Lagos
es una ciudad con una larga e intensa historia, que ha sembrado de
señales su territorio, pero es también un lugar muy apacible para
descansar y un sitio con muchas ofertas para divertirse. En verdad,
cuando la viajera habla de Lagos se refiere al casco antiguo y sus
playas pero la ciudad se extiende hacia el norte en unos barrios
modernos, con avenidas bien trazadas que invitan a quedarse. Quede
dicho por si alguien siente la tentación.
Mientras
se lo piensan, los viajeros se patean el casco antiguo. La parte más
antigua de las murallas corresponde a la más próxima al mar, de
construcción cartaginesa o romana. La estatua de Gil de Eanes se
alza junto a las dos torres atalayas que franquean la puerta de San
Gonzalo, un santo local que, como el descubridor, también goza de la
devoción de los lacobrigenses.
Callejear por la ciudad vieja es
perderse en el tiempo. Casas blancas, rosas, azules, chimeneas,
edificaciones modernistas, jardines con esculturas vanguardistas, muros pintados, paisanos que echan la siesta plácidamente, ajenos a viajeros, turistas y al ruidos callejero, más
puertas en las murallas, la iglesia barroca de San Antonio, con sus
torres desiguales.
San
Antonio es el patrono de la ciudad. Una verdadera autoridad. La
iglesia resultó muy malparada en el famoso terremoto de 1755 y fue
reconstruida en 1769 por iniciativa del Regimiento de Infantería de
Lagos que, ya puesto, puso en nómina al santo, y le abonaron
religiosamente -nunca más propiamente dicho- la soldada; desde 1780,
la correspondiente al grado de teniente general. Para despejar dudas,
en el interior de la iglesia, una imagen del santo viste el fajín
militar. A mayor abundamiento, la iglesia se levanta en la calle del
General Alberto Silveira.
Casi
enfrente de la iglesia se encuentra un pequeño restaurante -Meu
limâo- donde sirven unas espectaculares ensaladas con productos bio.
En una mesa próxima a la que ocupan los viajeros cenan un animado
grupo de chicas. ¿A quien te suena esa rubia?, pregunto al colega. A
nadie. Piensa bien, insisto. Nada. ¿No se parece a Mette Mari, la de
Hakon de Noruega?, trato de refrescarlo la memoria. Es que en ese
nivel me relaciono poco, pero sí se da un aire, admite. En fin,
teniendo en cuenta que el Hola no ha dicho que Mette Mari haya
viajado al Algarve, la viajera sospecha que la princesa heredera
noruega tiene un sosías y esa noche cenaba en Lagos.
La
estancia de los viajeros en el Algarve coincidió con la noche de San
Juan, mágica donde las haya. Así que nos echamos a la calle en
busca de celebraciones peculiares sin que encontráramos otra cosa
que turistas cenando y disfrutando apaciblemente del buen tiempo y
otros bailando en los locales de la parte alta. Ya nos disponíamos a
volver al hotel cuando, junto a la puerta de la muralla, nos topamos
con la fiesta.
Grupos
de danzas de la comarca celebran la llegada del verano y la
elaboración del licor de madroño. La gente baila, canta y aplaude
y los viajeros se unen al jolgorio. Hace rato que ha entrado el 24 de
junio cuando llegan al hotel, con la luna como testigo.
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