Jean Auguste Dominique Ingres nació en Montauban en 1780 y murió en
Paris, 87 años después. Hijo de un pintor mediocre que supo
reconocer en su hijo las dotes de las que él carecía, destacó
pronto entre sus contemporáneos, tuvo una vida llena de encargos y
de reconocimientos pero se fue de esta vida creyendo no haber
alcanzado las metas que se había impuesto. Ha pasado a la posteridad
como un gran retratista cuando él hubiera querido ser un pintor
académico de temas clásicos, las grandes batallas, los hechos de la
historia. Es un ejemplo claro de que nadie está conforme con lo que
tiene.
El
Museo del Prado, en colaboración con el Louvre, ofrece estos días y
hasta el 27 de marzo una muestra de su gran producción pictórica
considerada “un jalón esencial hacia las revoluciones artísticas
de finales del siglo XIX y principios del XX” y un preludio de
Picasso y de las distorsiones anatómicas.
Un
ejemplo de esta distorsión es “La gran odalisca”, una de sus
obras más conocidas, de medidas imposibles pero de una belleza y
sensualidad conmovedoras.
La
exposición temporal hace un repaso a toda su obra con mayor
atención, naturalmente, a sus retratos. Ingres es de esos pintores
que, a simple vista, parece que se levanta un cuadro en un amén,
pero cuando miras ese retrato detenidamente te percatas de que te
está mostrando a esas personas tal como eran, desnudas por dentro,
por más vestidos y perifollos lleven encima.
Ingres
retrató a Napoleón y a Luis François Bertin, consiguiendo de un
golpe fama y dinero, pero retrató sobre todo a las mujeres de su
época y ahí es donde, a mi parecer, adquiere auténtica maestría.
Da igual si se aplica a la Virgen adorando la sagrada forma que
retrata a Madame Senonnes, a la condesa de Haussonville o a la Bella
Zélie. En el baño turco, para el que escogió el formato tondo,
trabajó durante años y fue a acabarlo un año antes de su muerte.
Confieso
que me costó lo mío convencer al colega para ir a ver esta temporal
del Prado porque él consideraba a Ingres un pintor de chichinabo.
Pero, finalmente, se decidió a acompañarme y creo que no se
arrepintió.
Lo
digo por si os interesa, que aún estáis a tiempo.
Está en la lista de los motivos para escapar a Madrid, reconozco que me atrae por sus retratos femeninos sus mujeres son algo más que trofeos de sus esposos o piel en subasta, o al menos esa es la sensación que tengo.
ResponderEliminarUn saludo