domingo, 28 de agosto de 2011

Escucha, nena

Eso le dijo: Escucha, nena, no hay montaña tan alta ni valle tan profundo ni río tan ancho, nena, si tú me necesitas, llámame y yo llegaré rápidamente. No tienes de qué preocuparte.

A ella las palabras le sonaron a música celestial. Acababa de salir del colegio. Siete años interna. De primero a preu, con las monjas. A música celestial era a lo que más acostumbrada estaba, pues.

Había aprobado, se había matriculado en la facultad de Filología y se había ido de vacaciones. Con la familia, naturalmente. Algún día podría ir sola de vacaciones, algún día, pero no aún. Era el verano de 1966.

En la playa sí estaba sola. Había bajado pronto con la esperanza de encontrarse con el chico que había conocido ayer. Era inglés y estaba de vacaciones con dos amigos.

Sus padres bajarían más tarde, su hermano dormía la juerga nocturna. Ella oía la radio. Sonaba una canción en inglés. Ike & Tina Turner. Le gustaba, aún sin entender lo que cantaban. Ella era de francés. Había sacado matrícula en lengua francesa y pensaba terminar la carrera en la Sorbona. Los dos años de comunes en la Complutense y, luego, a París. Lo tenía medio negociado con su padre, faltaba convencer a la madre.

Escucha, nena, no hay montaña tan alta ni valle tan profundo ni río tan ancho… le dijo el chico al llegar. No sabía si sonreírle o fingir que dormía. Le sonrió un poco, solo un poco.

Recuerda el día en que libremente te dije: siempre podrás contar conmigo. Desde ese día hice un voto: estaré ahí cuando me necesites de alguna manera, de alguna forma, insistió él.

Le pareció que iba demasiado rápido y, además, no recordaba que ayer le hubiera hablado de contar con él. Le sonrió, ahora abiertamente.

- Es la canción que estás escuchando, le aclaró él, “River deep, mountain high”.
Han pasado 45 veranos.

Ella ha bajado a la misma playa. Sola. Con sus armatostes dentro del capazo. Las cremas de protección +50, el ebook para leer, el iphone para oir música. Ha seleccionado, una vez más, su lista de favoritos, se ha puesto los auriculares y se ha dejado caer en la tumbona.

No quiere pensar en el trabajo que le espera a la vuelta. No quiere saber dónde están sus hijos en este momento, no quiere compromisos. Esta semana se la ha reservado para sí misma. Se lo ha ganado. Se ha ganado el derecho a elegir.
Acaso no sabes que no hay montaña tan alta, ni valle tan profundo, ni río tan ancho, que me mantenga lejos de ti, tararea al ritmo de Tina Turner.

martes, 23 de agosto de 2011

Codex Calistinus


Siento mucho poner en evidencia a Larisa, que desde hace semanas viene haciendo alarde de poseer el Códice Calixtino. Lo siento porque es persona muy justa de palabra pero dejo aquí muestra de que el susodicho libro está en otro lugar.
Acabo de fotografiarlo en Laredo en rigurosa exclusiva.

domingo, 21 de agosto de 2011

Revival agosteño

Agosto es un mes peculiar en Madrid.  Habitualmente, durante unas semanas la ciudad pierde la mitad de su población y dos terceras partes de su parque móvil. En consecuencia, las calles ofrecen un tráfico fluido y las aceras y vías peatonales, grandes claros por los que pasear cómodamente.

Lo de este año ha sido el acabose. Quienes no hemos podido escapar de la ciudad hemos sufrido un duro castigo. Miríadas de jóvenes han tomado calles, plazas y, muy especialmente, andenes y trenes del metro, en un movimiento constante como si se tratara de atunes, que se ven obligados a nadar sin descanso para mantenerse vivos.

Ha sido una semana extraña en la que, muy a nuestro pesar (al mío, al menos) nos hemos visto inmersos en una especie de revival agosteño. Una vuelta a un pasado remoto que creíamos olvidado y superado.

El clero y sus fieles han ocupado el centro de la ciudad, los principales medios de transporte público, las fuentes, los grandes almacenes y todos los macdonalds.

El papa ha dictado al gobierno cómo tiene que ser el programa docente sin que el gobierno reclame, en contrapartida, su derecho a dictar cómo tiene que decir el clero la misa.

El gobierno ha pedido ayuda al clero para reconvertir el Valle de los Caídos y para reclamar su apoyo en el fin de ETA, sin que a nadie -ni al gobierno ni al clero- se le caiga la cara de vergüenza. Al primero por mendigar derechos y al segundo por sus complicidades criminales.

El gobierno ha ofrecido un menú de amenes suficientes para indigestar al estómago mas acostumbrado.

La ciudad tomada por seguidores de una religión. Las autoridades civiles arrodilladas ante el poder religioso. Miles de jóvenes alucinados antes un líder, repitiendo mantras acríticos. Otros jóvenes apaleados e insultados por defender la aconfesionalidad del Estado reconocida en la Constitución.

El sábado el programa papal tomó la plaza de Cibeles y sus aledaños durante horas. Igualito, igualito que en los años 60 cuando ocupaba la Castellana el padre Peyton para rezar el rosario en familia, bajo el eslogan de “familia que reza unida permanece unida. Y, como entonces, allí estaba una nutrida representación de las familias más distinguidas del régimen. De cualquier régimen.
El centro de Madrid ha sido clausurado al tráfico rodado para permitir el paso a los miles de visitantes. El centro de Madrid ha quedado repetidamente convertido en un basural porque la organización no contempló que los seguidores papales también manchan como cualquier mortal, especialmente si deben estar horas y horas apalancados bajo un sol de justicia.

El sabado se anuncian temperaturas aún más altas así que optamos por acercarnos a la sierra en busca de un poco de fresco. Miramos en la web y optamos por el monasterio del Paular y Rascafría y sus piscinas naturales, paraje conocido como las Presillas

En el camino, confundimos el lugar y acabamos en un claro del río Lozoya. El lugar está fresco, el agua baja rumorosa, en la pequeña poza brujulean peces, tratamos de dilucidar si son o no truchas. Se está tan bien, lejos del mundanal ruido, que nos sentamos en una piedra de la orilla y metemos los pies en el río, entre pequeños pececillos y aclaraaguas.
- Hace más de cuarenta años que no hacía una cosa así, recuerdo. Es como volver atrás en el tiempo.  

Finalmente, llegamos a las Presillas. El lugar es hermoso pero no en las condiciones en que lo hallamos. Cientos y cientos de personas han tomado las orillas como si se tratara de una playa. Tumbonas, neveras, pequeñas tiendas de camping, balones, raquetas, mesas con familias jugando a las cartas…

De esto, hace por lo menos cincuenta años, cuando pasábamos los domingos de verano junto al río. Toda la familia, abuela, padres, tíos, hijos, sobrinos, primos, amigos. Una tropa. Con suerte, alguien con coche trasladaba los trastos y a los mayores pero a la gente menuda nos tocaba ir a pie. Y allí, jugábamos a la pelota, corríamos, comíamos sobre el suelo o en las mesas plegables, las mismas que luego utilizaban los mayores para echar una partida de cartas mientras los pequeños esperábamos que pasara el tiempo de la digestión para volver al agua.

Para entrar en las Presillas habría que pedir permiso. El bar está tomado por quienes pretenden refrescar la garganta. No falta el inevitable chulito de playa que se pasea galleando, tripudo y con el calzón mínimo. En una mesa, un grupo de jóvenes bromea. ¿Estudias o trabajas?, dice uno.

-  Pero ¿siguen existiendo estas cosas?, me pregunto.
Parece que sí. Al menos en estos días.

jueves, 18 de agosto de 2011

75 años


Se cumplen 75 años de la muerte de Federico García Lorca.

Tres cuartos de siglo han transcurrido desde su muerte alevosa y los españoles  no hemos logrado siquiera que quienes lo mataron admitan que fue un asesinato. Menos aún que se arrepientan de ello. Media España queriendo acabar con la otra media. Machado frente a Machado. Hermanos frente a hermanos. Cadáveres enterrados en zanjas que se resisten a ser abiertas.

Asesinos y herederos de los asesinos imponiendo normas. Heridas seculares que aún sangran.

Si los jóvenes católicos se enfrentan a quien reclama una sociedad laica, si un policía cree que puede seguir diciendo te pego una hostia a un manifestante (da igual si es periodista, pero en este caso lo era) y no pasa nada, si un papa puede seguir imponiendo la agenda política, es que estamos avanzando muy poco.

Da un poco de repelús pensarlo. 75 años se cumplen. No es un día para el optimismo.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Pijillos del mundo unidos


Todo se acaba, también las vacaciones. Al contrario que otros años, cuando la ciudad se nos aparecía desierta, en esta ocasión Madrid nos espera lleno a rebosar. Es la visita del papa, advierten los informativos.

Ayer no se podía dar un paso por el centro de Madrid sin toparse con miriadas de adolescentes con pinta de cristopijos, acompañados de monjas desafiando al calor con sus hábitos preconciliares y a curas de aspecto dinámico.
Nada que objetar por mi parte, cada cual es dueño de escoger su disfrute y, si le place, su penar. Lo del hábito - con el termómetro coqueteando con los 40º- era para nota.
Hoy, los pijillos del mundo unidos se han expandido por el transporte público. Desde primerísima hora el metro está lleno a rebosar. Entran en los vagones por cientos, no miran, están de fiesta. Vocean de un extremo a otro. Saltan, se jalean. Están a gusto, parece. Me dan ganas de recordarles que el metro, que a ellos no les cuesta, no es gratis, lo pago yo y otros como yo, pero me callo y apelo a mi espíritu tolerante: son jóvenes, me digo. Son jóvenes, en efecto, y pertenecen a una especie bien conocida: derrochan salud, ropa de buen corte y de marca, parecen ultrafelices.
En la calle se han cruzado dos grupos numerosos. De un lado, varias decenas de italianos vocingleros. De otro, un grupo de aspecto oriental. ¿De dónde sois?, preguntan en inglés los italianos. De Hong Kong, responden aquéllos. Y, acto seguido, jalean: Hong-Kong, Hong-Kong. Responden los italianos: Italia, Italia. Esta mañana he visto algo parecido, esta vez Venezuela, la, la frente a Panama, a, a.
En un andén del metro, un grupo de jovencitas de rasgos asiáticos ejecuta una danza acompañándose de sus abanicos. Cientos de voces aúllan en el anden de enfrente. Cerca de donde espero al tren un grupo entona una canción que me resulta vagamente familiar. Tardo en identificar el "tantum ergo", al que ellos imprimen un aire de marcha. Una mujer, que ya no cumple los 50, introduce una canción que no me suena en absoluto pero que todos conocen y cantan. Cuando terminan, algunos levantan las palmas de las manos en un gesto vagamente fascista. Seguro que para ellos no tiene el mismo significado, pero no puedo evitar un cierto escalofrío. Van sobrados, estos chicos.
Suyo es el mundo. Se saben poderosos y lo serán, sin duda. Están llamados a dirigir las empresas, la economía, la política, el mundo. Para eso sirven las iglesias: para incubar los huevos del poder. Algunos de estos muchachos que hoy se pasean por Madrid seguirán quizá vinculados a la iglesia, otros se alejarán pero, no importa, han aprendido los mecanismos que mueven el sistema. Esa es la lección que se desprende también de actos como el que ahora se celebra en Madrid. Miradme bien, mirad lo que puedo hacer, dice la jerarquía a quien quiera entender.

Y hay quien entiende el mensaje, seguro.
Por si acaso, hoy la policía no se ha atrevido a desalojar de la Puerta del Sol a los cristopijos cuando pasaba por el lugar la manifestación autorizada a los ciudadanos defensores del estado laico. Manifestación autorizada, insisto. Estado laico, repito.

Pues esos son los manifestantes que han cobrado: los laicos.
La delegada del Gobierno de Madrid es una de las que entienden el mensaje. Está haciendo méritos para ministra de Interior. Cuando el PP llegue al poder. Ahora sólo falta que Zapatero le imponga la medalla al mérito civil.