Una
de las expresiones más reiteradas a propósito de la apertura de la
legislatura es que con los nuevos grupos han entrado en el Parlamento
personas normales y corrientes. Se supone que quienes tal cosa dicen
expresan que ellos se sienten representados por los nuevos. Porque,
que se sepa, hasta el momento en ninguna otra legislatura ha ocupado
escaño un extraterrestre. Los ha habido raritos, sí, indeseables,
seguro, corruptos, sin duda, pero también excelentes escritores,
buenos abogados, excelsos intelectuales y profesionales competentes,
cada cual en su ámbito. Diputados que, así a bote pronto, sacaron
adelante leyes como la del divorcio, la del aborto, la de igualdad de
género, la de lucha contra la violencia machista, la
universalización de las pensiones, la sanidad y la educación públicas, la de la
dependencia... Gente normal, en suma.
Ahora
bien, deberíamos empezar a ponernos de acuerdo acerca de la
normalidad. Los diputados electos en 1977, en 1979, en 1982 eran
normales, normalísimos, procedían de las asociaciones de vecinos,
de las asociaciones de padres, de los sindicatos, habían sido
detenidos, apaleados por la policía franquista, habían arriesgado
sus carreras profesionales -y muchos las habían perdido-.
En
los años ochenta, noventa y sucesivos siguieron accediendo
candidatos normales, muchos de los que a diario arriesgaban sus vidas
con solo salir a la calle porque el hecho mismo de pertenecer a
partidos políticos como el PP o el PSOE les colocaba en el punto de
mira del terrorismo de ETA. ¿Es Madina normal?, por señalar a
alguien conocido. ¿Era normal Gerardo Iglesias, que pasó del escaño a la mina? ¿Es normal Octavio Granado, anterior secretario de
Estado de la Seguridad Social -y uno de los técnicos más
cualificados en la materia-, que al día siguiente de abandonar el
cargo volvió a dar clase en su instituto?
Sí,
es cierto, los partidos se convirtieron en una máquina de triturar
ilusiones, buenos propósitos, proyectos, se transformaron en un fin
en sí mismos, en un nido de corruptelas, pero entre ellos hubo y hay
muchas personas decentes, con excelentes currículos, que han dejado
los mejores años de su vida en el trabajo colectivo.
Como
en España somos tan dados al movimiento pendular hay que estar
atentos a no pasarnos al lado opuesto, que a fuerza de reprochar a
los políticos su condición de privilegiados -la casta- vayamos a
sacralizar lo vulgar, que los abogados del Estado sean sustituidos
por tertulianos de Sálvame, por todólogos, que saben de todo y
tienen soluciones para todo, como el ungüento amarillo, que para
todo vale y para nada aprovecha.
Partamos
de la base de que, con un censo de más de cuatro millones de
parados, con una juventud que ha tenido que emigrar o sueña con llegar a mileurista, con una
generación de cincuenteros condenada al ostracismo, levantarse 3.000
euros al mes, que es el salario mínimo del diputado, es una
normalidad muy relativa.
El
trabajo normal de los diputados es fatigoso, requiere de horas de
estudio, de negociación discreta, de escuchar propuestas. No tiene
nada que ver con su vestimenta o su peinado, ni con su situación
civil, con su edad o sexo, con frecuencia, ni siquiera con el partido
al que pertenece. Tiene que ver con su disposición, con su
dedicación, con su conocimiento de las necesidades ciudadanas.
Tareas poco glamurosas, ajenas al espectáculo, a la sobreactuación.
Cuando
ayer el número dos de Podemos, Iñigo Errejón, declaró que no
sabía qué modelo de gestión de la Cámara quería porque ellos
acababan de aterrizar, hizo gala de una ignorancia irresponsable
porque al trabajo se va con los deberes hechos. Cuando Rafael
Hernando salió rasgándose las vestiduras por el niño de Bescansa
mientras omitía cualquier referencia a su compañero de partido
Pedro Gómez de la Serna, investigado por corrupción, hizo el
ridículo, porque si sobraba alguien en el Congreso eran los
corruptos. Cuando Pablo Iglesias junior se paseó ayer por las radios
y televisiones rasgándose las vestiduras por el acuerdo alcanzado
para la composición de la Mesa del Congreso, -qué vergüenza, Pepa,
qué vergüenza- hizo teatro. Cuando ayer el recién elegido
presidente del Congreso, Patxi López, subió a la tribuna hizo un
discurso de Estado.
De
normalidad hablamos. Convendría, pues, ponernos de acuerdo respecto
a lo que consideramos normal. Dicho de una cosa que por su
naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de
antemano, define la RAE. Ahora bien, en un país que considera
princesa del pueblo a una persona indocumentada y con problemas de
drogodependencia; en el que millones de personas se alimentan
intelectualmente con programas basura; en un país donde millones de
personas tienen a gala no leer un libro; en un país donde millones
de personas se conocen de carrerilla la alineación de un equipo de
fútbol pero son incapaces de enumerar tres escritores
contemporáneos; en un país que arma la mundial si sancionan a su
equipo pero no se mueve si es explotado; en un país que aplaude y
admira al pícaro y al defraudador y menosprecia al investigador,
¿qué entendemos por normal? ¿Normal nivel Belén Esteban? ¿Normal
nivel Muñoz Molina? ¿Normal nivel José Antonio Labordeta? ¿Cuál
es nuestro modelo de normalidad?
La normalidad es relativa, pero cuando hablamos entre iguales creemos entendernos. Yo no pertenezco a esa gente que dice que no quiere rastas por si le pegan piojos, ni de los que tampoco quiere a descamisados, no descorbatados, por no decir de aquellos que no quieren visualizar ni simbolicamente los problemas de la mujer trabajadora, aquellos se consideran personas normales, pero la calle hay otras personas normales diferentes a ellos.
ResponderEliminarSaludos
Como siempre si tomamos la parte por el todo o el rábano por las hojas...qué ganas de centrarnos en lo que importa, si hay acuerdo para un gobierno a la izquierda, sea y si no, que no descuidemos la bodega porque no sé si nos quedan fuerzas para otra campaña electoral serenos.
ResponderEliminarEn fin, que no todo el mundo camina por la calle con corbata y chaqueta, ni son todos los que son...
Besos
cuanta razón tienes!! no te añado ni una coma!!
ResponderEliminarbesotes!!