Bueno,
pues hemos estrenado año. Bisiesto, para los supersticiosos. Nada
que no se pueda arreglar con un par de elecciones o tres, por si
alguien anda necesitado de más práctica.
Por
alguna razón que se me escapa, la consigna general es que la crisis
ha pasado y ahora lo que toca es consumir. Consumir lo más posible,
gastar. No diré que sea inmune a esa tentación, nadie lo es cuando
todo incita a ello, cuando se vive inmerso en un mundo que identifica
consumo con progreso, cuando no con felicidad. Pero, aparte de
moderar el consumo para proteger el medio ambiente, he decidido
tomarme las cosas con (más) filosofía.
No,
el nuevo año no me ha dejado (más) atontada. Al contrario, creo que
me ha hecho un poco más sabia. Si a los (muchos) españoles les
parece bien que el PP nos pase la apisonadora por encima y haga
añicos los derechos que tanto nos costó conseguir, no voy a ser yo
quien les lleve la contraria. Si a los barones socialistas les parece
que estas son horas de ponerse a jugar con las sillas ajenas como si
fueran críos, no seré yo quien les saque del error. Si los jóvenes
cachorros ciudadanos no se han percatado de que para derecha
reaccionaria ya teníamos a los herederos de don Fraga, allá ellos.
Si las jóvenes huestes de Pablo Iglesias junior no se han enterado
de que el enemigo no es el psoecialismo, que bastante tiene con lo
suyo, sino la derecha, ah, lo siento mucho. Yo no voy a arrugar el
ceño, que a mi edad las arrugas salen con mucha dificultad o no
salen y las cremas de belleza son muy caras y más ahora que se ha
terminado la crisis esa.
En
consecuencia, he decidido mirar el lado bueno de la vida. Para
empezar por algo, ahí tenéis a La chica de ojos marrones, tan joven
ella, que este año no se ha propuesto dejar de fumar, ni ir al
gimnasio, ni hacer dieta, no, se ha propuesto hacer lo que le
apetezca. O sea.
A
mí me costó cuarenta años llegar a esa conclusión. Las mujeres de
la generación anterior a la mía, con suerte, aprendieron la técnica
en los últimos años de su vida, sin tiempo apenas de ponerla en
práctica. Eso, las afortunadas, la mayoría ni se enteraron. Y no te
digo nada de las mujeres de generaciones anteriores, supeditadas a la
santa voluntad de sus papás, primero, de sus santos esposos, luego,
y, siempre, de su aún más santo confesor, tres especies poco dadas
a experimentos liberales, que ya el prefijo “liber” producía
salpullido en aquel entonces, no fuera a ser que a las chicas les
diera por experimentar y añadieran el sufijo “tad” y la
fastidiáramos.
Pues
ahí tienen a esas chicas de ahora como la de los ojos marrones,
dispuestas a tomar sus propias decisiones, a asumir sus propios
riesgos, a pagar por sus propios errores, a empezar de nuevo tantas
veces como haga falta. A disfrutar de sus logros, a saborear sus
victorias, a elegir.
Me
estoy relamiendo de gusto, que, de momento, es gratis.
Feliz
año 2016, amigos y amigas. Él no tiene la culpa de ser bisiesto.
Si, pero aún queda mucho, que digo mucho, muchísimo camino por recorrer, no solo por parte de ellas, por parte de ellos también.
ResponderEliminarUn abrazo.
yo sabía lo que te iba a decir hasta que me has nombrado, y me he emocionado, y ya sólo puedo decirte que gracias!!!
ResponderEliminarcomo dicen por ahí arriba, nos queda mucho camino, pero habrá que seguir andando, o no lo conseguiremos... porque la meta la tenemos clara... y que no va a ser fácil... así que pasito a paso, yo creo que, igual nosotras no, pero las hijas de nuestras hijas, verán el final de ese camino que nosotras recorremos...
y que sí, que tu actitud me parece la más acertada (yo después de todas las navidades intentando entender este país en base a los resultados electorales, he llegado a la conclusión de que no lo voy a entender por mucho que me esfuerce, así que dejo de esforzarme, y me dedico a intentar entender otras cosas más interesantes)
como siempre un placer pasar por aquí!! hoy además emocionada por tus palabras!!
besotes!!
Pues ¿sabes? me voy a apuntar al plan de los ojos marrones, y que cada mochuelo se haga cargo de su olivo, que bastante tenemos cada una con lo nuestro, que ser libre tiene un precio y aunque lo pago muy agusto, mi trabajo me cuesta.
ResponderEliminarBesos