miércoles, 22 de julio de 2015

El Conde Fernán González y las Tierras de Lara

España es, con Italia, uno de los países europeos con mayor patrimonio histórico-artístico. Raro es el pueblo que no atesore un monumento como testigo de un instante de grandeza más o menos lejano. Otra cosa es el estado de esos monumentos, muchos de ellos en franca ruina o amenazando caerse.

Lo que llamamos monasterio de San Pedro de Arlanza son apenas unos restos que se mantienen en pie de milagro tras décadas de expolio público y privado. La cuna de Castilla es hoy un cascarón de piedra vacío, cuatro piezas de un puzzle que se reparten, que se sepa, el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo de Arte de Cataluña, el Museo Arqueológico Nacional, la catedral de Burgos y la Colegiata de Covarrubias.

Sólo la torre -del siglo XII- se mantiene en pie con la dignidad de quien ha sido testigo de grandes glorias. A la sombra de esa torre, el Grupo de Teatro Tierra de Lara ha escenificado los hechos -mitad históricos, mitad legendarios- que explican la existencia del propio monasterio de San Pedro de Arlanza y del Condado de Castilla.


El grupo teatral está vinculado a la Asociación para el Desarrollo de Tierra de Lara, empeñada en que no se apague el hálito de vida que aún queda en la comarca. Una zona al este de la provincia de Burgos, entre la Sierra de la Demanda y la de las Mamblas, entre los Ausines y San Millán de Lara, los Jaramillos -Quemado y de la Fuente-, Cascajares y Hortigüela, a cuyo municipio pertenece el viejo monasterio.

Fernán González, Conde de Castilla, vivió entre los años 910 y 960, luchó contra Abderramán III, contribuyó a repoblar la meseta y mantuvo unas relaciones complicadas con los reyes de León. Los castellanos lo tuvieron por su héroe y, dos siglos después de su muerte, un autor anónimo, probablemente algún monje del monasterio por él fundado, narró sus hazañas en un poema donde se mezclan historia y leyenda, más ésta que aquella, a mayor gloria del buen conde. 

A partir de este poema, Lope de Vega dramatizaría la leyenda. Ésta obra en verso es la que el Grupo de Teatro Tierra de Lara representaba junto a las piedras de San Pedro de Arlanza los días 17 y 18 de julio, bajo la dirección de Ernesto Pérez Calvo, párroco de los Ausines, alma de los varios grupos teatrales de la provincia.

El montaje de Pérez Calvo incorpora algunos momentos musicales -a cargo del Grupo de Danzas Tierra de Lara- e introduce dos figuras que no aparecen en la obra de Lope, la Historia y la Leyenda, que pugnan sobre el escenario para dar su visión de los hechos: todo un hallazgo dramático. El resultado es una obra interesante, amena, incluso divertida, con un nivel general muy, pero que muy aceptable pese al amateurismo evidente de los actores.

Mientras se desarrolla la acción, bajo un cielo estrellado que ni encargado a propósito, una noche suave -que requiere de la inevitable rebequita-, un público variopinto que acude en grupo provisto de bocadillos, pienso en quienes están detrás de la obra, del grupo de teatro, de la asociación.

Ninguno de los más de treinta actores son profesionales, son vecinos de la comarca o de Burgos pero vinculados a la Tierra de Lara, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, que dedican a los ensayos el tiempo libre que los demás dedicamos al ocio, a la atención familiar, o a las aficiones particulares. Mujeres y hombres que contemplan el abandono de los pueblos en invierno, la ruina paulatina de casas a las que ya no vuelve nadie, la dificultad de las comunicaciones -internet llega tarde y mal a los pueblos-, el descuido de sus monumentos -el propio monasterio de San Pedro de Arlanza estuvo en un tris de ser anegado por las aguas de un pantano non nato-, la falta de perspectivas profesionales, el olvido institucional. Hombres y mujeres que no se rinden al desaliento.

Al término de la representación el público aplaudió con entusiasmo a los actores, a la organización, a los voluntarios que habían ordenado el traslado de los espectadores en autobuses desde Hortigüela y desde Covarrubias al monasterio. Aplauso merecido y justo donde los haya.

Y todo esto, ¿para qué? Para advertir del riesgo que corren nuestros monumentos si no se les presta atención. Para pedir que no sean olvidados, que se les dé a conocer, que se les procure algún uso; para, como advertía Jesús Medina, el presidente del Grupo de Teatro Tierra de Lara, evitar su desaparición, su ruina total.

Lara es una tierra que también está en ruinas, afirmaba Pérez Calvo ante un auditorio embrujado por la belleza del entorno y la emoción del instante. Es posible que esté en lo cierto pero en esos momentos, a la sombra de las viejas y maltrechas piedras, con la silueta de San Pelayo allá arriba, la estela de la Vía Láctea sobre nuestras cabezas y las estrellas que quieren asomarse al espectáculo parece lo suficientemente viva como para convertir esta iniciativa en una cita obligada en el verano burgalés. Ojalá que lo consiga.

sábado, 11 de julio de 2015

Ultramarinos finos


Los sentidos son antenas de que dispone el cuerpo para sintonizar con los recuerdos. El olfato, el gusto, la textura de un objeto común nos devuelven a sensaciones refugiadas en alguna parte de la memoria.
La Habana es una ciudad de olores familiares. Así que uno sale a la calle, además de sentir la fuerza del calor húmedo del Caribe, percibe una mezcla de aromas que, como a Proust y su magdalena, transportan al viajero a territorio conocido. ¿A qué huele? Huele a tienda de ultramarinos -que aquí no necesita de mayor explicación- a tienda de tu niñez, aquellas que vendían de todo y a las que las madres o las abuelas enviaban a los niños sólo para cosas menudas, olvidos de última hora.
Baja donde Felisa y que te dé media barra de pan. Ve donde Mari Carmen a por dos onzas de chocolate. Cosas de poca importancia que podías pagar o dejar para después. “Ya bajará mi abuela a pagarlo”, decías, sin ningún rubor. Sólo cuando habías llegado a la adolescencia te daban dinero para pagar el encargo. Y no siempre.
Felisa y Mari Carmen eran mis dos tiendas de referencia. La segunda estaba en los impares -el 7 o el 9, quizá- de la Carretera de Madrid, entonces Avenida de Carlos Miralles y hoy Avenida de Castilla. Ocupaba aproximadamente el espacio de un portal, y, en la mitad de los años cincuenta del siglo pasado, era el primer nivel en la escala comercial de la familia Pascual. Mari Carmen era sobrina de los “pascuales”, que vivían al lado, en un edificio de tres pisos, cuya planta baja también era comercio de comestibles pero de mayor volumen, y suministraba chocolate al menudeo, dicho sea en el estricto y primigenio sentido de los términos chocolate y menudeo. No sé cuánto vendería pero seguro que muchos kilos porque la mayoría de niños del barrio -el Allendeduero- nos surtíamos de su tienda, de onza en onza o, a lo sumo, de dos en dos onzas. La dosis que cabía en el trozo de pan de la merienda para evitar que te churretearan las manos si se derretía. La tienda de Mari Carmen olía a dulce.
Pero la verdadera tienda de ultramarinos era la de Felisa, la del Gato, en el número 3 de la Carretera de la Estación. El Gato que daba nombre a la tienda era el marido, Antonio, como antes lo fue su padre. Mi recuerdo aún alcanza a la madre, ya muy mayor, que enseguida dio paso a la nuera. Felisa era la bondad en persona pero también la eficacia hecha mujer. Te preguntabas cómo podía atender ella sola la pescadería, un mostrador mínimo a la izquierda de la puerta, y la tienda de ultramarinos. Además de a la suegra, al marido y la casa.
Escribo tienda de ultramarinos porque así se llamaba pero la acepción no le hace justicia si no añado que era en tamaño y en el continente como cualquier tienda de chuches actual, pero en el contenido como el supermercado del Corte Inglés. Allí encontrabas de todo. Desde harina de la Harinera Arandina a bacalao de Groenlandia -cuyo caladero aún no había sido esquilmado-; de pimentón de la Vera -o de Murcia- a comino, canela, azafrán o clavo, lentejas o garbanzos; desde aceite -con su dispensador de émbolo- a sardinas arenques; desde chorizo y jamón -salado o “en dulce”- a berberechos en lata; desde el pan hasta el periódico, que allí repartía el Chorrillas y que recogían los “suscriptores”. Digo periódico pero debería decir “El Caso”, que era lo más demandado y el que recogí cientos de semanas por encargo de mi abuela.
Abrías la tienda, en invierno, porque en verano permanecía abierta permanentemente, y sentías una vaharada exótica, una mezcla de olores y sabores del mundo, aunque no supieses ubicar aquellos lugares de ultramar. Felisa colocaba en la puerta de la tienda unos toneles con escabeche de chicharro y unas latas enormes con escabeche de bonito y conservas de sardinas en cuyos lomos se leía la procedencia: Fuenterrabía (Guipuzcoa), Ondárroa (Vizcaya). Cuando, muchos años después, pasé por primera vez por aquellos pueblos vascos, que aún conservaban la toponimia castellana, como cuando visité La Habana, mi primer recuerdo fue para Felisa y su tienda de ultramarinos, que nos permitió vislumbrar un mundo ignorado, allende el Duero y allende el mar.
He recordado todo esto cuando, retada a subir poemas a facebook, he encontrado estos versos de Manolo Arandilla, que tan bien expresan lo que era una tienda de ultramarinos.

Como cualquiera,
llegué al mundo cuando todo estaba puesto:
el número de casa, el año, la altitud,
el vino meditando en la bodega
y el ultramarinos de la esquina abierto,
donde mi madre me mandó hacer el primer recado
para que sintiera el universo en que me tocaba vivir,
expuesto en anaqueles en los que el mar se confundía
con la tierra y el cielo por medios comestibles,
y donde mis cinco sentidos se arruinaron de repente,
se desplomaron por la lonja
cuando mi oído enredó en su laberinto mi llanto,
las palabras del tendero, los derrumbes de la canela,
el entrechoque de los granos de azúcar,
el suspiro del jamón curando, el sonido arrugado
de la pera que madura en la banasta, la sinfonía
de la aceituna en flotación y el comprimido roncar del arenque...;
cuando mi vista borró los estantes y trituró
en el molinillo de café amarrado al mostrador de mis ojos
la percepción de la oscuridad, el hortelano recuerdo
de la verdura, el brillo de la fruta,
la blanca perfección de la harina, la galletas de coco
y la luz apagada de las velas...;
cuando mi tacto se vio incapaz de distinguir
la tierra adosada a las patatas, el papel de estraza,
las olas del mar en las latas de sardinas,
la piel de la manzana, el calor de las lamparillas
de aceite y el frío de la toquilla de hielo del pescado...;
cuando mi olfato olió todo a la vez
y me fue imposible separar cada efluvio
y colocarlo en su sitio -el del bacalao en el bacalao
el del comino en el comino, el de la espuma en el jabón
y el del cáñamo en las alpargatas-;
cuando mi gusto embarulló en el sabor de un cacahués
hojas de laurel, escabeche de bonito, clavo,
pimentón, anises, azafrán, nuez moscada, cacao,

arroz, legumbres y sueños de ultramar.

jueves, 2 de julio de 2015

Recalentamiento estival

La previsión meteorológica anuncia una nueva ola de calor para el próximo fin de semana cuando aún no se ha ido del todo la que nos ha aplanado el espíritu en los últimos días. Será por eso que la escaleta de noticias viene también recalentada.  
Dejando de lado el pifostio montado en Grecia a propósito del referéndum para que los griegos digan si aceptan una oferta económica que, en puridad, ya ha sido retirada o prefieren que sigan gobernándoles los bancos y los mercados financieros. Es decir, si quieren morir por asfixia o en la horca.
Dejando de lado la historia interminable de la financiación ilegal del Partido Popular, con la connivencia de sus sucesivos presidentes, secretarios generales y demás mandos en plaza y el rostro marmóreo de los mismos a la hora de contarnos la milonga de a mí que me registren.
Pasando por alto la manipulación estadística de los datos sobre empleo, paro y contrataciones tipo basurilla.
Obviando el salto p’atrás que la sociedad española ha vivido en la presente legislatura cuyo resumen práctico ha entrado en vigor hoy con la bien llamada ley mordaza, tenemos lqs siguientes novedades:
- El Fondo Monetario Internacional, esa ONG presidida por personas obligatoriamente procesadas o bajo sospecha, declara que Grecia necesita una quita y una financiación suplementaria de 51.900 millones de euros. Como es sabido, los estatutos del FMI no permiten autorizar quita alguna.
- Cuba y Estados Unidos reabrirán sus embajadas el 20 de julio, con los Castro vivitos y coleando y el Partido Republicano americano amenazando con echarlo todo abajo.
- British Petroleum pagará 18.700 millones de dólares en 18 años por el vertido de petróleo en el Golfo de México en 2010.  
- Rajoy adelanta a este mes la rebaja del IRPF que estaba prevista para 2016, sin que, según asegura, tenga nada que ver con el periodo electoral que se avecina.
- Un robot mata a un técnico de Volkswagen en Alemania.
- El presidente de la Federación Española de Tenis, José Luis Escañuela, dimite en diferido.
- Gerardo Díaz Ferrán, acepta una condena de cinco años y medio de cárcel y una multa de 1,2 millones de euros por alzamiento de bienes, concurso fraudulento, blanqueo de capitales e integración en grupo criminal con ocasión del vaciamiento del Grupo Marsans. Este perla presidió durante años la patronal CEOE, desde donde impartió abundante pedagogía ética siempre contra los trabajadores.
- El juez Pedraz archiva la denuncia contra el concejal Zapata al no ver delito en sus tuits contra Irene Villa, después de que la joven víctima de atentado terrorista restara importancia a los mensajes del concejal de Podemos. Los habituales defensores de las víctimas del terrorismo aprovechan para insultar y humillar a Villa.
Decididamente, con el verano todos estamos un poco más p’allá.