miércoles, 31 de mayo de 2017

Adios, muchachos

Acabo de echar cuentas y, entre unas cosas y otras, llevo casi una década dándole a la tecla en el mundo blog. Cuando abrí este que estás leyendo tenía 63 años y, en un derroche de imaginación, se me ocurrió el título que abre la página. Pero el tiempo pasa inexorablemente también para las blogueras y he llegado a un punto en que no puedo honestamente seguir alimentando unas entradas que empiezan mintiendo. Estoy a punto de no poder contar los sesenta porque ya se me ha acabado la década. O el decenio, que no estoy segura de lo que se acaba. El hecho es que voy a cumplir 70. 

Ha sido una buena década, las décadas pares son las mejores para las mujeres. Empecé siendo una persona activa y la acabo jubilada. Un quinquenio de jubilación, tengo que mirar si la Seguridad Social me lo computa en la pensión. Una década en la que todo ha fluido con normalidad, las herederas son irremediablemente adultas y la nieta es una adolescente florida, como debe ser. Así que año nuevo, vida nueva. O por mejor decir, década nueva, blog nuevo. En consecuencia, con este post echo el candado a Contando los sesenta. Lo cual no quiere decir que vaya a dejar de escribir. Quia.  

Para estrenar el año y la década he decidido hacerme dos regalos. Uno es una página web para mí solita. Con mi dominio, mi hosting y mi canesú. El otro es un libro. Sí, señora, señor, señorita o señorito. Durante este año que he tenido medio abandonado el blog me he dedicado en cuerpo y alma a investigar sobre la vida y milagros de una mujer maltratada por su familia y por la historia. El resultado es un libro que acaba de ver la luz y del que os hablo ya en la nueva página, que la encontráis aquí.

Quiero agradeceros vuestra compañía, la santa paciencia para leer los casi setecientos post que he ido subiendo a lo largo de estos años, vuestros comentarios, vuestra amistad y los muchos buenos ratos que hemos pasado. Como he repetido tantas veces, estoy convencida de que las redes sociales se han inventado para poner en contacto a personas estupendas que de otro modo nunca hubieran llegado a conocerse. Solo por eso valdrían la pena. 

Como espero que sigamos en contacto esto no es una despedida sino un nos vemos en otro sitio. Allí os espero, con las mechas puestas, feminista perdida y dispuesta a contar lo que veo desde la altura de los setenta años. 

domingo, 7 de mayo de 2017

La machirulada de APR


Manuel Vicent solía -no sé si suele- escribir cada año un artículo antitaurino. Independientemente de la sinceridad de su posición, era su manera de empezar la temporada sabiendo que todo el mundo iba a hablar de su artículo. Estoy convencida de que Arturo Pérez Reverte (APR) hace lo mismo. De vez en cuando, si le parece que decae el interés de los medios sobre su excelsitud, escribe una machirulada para llamar la atención. Eh, mundo, miradme, que sigo en plenas facultades. El mundo le mira. Unos le ríen las gracias. Eso es un hombre con un par, dicen. Otras se sublevan. Siglos ya luchando por la igualdad y que salgan nícalos como éste... A mí antes me indignaba el tipo, ahora me produce una cierta ternura. Estos machomanes cuando alcanzan una edad pierden fiereza y dan un poco de risa. 

La última vomitona se publica esta semana en la revista XLSemanal que se distribuye con algunos periódicos. La cosa va de una cena de chicos en Casa Lucio, que estos no van a cualquier sitio. Estando allí hablando de sus cosas descubren que en el local está también una actriz, la pelirroja de Mad Men, de nombre Cristina Hendricks, a la que ellos conocen como "la pelirroja de las tetas grandes", acompañada de su marido. Su ojo experto les dice que el mozo "no tiene ni media hostia". Por si las moscas. 

La hazaña consiste en que uno consiga hacerse una foto con la susodicha, lo echan a suertes y le toca a Manuel Jabois, que, según parece, es su sex symbol, su "semental de concurso". Pero la chica pasa muy mucho del chico sexy y -supongo- de su cuadrilla. El marido "pone mala cara y dice que de fotos, nada". Jabois vuelve con los suyos, "humillado". Miran otra vez al marido y confirman que sigue sin tener "media hostia". "Deberíamos romperle el morro", propone Pérez Reverte (¿Qué menos?). Llegado el momento de las copas, uno de los cuadrilleros pide Fra Angélico y APR, la voz de la sabiduría, comenta: "Bebida de puticlub". (No me extraña que el pollo sea experto en puticlubs porque no sé yo si habrá muchas mujeres dispuestas a darle palique gratis y en frío, pero eso es otro capítulo).

Total, que salen del local y se encuentran a la actriz haciéndose foto "con todos los que pasan por allí", lo cual les reafirma en su convicción de que "el marido no tiene media hostia". No aclara si en ese momento, antes o después, se comprometen a que cada cual habrá de dar su versión de los hechos por escrito pero pasa el tiempo y solo el machomán de APR se atreve. Quizá porque es el mayor "y aún respetamos esas cosas entre nosotros". 

La cosa -porque artículo no sé si es- termina con la cuadrilla alejándose en la noche. Cualquier periodista sabe que escribir un artículo semanal y que te salga siempre sublime es harto complicado. A veces sale y, cuando no, el periodista se alivia como puede porque hay que ganarse las alubias. Seguramente es lo que le ocurre al bueno de APR, cada vez con más frecuencia, dicho sea con el afecto que el chico se merece.

Pero, nada más que por especular, me pregunto qué pasaría si una periodista -una, insisto- se pusiera a la tecla y empezara su artículo, columna o cosa escribiendo sobre Arturo Pérez Reverte: El calvo del pito pequeño. No quiero ni pensarlo. 

lunes, 6 de marzo de 2017

El 8 de Marzo voy a hacer huelga revolucionaria

El 8 de marzo se celebra cada año el Día Internacional de la mujer. La conmemoración no es de ahora. Arranca el 8 de marzo de 1857, cuando un grupo de trabajadoras textiles salió a manifestarse por las calles de Nueva York en protesta por las miserables condiciones de su trabajo. Unos años después, el 5 de marzo de 1908, la misma ciudad de Nueva York vivió con sorpresa la huelga de un grupo no muy numeroso de mujeres que reclamaban igualdad salarial y una reducción de jornada laboral a diez horas para poder amamantar a sus hijos. Durante esa huelga se produjo un incendio en la fábrica Sirtwoot Cotton en el que murieron más de cien mujeres. Todo apunta a que el fuego fue provocado por el propietario del negocio como respuesta a las reivindicaciones de las trabajadoras. Dos años después, en Copenhage la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras declaraba el 
8 de marzo como Día de la Mujer Trabajadora. De ahí venimos.


Este año de 2017 a las reivindicaciones históricas: igualdad salarial a igual trabajo, reparto de tareas en el ámbito doméstico, reparto de las tareas del cuidado, igualdad de derechos, etc, se añade una protesta contra la violencia machista. Por si alguien no se ha enterado a estas alturas, nos están matando a pares. Cada día, cada hora, cada minuto, en algún lugar del mundo y también de España, aquí al lado, hay un hombre que se cree con derecho a decidir sobre la vida de una mujer. Y como se cree con derecho, la mata. Nos matan. Una violencia insoportable que, sin embargo, parece que no le importa a nadie, que a nadie mueve a tomar medidas adecuadas, antes al contrario, se recortan presupuestos de apoyo a las mujeres maltratadas. 


El movimiento feminista ha convocado una jornada de huelga este 8 de marzo. Dice la RAE que huelga es la "interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. ¿Cómo hacer huelga una jubilada? Para eso está también la RAE, que especifica seguidamente que la huelga revolucionaria es aquella "que responde a propósitos de subversión política, más que a reivindicaciones de carácter económico y social. 


Voy a hacer una huelga revolucionaria. No testimonial, efectiva. No voy a hacer ninguna de las tareas que tengo asignadas, distribuidas de común acuerdo y a partes iguales con el colega. En consecuencia, no voy a hacer la comida, ni la compra, ni voy a planchar. Tampoco voy a comprar nada en esas empresas que cosifican a la mujer en su publicidad. No voy a hacer nada, ya lo he dicho. ¿Por qué? Por mi nieta, que aún no está en condiciones de hacer huelga. Porque es nuestra obligación dejar a nuestras hijas y nietas un mundo más acogedor. 


Porque quiero que ella pueda elegir lo que quiera ser: pintora o fontanera, ingeniera industrial o maquinista, maestra o informática, diseñadora, delineante, bombera, lo que quiera. Que pueda decidirlo libremente, sin condicionantes de ningún tipo. Que pueda acceder al estudio y al trabajo en las mismas condiciones que lo harán sus compañeros varones, que gane igual, que trabaje igual, que ascienda igual, que sea considerada igual que cualquiera de ellos. Y que cuando vuelva a su casa, si elige compartir la vida con alguien, ese alguien sepa que tiene las mismas obligaciones, las mismas tareas, las mismas responsabilidades y el mismo derecho al descanso que mi nieta. Ni una más pero ni una menos. Y que sepa, sobre todo, que mi nieta es una ciudadana con plenos derechos, esto es, que puede elegir con quien vivir y con quien no quiere vivir. Libremente, sin temores. 

Quiero que mi nieta viaje donde quiera, que salga cuando quiera y vuelva cuando le parezca bien. Sin miedos. Sin miedo. Que si sale por la noche y vuelve sola a casa y oye pasos cerca, sea el servicio municipal de la limpieza y no un acosador. Quiero que pueda vestirse como le parezca sin tener que dar explicaciones a nadie. Quiero, en suma, que sea una mujer, una persona libre. Quiero mirarle a ella y a su futuro con la misma tranquilidad que lo haría si fuera chico en vez de la espléndida adolescente que es ya. 


Por eso, y por algunas razones más, voy a hacer huelga este 8 de marzo. Una huelga revolucionaria. Porque a las mujeres solo nos salva ya una revolución.       

martes, 21 de febrero de 2017

De las jóvenes sabias a las mujeres bobas


El afán de saber, la curiosidad es inherente a la condición humana, es lo que ha empujado a la humanidad a avanzar. Sin distinción de razas, sexos o edades. Bien es verdad que luego, durante siglos, el saber, el conjunto de conocimientos, ha sido administrado por hombres -masculino, plural- de manera un tanto cicatera, como si la sabiduría, la ciencia y la técnica les pertenecieran. Hasta tal punto, que durante siglos se ha mantenido en Europa un largo debate filosófico, político y literario sobre si la "inferioridad natural" de las mujeres les permite aprender conceptos abstractos o éste es un arte reservado a la "superioridad natural" de los hombres. Es lo que se conoce como "la querella de las mujeres".

Simultáneamente, también desde tiempo inmemorial, las mujeres han demostrado un deseo de saber, de conocer, por encima de cualquier obstáculo. Los ejemplos son casi infinitos pero me voy a ceñir a un grupo de jóvenes que a finales del siglo XV se reunieron en la corte de Isabel la Católica, mujer virtuosa pero bastante inculta porque nadie se había preocupado de su formación. Consciente de sus carencias, Isabel llamó a Beatriz Galindo, mujer sabia conocida como La Latina, para que fuera su maestra y con ella aprendió latín, lo que le permitió conversar con los embajadores al mismo nivel que su marido, el rey Fernando, que sí era un hombre culto. Y se preocupó muy mucho de que sus hijas -Isabel, Juana, María y Catalina- tuvieran una formación igual al menos que la de su hijo Juan. De hecho, las cuatro destacaron por su cultura en las cortes donde fueron soberanas. 

Ese grupo de jóvenes es conocido como las Puellae doctae, las Jóvenes sabias, un ramillete de mujeres admirables entre las que se encuentran las dos primeras docentes universitarias: Francisca de Nebrija, que sucedió a su padre, Antonio de Nebrija, en la Universidad de Alcalá de Henares, y Lucía de Medrano, que enseñó en la de Salamanca. Francisca, además, colaboró con su padre en la redacción de Gramática, que a él le ha valido pasar a la posteridad. A este grupo pertenece también Isabel de Vergara, doctísima en letras latinas y griegas, traductora al castellano de los escritos de Erasmo de Rotterdam.

Y destaca, de manera especial, Teresa de Cartagena. Religiosa y escritora, descendiente de conversos. Profesó en el monasterio franciscano de Santa Clara de Burgos y luego en el de las Huelgas, donde se le declaró una sordera total. Superando sus dificultades, la sordera inspiró su libro La arboleda de los enfermos, donde trata sobre los beneficios espirituales del sufrimiento, que le valió ser considerada la primera escritora mística en español. Tan bueno debía ser el libro que los entendidos de la época consideraban que no podía haber sido escrito por una mujer, lo que le empujó a escribir Admiraçion Operum Dei, donde defiende el derecho de las mujeres a escribir, que es tenido como el primer texto feminista de una mujer española. 

No son las únicas pero son las más -aunque poco- conocidas. Todas tuvieron que luchar contra corriente. Juana de Contreras se enfrentó a su maestro Lucio Marineo Sículo -el intelectual orgánico del momento-, que le aconsejaba dejarse de ambiciones, adaptación humanista del "vete a fregar a tu casa". 

Desde entonces han transcurrido seis siglos. Seiscientos años durante los cuales las mujeres hemos seguido insistiendo en reivindicar la igualdad entre mujeres y hombres. Esto es: que nadie es sabio ni bobo por naturaleza sino que ignorancia y sabiduría son dones al alcance de cualquiera. Bien es cierto que no todo el que lo desea puede conseguir el conocimiento. La familia en la que se nace, el poder adquisitivo, el lugar donde se vive, condicionan el acceso al saber pero, superadas esas limitaciones, especialmente si se ha nacido en una familia privilegiada, se necesita una cierta tenacidad para ser ignorante.

Estos días hablamos de las mujeres que se atrincheran en la ignorancia para excusarse de culpa. Mujeres que han gozado de privilegios reservados solo a las élites, que han ido a la universidad, que se han licenciado, que han viajado, que tienen acceso a las tecnologías avanzadas, alegan ignorancia supina ante la justicia. Mire, señoría, vienen a decir, no me exija demasiado que no doy para más, ¿no se ha dado cuenta de que soy mujer? Y sus señorías, por lo común, las miran como Lucio Marineo Sículo debía mirar a las Jóvenes sabias, y ven unas mujeres atractivas, sin más ambición. Y las comprenden. No hay más que ver que la infanta Cristina, que firmó cuanto su santo esposo la puso por delante, sin molestarse en leer lo que firmaba, ha salido absuelta. No sé si en este caso puede atribuirse lo de falta de ambición, pero a ella le ha valido.

En la segunda década del siglo XXI, ser mujer instruida en España es una obligación, no una opción, ni siquiera un mérito. La enseñanza es obligatoria hasta los 16 años. Así que se necesita un cierto empecinamiento para ser ignorante. Y mucha mala fe para declararse como tal mientras se disfruta de los privilegios de la clase acomodada. Es más, hay que ser muy traidora a tu condición de mujer para olvidar el esfuerzo de tantas generaciones para que nos sean reconocidos los derechos de ciudadanía. Traidora, incluso, a tantos millones de hombres y mujeres que ahora mismo en otros lugares del planeta luchan por poder ir a la escuela.

Ser ignorante a tiempo parcial o a plena dedicación, como en los casos recientes de mujeres al borde del banquillo, es una traición y un delito de lesa humanidad. O de lesa majestad. 

lunes, 9 de enero de 2017

Mario Soares descansa en Prazeres

España tiene por costumbre ignorar lo que ocurre en Portugal, el país vecino y, por tantas razones, hermano. La muerte de Mario Soares, que fue presidente de la República y uno de los líderes del socialismo cuando el socialismo y los socialistas eran respetables y respetados en Europa y en el mundo, ha vuelto a dar ocasión para demostrar esta ignorancia. Que la prensa hable de Soares como el líder de la transición portuguesa es un exponente de este desconocimiento y de la indocumentación general de la prensa hispana pues es sabido que en Portugal no hubo transición sino ruptura: el hasta aquí hemos llegado que supuso la revolución del 25 de Abril. Quienes peinamos canas nos hemos pasado media vida diferenciando entre un concepto y otro para que ahora vengan ABC y la criatura de P.J. a hacer tabla rasa. 

Con Mario Soares muere un político de vocación que ejerció sus responsabilidades políticas cuando hacerlo comportaba más riesgos y sinsabores que ventajas. Lo hizo con sensatez y prudencia y a él se debe en buena medida que la Revolución de los Claveles no se desmadrara, lo que le valió la enemistad de los comunistas, que lideraban la asonada, y el desprecio de Álvaro Cunhal, su líder histórico. Portugal se ha echado a la calle para despedir a quien fue su presidente y a acompañarlo hasta su morada definitiva en el cementerio de Prazeres. 
Este cementerio municipal lisboeta está considerado un museo al aire libre. Situado en el barrio de la Estrela, desde sus tapias se divisa el puente 25 de Abril, que une las dos orillas del Tajo poco antes de su desembocadura. Prazeres es un lugar acogedor, donde anidan las gaviotas, en cuyas calles se alzan grandes panteones o sencillas tumbas, todo con un aire familiar, como de andar por casa. 
Hay aquí sentidos monumentos: a los bomberos de la ciudad, a la nieta muerta a los seis años, el republicano que murió fiel a los principios de toda su vida...
Hay tumbas abandonadas, que hablan de olvido y desaparición. Y otras con sus cortinas, o sus azulejos pintados, tan portugueses, como invitando a la visita. 
A la viajera le llamaron la atención dos tumbas de manera especial: aquella que recuerda a quienes cayeron durante la dictadura ("Cuando la dictadura es un hecho, la revolución es un derecho") y la que guarda los restos de Henrique Galvao, el capitán inductor de la "Operación Dulcinea", que consistía en secuestrar un barco portugués en pleno océano Atlántico. Ocurría en 1961 y fue el primer secuestro del que la viajera guarda memoria. Unos gatos que merodean por el lugar vienen a poner la nota doméstica entre tanta épica.

El cementerio de Prazeres es un lugar grandioso y sencillo, el lógico destino final de un hombre como Mario Soares, que acertó a ordenar la ruptura democrática de Portugal. Que la tierra le sea leve.