fuente Humorera, lugar actualmente vallado por haber sido adquirido por un particular. Aquí puedes encontrar una explicación pormenorizada y muy interesante de la ornamentación de esta iglesia. Aunque nada como pasearse un rato alrededor de sus piedras, tan necesitadas de una caricia experta. La Fundación Santa María la Real le tiene acogida bajo su diligente e imaginativa mirada, lo que permite albergar alguna esperanza.
El interior de la iglesia es igualmente interesante, como pudieron observar los viajeros en la primera visita, cuando tuvieron la fortuna de que les fuera mostrada por el vecino solitario, pero en esta ocasión no hay nadie a quien pedir la llave. Dedicamos el tiempo a pasear por el entorno, por el placer de saborear la soledad y la belleza de este rincón de la provincia burgalesa, rodeamos varias veces la iglesia pero y nos marchamos con la sensación de haber asistido a una demostración de sabiduría antigua e inaprensible.
En química se conoce como saturación cuando una solución no admite más cantidad de la sustancia que disuelve. Entre los humanos hablamos de saturación cuando algo produce hartazgo o hastío. Por ejemplo, cuando una abogada del Estado y un fiscal, encargados de defender los intereses públicos, se aplican a exculpar a una infanta que no cumplió con sus deberes de ciudadanía sientes que estás a punto de alcanzar tu nivel de saturación. Y cuando, contra toda lógica democrática, escuchas decir a esa misma abogada del Estado que el principio de Hacienda somos todos es un eslogan publicitario pero no una verdad jurídica te entran ganas de salir de estampida y refugiarte en algún lugar donde no alcancen semejantes justificaciones. O cuando compruebas cuántos se preguntan qué pinta en el Parlamento un bebé de pecho en brazos de su madre y no se preguntan qué pinta en el mismo lugar un diputado investigado bajo sospecha de corrupción.
Si alguna vez sientes la sensación de estar alcanzando el punto de saturación, no lo dudes, dirígete al Valle de Manzanedo, al norte de la provincia de Burgos, y encontrarás razones para el sosiego. Puedes empezar por San Martín del Rojo. 

1 comentario:

  1. La belleza nos salva.
    (tomo nota, creo que tengo una libreta llena de pendientes en Burgos ;)

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