martes, 25 de agosto de 2015

Praga: la princesa Libuse y la Plaza Wenceslao


Hay muchas razones para ir a Praga. Cada viajero tendrá la suya. Incluso podrá incorporar algún motivo nuevo después de haberla conocido. Antes de viajar, me parecía que vale la pena conocer una ciudad que ha sido fundada por una mujer legendaria, la princesa Libuse, y que ha defendido con denuedo su propia organización política, su particular manera de incardinarse en el mundo. Dos puntos de la ciudad representaban para mí esta singularidad: Visehrad y la Plaza de Wenceslao.

Visehrad es un promontorio que se eleva sobre la orilla derecha del Moldava, el lugar donde la princesa Libuse, fundadora de la dinastía Premysl, adivinó el futuro de Praga y donde estuvo la primera residencia real. La existencia Libuse se sitúa en el siglo VIII pero el primer castillo de Visehrad se construyó en el siglo X y fue destruido y reconstruido repetidamente. Del turbulento pasado quedan varios lienzos de muralla y otros restos arqueológicos y leyendas y relatos, a los que los praguenses son muy aficionados.
La princesa Libuse en la Ciudad Vieja
La princesa Libuse es protagonista de algunas de estas leyendas y de una ópera compuesta por Smetana para la inauguración del Teatro Nacional, en 1881. Su efigie puede observarse en alguna de las calles de la ciudad vieja y en el parque de Visehrad, escultura ante la que praguenses y visitantes gustan de fotografiarse.

 

Panorámicas de Praga desde Visehrad
Sobre el promontorio de Visehrad, que es por sí mismo una fortaleza, se extiende un hermoso parque, la iglesia de San Pedro y San Pablo y un cementerio en el que reposan los restos de algunos de los checos más ilustres. Conviene tomarse su tiempo para esta visita porque las vistas de Praga y del Moldava son espectaculares y porque no son pocos los atractivos de este lugar, uno de los pocos de la ciudad en la que los praguenses son mayoría sobre los visitantes.

Tumba de Smetana
La iglesia de San Pedro y San Pablo fue fundada en el siglo XI pero la edificación que puede ver el visitante actual, de estilo neogótico, data de los siglos XIX y XX.
Tumba de Dvorack
Anejo a la iglesia se encuentra el cementerio de Visehrad, creado en 1869. No es el único de Praga pero es aquí donde yacen los restos de Antonin DvorakBedril Smetana y Alfons Mucha, entre otros artistas ilustres. Durante nuestra visita coincidimos con varios grupos de colegiales acompañados de sus maestros que impartían lecciones sobre el terreno. Nos sorprendió la abundancia de flores que cubría la tumba de Milada Horakova, una feminista y jurista que combatió los totalitarismos y que fue condenada a muerte y ejecutada en una de las purgas comunistas de 1950. Otra sorpresa fue encontrarnos con una lápida dedicada a la memoria de Josif Broz, alias del Mariscal Tito, quien durante décadas fuera jefe de Estado de Yugoslavia. Se trata de una coincidencia puesto que Tito descansa en Belgrado.
Iglesia de San Martín
Se accede fácilmente a Visehrad desde el metro, salida al Centro de Congresos, y desde allí siguiendo un paseo bien señalizado. En este itinerario se encuentra la pequeña iglesia románica de San Martín. Del cementerio parte una senda que, pasando por la Puerta de Ladrillo, se dirige a la calle Vratislavova, a orillas del Moldava, donde puede tomarse el tranvía para volver al centro de la ciudad.

Si el corazón de la ciudad se encuentra en la Plaza de la Ciudad Vieja, el corazón de los praguenses, allí donde confluyen y se manifiestan sus sentimientos, está en la Plaza de Wenceslao, en la Ciudad Nueva, o Nove Mesto. El término de ciudad nueva es un concepto relativo, pues fue fundada por Carlos IV en 1348. Se extiende en torno a tres grandes plazas de mercado: la del heno (Senovazne), la de ganado (de Carlos IV) y la de caballos (de Wenceslao). La Ciudad Nueva original fue demolida en el siglo XIX para convertirla en la ciudad que ahora puede recorrerse.
 
Palacio Koruna
Otro término que hay que revisar en Praga es el de plaza. La de Wenceslao, y no es la mas grande de las plazas de la ciudad, es realmente una amplia avenida por la que en algunos tramos circulan coches y tranvías, pero que en su parte central está tomada por cafés, bares y, sobre todo, por paseantes, locales y foráneos. A uno y otro lado de la plaza se alzan magníficos edificios, casi todos con alguna historia interesante.
Situados desde la calle Na Prikope, el primer edificio del ala izquierda es conocido como el palacio Koruna, rematado por un torreón en forma de corona. Un poco más adelante –en el edificio de Assicurazioni Generali- trabajó Franz Kafka entre 1906 y 1907. El Hotel Europa, también en el ala izquierda, es un magnífico ejemplar de art nouveau. Frente a él se alza la casa Wiehl, de estilo neorrenacentista, y algunas figuras también art nouveau.

Atravesando el ala derecha por un pasadizo situado en la primera parte de su trazado se llega enseguida al llamado Jardín Franciscano, que fue huerto de un viejo convento y hoy es un pequeño parque donde parece se puede disfrutar de un rato de paz y sosiego. En una esquina del jardín se levanta una pequeña estatua de un niño bebiendo agua.
Museo Nacional de Praga
En memoria de Jan Palach
Cierra la cabecera de la plaza el edificio del Museo Nacional –en obras en el verano de 2012- construido en 1890 como un símbolo nacional. Ante su escalinata se levanta el monumento a san Wenceslao, patrón de Bohemia, y unos metros delante del grupo escultural una pequeña placa recuerda el nombre de Jan Palach y otras víctimas del comunismo.
Como ya se ha dicho, la plaza de Wenceslao es uno de los lugares favoritos de los praguenses, donde se reúnen para pasear y para manifestarse. En la memoria colectiva de varias generaciones de europeos quedó fijada la imagen de esta plaza cuando el 20 de agosto de 1968 fue invadida por las tropas del Pacto de Varsovia para dar por concluida la llamada Primavera de Praga, el intento de mostrar un socialismo humano y democrático que había iniciado el presidente de la República checoslovaca, Alexander Dubcek.
 

 Las imágenes en blanco y negro tomadas por Josef Koudelka de los tanques soviéticos transitando por la plaza, con la mole del Museo Nacional al fondo, se fijaron en la memoria de millones de jóvenes que acababan de vivir el mayo de París y aún creían posible un comunismo de rostro humano. Me encuentro entre aquellos jóvenes que vivieron como un asunto personal la frustración de los praguenses, de ahí que me sienta anegada por la emoción de recorrer una y otra vez este tramo tantas veces visitado con la imaginación. Para mí, esa emoción justificaría por sí sola el viaje a Praga y por eso vuelvo día tras día, como una praguense que recuperara este espacio de libertad.

Hay muchos otros lugares que visitar antes de abandonar la ciudad: museos,  iglesias, edificios, parques. Si se tiene oportunidad, es aconsejable acudir a alguna sesión de ópera que se representa en los teatros locales. Tampoco conviene perderse una representación del teatro negro, que toma el nombre de la ciudad. O acudir a cualquier concierto que se ofrecen las muchas iglesias de Praga. La acústica de la iglesia de San Nicolás de la Plaza de la Ciudad Vieja transporta al oyente a un mundo irreal.

Mercado de la calle Havelska

¿Qué comprar en Praga? En joyería son famosos los granates, engarzados en plata o en oro. Igualmente famosa es su artesanía en cristal de Bohemia o sus marionetas, que alcanzan una belleza extraordinaria. La ciudad entera ofrece multitud de tiendas donde adquirir cualquiera de estos artículos con total garantía. También en los mercados. En el camino entre la Plaza de la Ciudad Vieja y la de Wenceslao, en la calle Havelska, hay un mercado donde se venden muñecas y marionetas y recuerdos no caros pero también frutas y verduras.
Casa danzante junto al Moldava
 



Con todo, creo que la mejor opción en Praga es perderse por sus calles, pasear tanto tiempo como se pueda, descubrir sus magníficos edificios, sus inscripciones, su colorido, sentarse en alguno de sus cafés y bares a saborear sus riquísimas cervezas. Y, en la medida que sea posible, hablar con los praguenses. Ciudadanos de un país que ha sufrido mil embates, que en un siglo ha pasado de ser una ciudad del Imperio Austro-Húngaro, capital de la República de Checoslovaquia, de la República Federal Checa y Eslovaca a capital de la República Checa, tras la segregación de Eslovaquia en 1992.
El metrónomo de Praga

Son ellos, los praguenses, los que en 1962 volaron el enorme monumento levantado en honor de Stalin en una colina, al final de la calle Parizska, y en su lugar colocaron un metrónomo, que sigue funcionando. Cuentan los praguenses que se eligió un metrónomo porque en este lugar, con el Moldava a la vista y Praga a sus pies, Mozart exclamó: “Me gusta esta ciudad, tiene ritmo”.

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