domingo, 29 de enero de 2012

Toda una vida

La Biblioteca Nacional de España cumple ahora 300 años de su fundación por Felipe V, nieto del Rey Sol y el primer Borbón en calzarse la corona española. 

Con este motivo, la BNE ha montado una exposición en la que, además de hacer un repaso histórico, da cuenta de la composición de sus fondos, integrados por libros –códices, incunables- y mucho más: monedas, mapas, fotografías, dibujos, partituras, grabados…

El visitante puede contemplar manuscritos de Leonardo da Vinci, ediciones primorosas de la Divina Comedia de Dante, grabados de Goya, Velázquez, Rembrandt o Picasso junto a mapas del siglo XVI que fueron utilizados por los navegantes de la conquista de América.

Se trata, en suma, de un repaso al patrimonio nacional impreso.

En esta extraordinaria muestra me ha llamado la atención un libro de Juan de Holanda. Una especie de enciclopedia en la que el autor empleó toda su vida y que, se supone, sirvió para la educación del Felipe III.

Toda una vida dedicada a recopilar el conocimiento de la época. ¡Qué envidiable tarea!

martes, 24 de enero de 2012

Cuando ocurrió la matanza...


Cuando ocurrió la matanza aún no sabíamos que estábamos viviendo una etapa de esplendor democrático, como nos cuentan ahora. Por entonces, nos debatíamos entre el temor a una involución civil liderada por quienes no se daban por aludidos de la muerte de Franco, que eran miles, muchos de ellos muy poderosos, y el miedo a una asonada militar de la que se hablaba a diario en la prensa del régimen o próxima a él.

Cuando ocurrió la matanza, aún no sabíamos que estábamos protagonizando un tiempo prodigioso en el que todos empujaban hacia un horizonte de paz y prosperidad. Por entonces yo había vivido un episodio por el que nadie me había pedido disculpas: un guardia civil, joven, inexperto y aterrorizado, me puso su metralleta en el cuello y sólo los hados me libraron de que apretara el gatillo y me dejara seca en plena calle.

Cuando ocurrió la matanza, la modélica transición ya había superado los famosos “sucesos” de Vitoria: la policía entró a fuego en una iglesia donde se habían refugiado cientos de obreros y mató a cuatro de ellos. Y por esos días habían caído dos de los nuestros: uno por un grupo de ultraderecha y otro por un disparo de la policía.

Cuando sucedió el asalto al despacho de abogados muchos ya sabíamos que no había vuelta atrás. Quienes habían ostentado y sustentado el poder seguían a los mandos.

Entraron a saco: dispararon a matar. Y mataron. Mataron a cinco personas comprometidas socialmente. Tres abogados, un estudiante de Derecho y un administrativo. Dejaron malheridos a otros cuatro. Por una de esas piruetas con que en ocasiones obsequia el destino, de aquella matanza se libró una amiga muy querida que ese día y a esa hora debía estar en Atocha 55.

Lo hicieron así, en pleno centro de Madrid, porque sabían que iban a gozar de impunidad. Detuvieron y juzgaron a algunos pero nadie se preocupó en investigar a los instigadores de la masacre. Dos de los autores se fugaron. El entierro fue la puesta de largo del partido comunista. El Partido. Pero eso es ya historia.

Cuando ocurrió la matanza, yo tenía dos hijas pequeñas y me impuse como norma que crecieran libres para elegir y sin miedo. Han pasado 35 años y creo que lo he conseguido.