A pesar de los muchos encantos concretos de la ciudad y de sus alrededores, la viajera considera que lo mejor en Lisboa es callejear, recorrer sus barrios: la Alfama, el barrio Alto o de la Estrela, la Baixa...
La Alfama es el más antiguo. Una permanente cuesta, unas calles empinadas que acaban o rodean el Castillo de San Jorge, cuajadas de tabernas y pequeñas tiendas o talleres de artesanía, como el "Santiago Alquimista" de la foto. El Castillo fue originariamente residencia real, hasta que en 1511 Manuel I se construyó el palacio de la Plaza del Comercio. La antigua ciudadela fue, sucesivamente, prisión, teatro y depósito de armas. El terremoto de 1755 arruinó las murallas, Salazar mandó restaurar el monumento en 1938 devolviendo al conjunto su aspecto medieval. En el interior hay un museo de marionetas pero lo mejor del Castillo son las espléndidas vistas que ofrece de la ciudad.
La catedral es el monumento más antiguo de Lisboa. Se levantó en 1150 sobre una mezquita anterior que, según las excavaciones que se realizan en el claustro, se asentaba sobre una construcción romana. Los sucesivos terremotos que afectaron a la ciudad en el siglo XIV y, sobre todo, el de 1755 obligaron a otras tantas restauraciones, que se hicieron en el estilo de cada momento a pesar de lo cual el conjunto, con sus dos torres y el magnífico rosetón, tiene un cierto aire románico.
Cerca de la seo se encuentra la iglesia de San Antonio de Padua que, contra lo que podría parecer, no nació en Padua sino aquí, en el lugar que actualmente ocupa la cripta. El papa Juan Pablo II visitó esta iglesia en 1982. El Santo es patrono de la ciudad que celebra sus fiestas en torno al 13 de junio. Los viajeros aún encontraron uno de los monumentos florales que se levantan en el barrio en honor al Santo patrón.
En la ladera de la colina se distingue la cúpula del Panteón, un edificio monumental en el que reposan los restos de las principales figuras históricas lusas.
Los viajeros tenían especial empeño en visitar la Casa de los Bicos, sede actual de la Fundación José Saramago. Es un lugar maravilloso, un edificio levantado junto a la antigua muralla en el que se ha hecho una rehabilitación inteligente y respetuosa. Todo en él remite al escritor portugués pero en la tercera planta hay una librería en la que puede encontrarse cualquier obra del premio Nobel.
En la Baixa los viajeros van de plaza en plaza -la de Figueira, Rossío (o don Pedro IV), de los Restauradores- y de avenida en avenida. Todas ellas están flanqueadas por hermosos y señoriales edificios, tal como soñó Pombal, cuya escultura preside la avenida de la Libertade, en la frontera del barrio.
Resulta obligada la visita al Teatro Nacional y a la Estación del Rossio, un magnífico edificio neomanuelino con dos arcos de herradura. El interior ha sido remodelado en los últimos años convirtiéndose en un moderno intercomunicador. De aquí salen los trenes que llegan a Sintra y Cascaes, por si el viajero quiere acercarse a estas ciudades próximas a Lisboa.
Y, por supuesto, a pesar de ser absolutamente territorio guiri, los viajeros no pueden irse de la ciudad sin haber paseado por las amplias calles del barrio: de la Plata, del Oro y, sobre todo, por la Vía Augusta que nace en el Arco del Triunfo, que conmemora la recuperación de la ciudad tras el terremoto de 1755, y que da paso a la Plaza del Comercio.
El barrio Alto se subdivide en distritos: el Chiado al Este, el de Lapa al Suroeste, y el de la Estrela al Noroeste. El Chiado es zona turística en torno a la Plaza de Camoes y la Rua Garret. Lapa es una zona residencial donde se agrupan embajadas y edificios oficiales. La Estrela guarda varios tesoros, incluido el Palacio de las Cortes o Sao Bento, los más visitados son la iglesia y el parque.
La basílica de la Estrela data del siglo XVIII. La reina María I prometió levantar una una gran basílica si lograba engendrar un heredero para el trono portugués y cumplió su promesa tan pronto como nació su hijo. Las obras comenzaron en 1779 y duraron once años. Cuando se inauguró el enorme edificio -de estilo barroco y neoclásico- el heredero hacía dos años que había muerto. La pobre reina María eligió este lugar para su descanso eterno.
Frente a la iglesia se encuentra el jardín de la Estrela, del siglo XIX. Es un lugar apacible a pesar de su popularidad y de ser el punto encuentro favorito para los vecinos del barrio. Los tranvías 25 y 28 tienen parada frente a la entrada del parque.
El tranvía 25 finaliza su trayecto en el cementerio de Prazeres. Curioso nombre, el de Placeres, para un cementerio, pero tal era el nombre de la finca elegida para acoger el definitivo descanso de muchos lisboetas famosos. Los viajeros recorren las calles de esta ciudad de los muertos una mañana soleada y cálida de junio. Aquí yacen los grandes apellidos de la historia de Portugal junto a personas anónimas. Además del panteón del Marqués de Pombal y sus hijos, o del monumento a la memoria de los Bomberos Municipales, llama la atención de los viajeros la efigie de quien "Vivió y murió republicano, fiel a sus principios toda la vida". A la derecha de la puerta de acceso un monolito recuerda a los muertos durante la dictadura de Salazar. "Cuando la dictadura es un hecho, la revolución es un derecho", reza el memorial. Al lado de éste, un pequeño panteón guarda los restos del Capitán Henrique Galvao. La viajera tiene que rebuscar en su memoria para descubrir que Galvao fue el primero de los secuestradores de naves por motivos políticos cuando en 1961 tomó al asalto el buque Santa María y tuvo al mundo en vilo durante varios días. Aunque hay algunas tumbas monumentales, el cementerio tiene un aire doméstico, como de pequeñas viviendas, chalecitos mínimos en los que residen personajes ilustres. Sobrecoge el cartel de "Abandonado" en alguna de las tumbas. ¿Cabe un abandono mayor? Ajenos al simbolismo y a la realidad del entorno una pareja de gaviotas a hecho nido sobre una de las construcciones funerarias y se aplica en dar de comer a las crías. La vida.
Desde la tapia norte del cementerio se contempla en toda su magnitud el Puente 25 de Abril, el acceso Sur a Lisboa. Curiosamente, quienes atraviesan el puente han de pagar una tarifa para acceder a la ciudad pero el itinerario de salida es gratuito. Cualquiera comprende que ya es bastante pesar abandonar Lisboa...
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